lunes, diciembre 01, 2008

Trashumantes de neblina, no las hemos de encontrar (Oscar Blanco – Adriana Imperatore – Martín Kohan)

De cómo la literatura cuenta la guerra de Malvinas

La guerra de Malvinas, como toda guerra, consti­tuye una confrontación de cuerpos, y a la vez, una confrontación de discur­sos. Desde el relato convocante de los comienzos hasta la postrera rendición de cuentas, la guerra despliega una construcción de versiones que siguen pugnando por imponerse, incluso cuando la lucha entre los cuerpos ya ha concluido.

Han predominado dos maneras de contar la guerra de Malvinas en la disputa por el terreno de la memoria colectiva: una, la que podríamos deno­minar versión triunfalista; otra, la ver­sión del lamento. La versión triunfalis­ta corresponde al discurso oficial, es la que construye héroes y responde a la tradición según la cual "nuestra bande­ra jamás ha sido atada al carro del enemigo". La versión del lamento, por su parte, surge, a diferencia de la ante­rior, en el punto de inflexión de la derrota: construye víctimas, responde a la tradición de la neutralidad bélica argentina, y apuesta a las vías diplomá­ticas.

La primera versión, más transita­da durante la guerra, circula abarcando un abanico que va desde el discurso de Galtieri en el balcón de la casa rosada, hasta las crónicas de los medios masi­vos, pasando por el fervor de los cánti­cos populares: su impronta es el desafío al "principito" y el anuncio, en titula­res, de que "estamos ganando". La segunda versión comienza a imponerse tras la derrota. Los combatientes son ahora "chicos": víctimas (en la locura, en la mutilación, etc.), no tanto de los ingleses sino de sus propios oficiales. Un discurso anti-militarista, y también anti-imperialista en este caso, dirá en­tonces que la guerra fue una "causa justa", pero que estuvo mal conducida.

Esta segunda versión se propone cuestionar a la primera en sus princi­pios fundamentales: ocupar el espacio de su opuesto, revertir todos sus térmi­nos. Sin embargo, la versión del lamen­to no cuestiona a la versión triunfalista de un modo tan contundente como lo pretende. Lo cierto es que ambas se inscriben, finalmente, en un mismo marco, participan de una misma lógica: la lógica del Gran Relato Nacional, es decir, la del Gran Relato Argentino.

En la base de la conformación de toda nación moderna - y también en la de la Argentina -, se encuentra la cons­titución de un relato cuya función es homogeneizar, definir un nosotros y un ellos en un sistema de inclusión y exclu­sión, otorgar una identidad colectiva que opera en el horizonte del imagina­rio social, a través de un sistema simbó­lico: nombre, bandera, himno, escudo, panteón de héroes y de hitos. Una narra­ción del origen y de lo porvenir: una tradición y un relato futuro. La eficacia de este relato consiste en que logrará disolver las diferencias internas, ha­ciéndolas converger y coincidir en los valores de la unidad nacional.

La coyuntura de un conflicto o de una guerra, como en el caso de Malvi­nas, exaspera el poder aglutinante del nosotros y convierte a los otros en enemigos; por lo tanto la posibilidad de escapar a la instancia globalizadora del Gran Relato Nacional resulta más difí­cil todavía.

Cuando "los chicos de la guerra" se lamentan de su suerte, insisten, no obstante, en que volverían a pelear por las islas con una preparación más ade­cuada: sostienen, en definitiva, lo legí­timo de la "gesta". Y cuando el pensa­miento progresista pone en juego su versión, dirige sus ataques al descala­bro de la organización militar, pero a la vez se entusiasma, por su postura anti­imperialista, con el hecho del desafío alas potencias coloniales.

La otra variante de aparente dis­crepancia apela a una estrategia que consiste en invocar valores universales, valores que pretenden posicionarse por encima de los conflictos nacionales: así, por ejemplo, Borges imagina a un soldado inglés que lee a Cervantes y a un soldado argentino que lee a Conrad, ambos en sus lenguas originales. Pero la tradición anti-belicista - como toda tradición que se basa en valores superadores para oponerlos al Relato Nacional - no consigue en definitiva escapar de él.

