jueves, septiembre 29, 2005

El goce perpetuo

Será entonces cuestión de comenzar a caminar realmente, sin detenerse a respirar, dejar que las piernas se sucedan, se muevan, que los músculos se contraigan y se expandan, logrando esta vez sacar de su monotonía a nuestros actos cotidianos como este andar por la veredas que comunican nuestra casa con la estación de subte, será cuestión de otorgarle dinamismo al cuerpo, lograr que realmente se de cuenta que está caminando, que está apoyando sus pies en el suelo, sus zapatos, sentir que la pantorrilla se tensa, que la rodilla se dobla para que la pierna lo haga, para acomodarnos y dar el próximo paso que logre sacarnos de esta vereda vacía pero a la vez llena, llena de gente, de cemento, de vidrio, de colores, de olores, y ya no habrá nada que lo detenga, que nos detenga, nuestra meta será la estación de subte, caminar hasta llegar a las escaleras que descienden hacia los andenes donde el subte pasará y nosotros seguiremos caminando porque ya no podremos parar, no habrá puntos seguidos, ni puntos aparte, seguiremos andando indefinidamente hasta que el subte haya alcanzado la otra punta del trayecto, hasta que nuestros ojos hallen esas letras que juntas tras ser decodificadas por nuestro cerebro sean la palabra “Alem” y nosotros sabremos, entonces, que hemos llegado al fin de los andenes pero no por eso al fin de nuestro trayecto porque comprenderemos que nunca habrá nada que nos detenga, subiremos la escalera que nos sacará a la superficie y respiraremos profundamente, esquivaremos a la masa humana que la estación escupirá hacia arriba y miraremos y pensaremos, las piernas seguirán andando, será entonces cuestión de darse cuenta de una buena vez que no tenemos un fin, que podríamos a decir verdad caminar eternamente, las veredas se sucederán bajo nuestros pies, calientes, transpirados y finalmente quizás tengamos la posibilidad de parar cuando lleguemos a la puerta, a esa puerta fría, verde, cuando metamos la llave en la cerradura y la abramos y nuestro cuerpo joven se abalance al interior de la oficina y en ese momento, nuestras piernas creerán que todavía hay más por transitar, y tal vez estén equivocadas, o tal vez no, porque esta vez ellas se detendrán pero no así los demás, los otros desearán no haberse formado...
Los dedos comenzarán a moverse intensamente, todas las articulaciones de nuestras manos moviéndose, apretando las letras del teclado que irán apareciendo en la pantalla, formando conjuntos coherentes que expresarán nuestras más sinceras disculpas, felicitaciones, el costo por mayor, estimado garcía y seguirán así y creerán como antes lo creían nuestras piernas que nunca más se detendrán que estarán tecleando por toda la eternidad y que los callos irán apareciendo en las yemas, también los ojos se irán irritando con el correr del tiempo ya que el maldito monitor no tiene protector y los rayos que emite y las inútiles palabras apilándose para rellenar más y más espacio en vez de dejar a la nada, al vacío de una vez por todas tranquilo, estaremos cansados y los minutos se tornarán horas y la música de ascensor que perforará nuestros tímpanos, que estrujará nuestro cerebro y la pausa para ir al baño porque la vejiga y la mente ya no aguantan más de tanto contener, la orina fluirá como el agua de una cascada y silbando una canción que nos motive intentaremos cambiar el humor para alivianar el trabajo pero no podremos porque cuando nuestro culo se apoye en la silla ya estaremos otra vez adentro, encerrados en el monitor, en el sopor de un trabajo molesto y esa voz nos llamará, sumisos nos levantaremos y nuestras piernas comenzarán nuevamente a funcionar y creerán que esta vez sí, que volveremos a caminar, pero no, no será así porque él nos dirá que tomemos asiento, nos explicará la situación, la grave situación y nosotros... sí, lo comprenderemos, pero nuestro cerebro sólo lo asimilará a la noche cuando la oficina nos haya escupido hacia fuera, hacia el mundo real, mucho más real de todos los que podríamos imaginar y en ese momento cuando abramos la puerta de nuestra casa pensando que ya todo terminó...sólo habrá sido el principio...

