jueves, abril 20, 2006

Enter Sandman

Hace unos días comencé a devorar la saga de The Sandman, novela-comic de Neil Gaiman que centra la historia en Sandman, rey de los sueños y su familia de "eternos" en íntima e intensa relación con los humanos. La mitología que crea, la profundidad y caracterización de los personajes, los ambientes y todas la intertextualidades que plantea ya sea con la historia de la literatura como con otros géneros de comics son dignos de alabanza. Sin embargo tal como otros guionistas de comics y escritores de fantasía en general (se me ocurre en particular Terry Pratchett) no ha sido todavía valorado en el ambiente literario. A continuación les posteo algunos fragmentos del prefacio al libro que se editó después de la saga (The Sandman: el libro de los sueños) donde Frank McConell hace un análisis bastante interesante de la obra.

Prefacio a The Sandman: el libro de los sueños (Frank McConell)

¿Cómo mueren los dioses? ¿Y qué es de ellos cuando mueren?
También puede estar preguntándose cómo nacen los dioses. En realidad las tres preguntas son la misma. Y las tres parten de una suposición común: que sería tan fácil para la humanidad prescindir de los dioses como para usted quitarse la vida aguantando la respiración.
[...]Necesitamos dioses —ya sean Thor, Zeus, Krishna, Jesús o, en fin, Dios—, no ya a los que adorar o sacrificarnos, sino a los que utilizar para satisfacer una necesidad que nos distingue del resto de los animales, nuestra necesidad de encontrar y dar un sentido a nuestras vidas; de satisfacer nuestra sed de fe en que el tedio y el caos de la existencia cotidiana, al fin y al cabo, nos conducirán a algo. Es el origen de la religión y de los cuentos, ¿o acaso no son lo mismo? Como dijo Voltaire acerca de Dios: si no existiera, habría sido necesario inventarlo.
Escuchemos a una experta en la materia.
"Sólo hay dos mundos: el tuyo, que es el verdadero, y otros mundos, la fantasía. Esos mundos son los de la imaginación humana: su realidad, o falta de ella, no tiene importancia. Lo que importa es que están ahí. Esos mundos son una alternativa. Son una escapatoria. Son una amenaza. Son un sueño, son poder; son refugio y son dolor. Son lo que da sentido a tu mundo. No existen, por lo tanto son lo único que importa. ¿Lo entiendes?"
Quien habla es Titania, la hermosa y temible Reina de Faerie, en la novela gráfica de Neil Gaiman Los libros de la magia, y no se me ocurre mejor y más breve explicación —desde Platón a Northrop Frye, pasando por Sir Philip Sidney— al porqué de nuestra necesidad de leer y escribir historias. Al porqué de que nosotros, como especie, seamos creadores de dioses. Y todo en boca de una diosa, y en un cuento. Los libros de la magia se escribió cuando Gaiman estaba componiendo su obra maestra —al menos hasta ahora, porque Dios o los dioses saben qué hará después—, The Sandman. Es un cómic que le cambia a uno la opinión acerca de qué son los cómics y de lo que son capaces. Es una novela por entregas, como las de Dickens y Thackeray, un cuento que cualquier apreciación honrada encontraría tan sensacional como cualquier obra de ficción convencional (en el sentido de académicamente respetable) de esta última década. Es la verdadera invención de una mitología auténtica y enriquecedora para el hombre posmoderno, posmitológico; una nueva forma de crear dioses. Y constituye la brillante inspiración de los brillantes cuentos de este libro. [...]
[...]Entre 1988 y 1996, Gaiman construyó un cuento de cuentos intrincado, divertido y profundo que se publicó en setenta y cinco números mensuales. Un cuento sobre por qué hay cuentos. Sueño, o Morpheus, o el Moldeador, descarnado, pálido y vestido de negro, es la figura central. No es un dios, es más antiguo que los dioses, es la causa de que ellos existan. Es la capacidad humana de imaginar el sentido, de contar cuentos: una proyección antropomórfica de nuestra sed de mitología. Y como tal, es a la vez mayor y menor que los humanos, cuyos sueños moldea, pero cuya ansiedad, al fin y al cabo, le moldea a él. Como diría Titania, no existe; por lo tanto es lo único que importa. ¿Lo entiende?[...]
[...]Todo esto ya es bastante fabuloso, pero después de crear a Sueño, el ansia humana de sentido personificada, pasó a inventar a toda su familia. E inventar eso sí que es absolutamente original y, parafraseando lo que el Príncipe Enrique dice de Falstaff, es ingenio puro y causa del ingenio de otros hombres.
Se trata de la familia de los Eternos, siete hermanos, ordenados por edades, aunque como veremos, "nacimiento" no es un término apropiado: Destino, Muerte, Sueño, Destrucción, Deseo, Desespero y Delirio (cuyo nombre solía ser Delicia). Son los Eternos porque son en sí mismos estados de la conciencia humana y no pueden dejar de existir hasta que el pensamiento mismo deje de existir. No nacieron porque, como la conciencia, no hay nada que imaginar antes de ellos; la Upanisad, la más antigua y sutil de las teologías, tiene mucho que decir al respecto.