De modo que el Gran Relato Ar­gentino logra entrampar en su lógica a todas estas versiones: todo podrá ser cuestionado, excepto las bases de la identidad nacional, núcleo fundante de la versión oficial. Todo podrá ser dicho, excepto que el problema de la sobera­nía sobre las islas carece de relevancia.


Estrategias de desarme: una guerra desarmada

Existen, de todas maneras, otros relatos que sí deconstruyen el Gran Relato y que pertenecen al campo dis­cursivo de la literatura: surgieron en la narrativa argentina de los últimos años con variantes tan diversas, literaria y generacionalmente, como lo son La Causa Justa de Osvaldo Lamborghini, Los Pichy-cyegos de Rodolfo Fogwill, A sus plantas rendido un león de Osvaldo Soriano, "El aprendiz de bru­jo" y "Soberanía nacional" en Historia argentina de Rodrigo Fresán, "Memo­randum Almazán" en Nadar de noche de Juan Forn o "Impresiones de un natural nacionalista " en El ser querido de Daniel Guebel.

Su operación consiste en deconstruir y no en destruir lo que la destruc­ción pone en funcionamiento es una lógica que ataca desde el exterior del sistema en cuestión, su objetivo es la superación y el reemplazo de ese otro sistema, por eso lo bombardea, pero no lo dinamita. Dinamitarlo, deconstruirlo, supone actuar desde el interior: recono­cer la lógica y la estructura internas para ubicar los puntos claves, los pila­res que sostienen el sistema y lo harán caer: tarea de espía, tarea de sabotea­dor.

La deconstrucción utiliza el mis­mo principio que deconstruye, opera dentro de su objeto, pero invirtiendo sus jerarquías; provoca un corrimiento del sistema en la medida en que consigue ubicar un elemento que dicho sistema no puede resolver. Su estrategia es trastocar órdenes, desarmar oposicio­nes, producir un cortocircuito en los fundamentos, actuar dentro de los lími­tes que plantea el sistema, pero para resquebrajarlo.

A menudo, las versiones aparente­mente opuestas al Gran Relato Nacio­nal, como dijimos al referirnos a la tradición anti-belicista, formulan una superación por medio de valores uni­versales: la Vida, la Cultura, la Paz, etcétera. Pero la deconstrucción, preci­samente, no se propone una superación, sino una desarticulación por degrada­ción. El Relato Argentino no va a ser destruido por valores superiores, sino deconstruido mediante la utilización de sus mismos principios, pero boicotea­dos en su esencia, corrompidos en su prestigio.


Gardel era francés

Es posible, tomando los textos pro­puestos como un corpus (campo de trabajo) y leyendo qué cuentan de la guerra de Malvinas y cómo lo hacen, conformar una historia en la que se combinan distintos rasgos de cada uno de ellos.

En los textos deconstructivos men­cionados, la "causa" no es "justa": pa­rece justa mientras se la lee seriamente, pero se revela irrelevante en el registro del chiste. Y es precisamente en este tipo de registro donde cabe la inversión.

Si el Gran Relato Nacional defi­nía, a través de un sistema de inclusión y exclusión, a un nosotros y un ellos, ese otro, la figura del extranjero, no se ubica ahora en el afuera sino adentro, y más aún: en el centro mismo. Un solda­do va a Malvinas, pero su familia es inglesa, y su hermano está en Londres. Un ex combatiente se presenta en una embajada argentina, pero se trata en verdad de un chileno que ha usurpado su lugar. Y aún en la posición de voluntario, que en el caso de guerra resume en sí lo nacional como deseo (combatir por la patria como ejercicio de voluntad), es donde aparece un japo­nés: se alista en la causa anti­imperialista, guiado por los principios aprendidos en nombre del Emperador durante la Segunda Guerra Mundial.

Juego de inversiones: el Gran Re­lato Nacional está paradójicamente sus­tentado por un extranjero. La guerra de Malvinas bien puede ser contada como la confrontación por la posesión de una isla ubicada "frente a la costa de Cumberland": los argentinos son los que la han ocupado patrióticamente durante ciento cincuenta años, y los ingleses son los que intentan recuperar­la en una aventura sin sentido.