Porque allí estará ella con sus brazos abiertos, hola mi amor te esperaba, su boca rojo carmín y un beso en la boca, los labios juntos, las lenguas que apenas se tocan, ella retirará su boca y dirá que la comida está casi lista y nosotros ya no querremos comer, sólo desvestirnos, sacarnos el calzado, las medias transpiradas, la camisa cambiada por una remera, algo más holgado que nos deje de una vez por todas respirar, zambullirnos en el estanque de aire, llorar a moco tendido, pero todo será tan automático que nos cambiaremos y luego nuestras piernas nos llevarán hacia el comedor y nuestro cuerpo se sentará en una silla, nuestra mano agarrará el control remoto y la tele se prenderá y adiós problemas, adiós vida, adiós rutina, adiós todo pero no contento con eso de repente nuestro cerebro entenderá lo que nos dijo la voz, lo que en la oficina nos comunicó ese sujeto que nos hablaba y que nosotros comprendíamos y que la mala situación y que estamos despedidos, de una vez por todas nos daremos cuenta de eso, de que ya no tenemos trabajo, de que estamos más a la deriva que antes pero ahora, y ahora ¿qué?, ¿ahora que te sirvo mi amor? nos preguntará esa dulce voz con la que nos casamos, ahora nada, pero en ves de eso diremos ensalada, lo único que nos falta es perder la línea además del laburo, nos secaremos la lágrima que rueda por nuestra mejilla izquierda con el dorso de la mano pero ella no lo notará, la comida nos llenará el estómago pero no el vacío, y el cerebro estrujándose porque ¿cómo diablos vamos a salir de esto? ¿Qué carajo vamos a hacer ahora? Nada, nada de nada, como siempre, seguir viviendo, seguir andando, seguir comiendo, y ahora a la cama y el único consuelo que nos queda, penetrar a nuestra esposa, llenarla de semen, descargar toda la bronca en su vagina, mete-saca, mete-saca, pero ella se hace la difícil, dale mi amor, antes lo hacíamos más seguido y la paciencia se irá desvaneciendo, los mimos, las caricias se irán haciendo más rudas, más secas, y dale mujer que no tengo todo el día, estaremos hartos, hartos de todo, de las piernas caminando, del vacío, de los teclados, de las voces, de las situaciones graves, de la estaciones de subte, de los dedos, de la oficina, de nuestra mujer, de nuestro cuerpo, de nosotros mismos y dale puta de mierda, dejáte de una buena vez porque sino te cago a trompadas, hartos de dios, de esta puta vida, del mundo, de la gente ¿por qué carajo estamos vivos? ¿por qué carajo existimos? y nuestras manos la agarraran por los brazos y nuestro cuerpo se instalará arriba de ella, con la pija en mano buscaremos su agujero, querremos penetrarla, callate imbécil, le pegaremos hasta que se calle y de una buena vez nuestro miembro entrara y saldrá con fuerza y ritmo y música, adentro afuera, piel contra piel, los líquidos confluyendo y sentiremos que todo revive dentro nuestro y que por fin, y que por fin, y sentiremos el líquido expulsado, explosivo corriendo por su vagina, por sus labios, por sus pelos enrulados, lo blanco verdoso enmarañándose con lo negro, insoportable y las lágrimas le bañaran la cara y nosotros gritaremos de goce, de placer, la puta madre que los parió te amo, te amo, y el liquido saliendo de la punta de nuestro glande, bañando su concha sabrosa, cogida, la última gota y nuestros ojos cerrados acabando, la besaremos y el acto se habrá consumado, la noche será negra, oscura, la habitación bañada por la luz de la luna y ella llorará contra su almohada y nosotros, tras acostarnos, no haremos más que mirar fijamente el techo hasta que nuestros párpados y nuestra culpa empiecen a ceder y logremos quedarnos dormidos para siempre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto mucho!!! Una especie de mezcla de cortazar y lamborghini, pero con estilo propio

Matías dijo...

Gracias, carito. Hace bastante que no escribo...

 

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