Ser consciente es serlo del tiempo, y de su fluir: el destino. Y saber esto es saber que el tiempo se acabará, es decir, imaginar la muerte. Frente a la certeza de la muerte, soñamos, imaginamos paraísos donde no sea así: "La Muerte es la madre de la belleza", escribió Wallace Stevens. Y todos los sueños, mitos, estructuras que levantamos entre nosotros y el caos, que son cosas construidas, deben por consiguiente ser destruidas. Y nos entregamos, desesperados por la pérdida, a la alegría deliciosa y perecedera del momento: deseamos. Todo deseo es, por supuesto, la esperanza de una satisfacción imposible en la naturaleza de las cosas, un placer ilimitado; por lo tanto desear es empezar a desesperarse, a darse cuenta de que ese placer tan esperado, a fin de cuentas, no es más que el delirio de nuestra falsa ilusión mortal: que el mundo es suficientemente amplio como para cumplir con la mente. Y de este modo nos refugiamos en nuevas historias, los sueños.
Es una versión muy esquemática, demasiado, del linaje de los Eternos, casi una alegoría al estilo medieval. Porque son personajes reales: tan reales como los humanos con los que interactúan constantemente a lo largo de The Sandman. Destino es una figura monástica, encapuchada, casi carente de afecto. Muerte, brillante idea de Gaiman, es una joven astuta y desgarradoramente bella. Sueño es... Sueño: sombrío, algo pretencioso, algo neurótico. Destrucción es un gigante pelirrojo al que le gusta reír y habla por los codos. Deseo —otro arrebato de ingenio— es andrógino, tan sexy y amenazador como las dominas de Nagel; su melliza Desespero es una vieja achaparrada, gorda, desnuda y prodigiosamente fea. Delirio, de acuerdo con su nombre, rara vez aparece dibujada de la misma manera. Lo único seguro es que es una chica joven, con el pelo de colores o calva, vestida con harapos, que habla a non sequiturs que a veces reflejan la antisa-biduría de un Rimbaud.
De todas formas, los Eternos son una alegoría, y además espléndida, de la naturaleza de la conciencia, del estar en este mundo. Y no cabe hacer hincapié en que estos más que dioses, menos que dioses son importantes a causa de las personas corrientes con cuyas vidas y pasiones se entremezclan. La mitología de The Sandman, en otras palabras, nos lleva al punto de partida de todas las religiones clásicas. "¿Creó Dios al hombre en un principio?" Justo y precisamente lo contrario.
Y Sueño, el Señor de los Relatos, está en el centro de todo.
Empezamos y acabamos con relatos porque somos el animal que los relata. The Sandman insiste, junto con Finnegans Wake, junto con Nietzsche, con C.G. Jung y con Joseph Campbell, en que todos los dioses, todos los héroes y las mitologías son la representación fantasma del drama humano. El concepto de los Eternos, y especialmente el de Sueño, es una espléndida "máquina de relatar" (una expresión de la que Gaiman está orgulloso). Se trata de un universo en el que se mezclan y actúan tanto los personajes del océano interminable del mito como los del llamado "mundo real", es decir ustedes y yo cuando no estamos soñando. Y de igual modo se mezclan y actúan en nosotros cuando soñamos. Los críticos suelen decir que esta era está empobrecida por esa incapacidad nuestra de creer en nada que no sean las frías ecuaciones de la ciencia (de ahí que Destrucción, cuarto de los hermanos, dejara a los Eternos en el siglo XVIII, en los auspicios del Siglo de las Luces). Pero nuestros mejores escritores, incluido Gaiman. han dado con diversas formas de revitalizar los mitos, incluso en la base de su irrealidad. Credo, quia impossibile est, como escribió Tertulio en el siglo III de nuestra era, acerca del misterio cristiano. "Creo en él porque es imposible". Una buena teología tal vez; y una excelente teoría de la ficción, con certeza.[...]

Fuente: AA. VV., The Sandman: el libro de los sueños, Barcelona, Norma, 1999.

2 comentarios:

Ev dijo...

Ey, Mati!!! Gracias por la oferta de textos!!! Buenísima onda. Mandame todo lo que tengas digitalizado a evelyngaliazo@gmail.com.

Tengo el libro de Contreras. De lo que conozco, es de lo mejor que se escribió sobre el equis. Pero esto te lo digo sin haber leído ni a Speranza ni a Pauls. Y vaya si me dan ganas... No sé cómo podríamos hacer con eso... En fin, es demasiado, me vuelvo loca...

Cómo va el seminario? La profe también va a escribir.

Quedamos conectados. Saludísimos

Ev dijo...

Me olvidé de decirte que me reí un montón con Kioskerman y que me bajé unos cuantos. Los cuento en la Biblio pero me río sola: parece relatados no dan.

 

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