Pero toda identidad nacional, no sólo la argentina, está deconstruida con el mismo procedimiento: aún la del enemigo. Quien representa lo inglés en un restaurant londinense es un hindú (justamente una ex colonia). Y los pi­bes argentinos en Malvinas se asom­bran porque los ingleses son "escot, wels o gurjas" y se preguntan si no hay ingleses auténticos. Y es que es precisa­mente la idea de que haya una autenti­cidad nacional lo que se cuestiona: tampoco los ingleses son ellos mismos, no hay centro puro que no sea impreg­nado por la otredad.

Lo propio aparece constituido por lo ajeno también en el nivel de lo cultural. Los soldados argentinos fu­man cigarrillos ingleses (y los oficiales, cigarrillos franceses o norteamericanos). La radio inglesa en las Malvinas es la que pasa folklore y tango, y es por lo tanto la preferida por los soldados argentinos en lu­gar del rock de las radios nacionales. Los ingleses toman té con bombilla, como si fuese mate, o bien desayunan con "arroz con leche, mazamorra y mate cocido"; los pichys (solda­dos argentinos que luchan por sobrevivir y no por la causa nacional) beben whis­ky cuando negocian con el enemigo, lo que remite a la tradición iconográfica de Galtieri, cautivado por la bebida del otro, al cual le declara la guerra.

Aquí no hay héroes nacionales. La heroicidad requiere una causa justa y en estos textos la causa ha sido despojada de su funda­mento. Lo que queda, per­dida la causalidad, es la casualidad: cuando un ar­gentino aparece en la posi­ción de héroe por haber matado a un gurkha, se trata en realidad de un accidente que se produce cuando los dos procuran entregarse mutuamente como prisio­neros. Si el cónsul argenti­no en un desconocido país africano (que ni siquiera es el auténtico cónsul, sino que ha usurpado su lugar) incursiona en la embajada inglesa en lo que es visto como un acto de arrojo, lo que en verdad está haciendo es tratando de reivindicar, no tanto el orgullo na­cional, como el honor personal com­prometido por unas cartas amorosas que intenta recuperar. Así también, cuando aparece otro voluntario, esta vez argentino, su motivación para alis­tarse en el ejército no responde a efica­cia alguna del Gran Relato convocante, sino al deseo que tiene de ser hecho prisionero y ser trasladado a Londres, con la intención de presenciar un con­cierto de los Rolling Stones.

Vemos entonces que se reproduce la lógica del sistema de lo nacional, pero con la inversión de sus jerarquías, trastocando su orden simbólico, degra­dando sus principios de valor, estos relatos deconstruyen, por lo tanto, las versiones de la guerra del Gran Relato Argentino. Lo propio aparece como lo otro; lo otro se identifica con lo propio. Los siete textos que circuns­cribimos plantean la representación de múltiples espacios: el espacio propio (la Argentina en La Causa Justa); el espacio del otro (Londres en "El apren­diz de brujo"); el espacio propio en el ajeno (la embajada argentina en Chile en "Memorándum Almazán" y el con­sulado argentino en Bongwutsi en A sus plantas rendido un león); el espa­cio en disputa (las islas Malvinas en Los pichy-cyegos y en "La soberanía na­cional"); o los espacios absolutamente invertidos (Inglaterra es Argentina y Argentina es Inglaterra en "Impresio­nes de un natural nacionalista"). En estos espacios se producen sistemas de homogeneización, que a su vez funcio­nan como sistemas de inclusión y ex­clusión, se detentan órdenes jerárqui­cos, se constituye un nosotros antagóni­co de un ellos. Es decir que los grupos representados en estos textos operan, en apariencia, con la misma lógica que un Estado utilizaría para definir una identidad nacional. Sin embargo, sus móviles invierten los valores sobre los cuales lo nacional está construido y corroen esa lógica: los pichys del texto de Fogwill, los oficinistas de La Causa Justa, el aprendiz de brujo en la cocina de Londres, el chileno farsante en la embajada argentina, el falso cónsul ar­gentino en Bongwutsi, sólo se propo­nen sobrevivir o zafar, aunque a menu­do no lo consigan, supliendo la lógica del honor nacional por la de la supervivencia, que actúa en el interior de su sistema, pero para resquebrajarlo.


Y Dios no es argentino

En los textos testimoniales - Los chicos de la guerra de Daniel Kon o 5.000 adioses a Puerto Argentino de Daniel Terzano, por ejemplo -son recu­rrentes las apelaciones a Jesucristo o a Dios, o la aparición de objetos tales como crucifijos y rosarios, en la situa­ción límite del miedo a la muerte o al sufrimiento físico. Los textos deconstructivos, en otro movimiento, secularizan estas zonas de religiosidad, trans­formándolas al ocupar su lugar con narraciones sobrenaturales, relatos de aparecidos, etc. Nos sitúan así en el registro de lo fantástico, tradición que la escritura literaria ha tomado de la oralidad (los cuentos de fantasmas na­rrados en torno al fogón), hasta volverla propia. Mediante esta inversión - la de colocar lo profano donde estuve le sagrado - se nos ubica en un terreno reconocidamente literario, donde ve­mos emerger la deconstrucción.


No todo lo que reluce es deconstrucción

Decimos, por otra parte, que se trata de relatos deconstructivos, porque no postulan nada que reemplace al Gran Relato Argentino: sólo lo desarman. Ni siquiera el propio espacio de enuncia­ción queda en pie. Por eso diluyen también el espacio de autoridad de sus narradores: su saber es mostrado como endeble, su cordura es puesta en duda, su lugar de poder es cuestionado, su honestidad es sospechada.

Lo que se plantea aquí no es que necesariamente la literatura deconstruya un sistema. Un texto como "Gurka" de Vicente Zito Lema, contado desde la locura, termina erigiendo la figura de las víctimas de la versión del lamento. Y un texto tramado desde la técnica narrativa que se propone lograr un ve­rosímil realista, podrá recorrer, como sucede en Arde aún sobre los años de Fernando López, todas las versiones del relato de la guerra (incluida la ofi­cial); pero no logra desarticular ni deconstruir su objeto, al sostener tam­bién, finalmente, la versión de las víc­timas.

De modo que la posibilidad de desarmar el Relato de la Gesta de Mal­vinas no es inherente a la literatura. Pero, sin embargo, es en ciertas zonas de la narrativa de los últimos años donde se formula la posibilidad de elu­dir la trampa de la falsa oposición de las versiones, y se apuesta a una narración a través de la cual lo justo de la "causa justa", el fundamento mismo del Gran Relato Nacional convocante, se desvanece.


Notas

-Fogwill, Rodolfo Enrique. Los Pichy-cyegos. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1983.

-Forn, Juan. "Memorándum Almazán", en Nadar de noche. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991.

-Fresán, Rodrigo. "El aprendiz de brujo" y "La soberanía nacional", en Historia argentina. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991.

-Guebel, Daniel. "Impresiones de un natural nacionalista", en El ser que­rido. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1992.

-Lamborghini, Osvaldo. "La causa justa", en Novelas y cuentos. Edicio­nes del Serbal, Barcelona, 1988.

-Soriano, Osvaldo. A sus plantas rendido un león. Editorial Sudameri­cana, Buenos Aires, 1986.

Otros textos sobre Malvinas que han sido confrontados:

-Borges, Jorge Luis. "Juan López y Juan Ward", en Borges, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1987.

-Kon, Daniel. Los chicos de la gue­rra. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1982.

-López, Fernando. Arde aún sobre los años. Editorial Sudamericana, Bue­nos Aires, 1986.

-Terzano, Daniel. 5.000 adioses a Puerto Argentino. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1985.

-Zito Lema, Vicente. "Gurka (Un frío como el agua, seco)", en Voces en el hospicio. Ediciones de Fin de Siglo, Buenos Aires, 1990.

-Baczko, Bronislaw. Los imagina­rios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1991.

-Culler, Jonathan. Sobre la decons­trucción. Cátedra, Madrid, 1988.

-Derrida, Jacques. De la gramatología. Siglo XXI, México, 1986.

-Gellner, Ernest. Cultura, identidad y política. El nacionalismo y los nuevos cambios sociales. Gedisa, Barcelona, 1989.

-Naciones y nacionalismo. Alianza Editorial, Madrid, 1988.

-Habermas, Jürgen. Identidades nacionales y postnacionales. Editorial Tecnos, Madrid, 1989.

-Hobsbawn, E.J. Nations and nationalism since 1780. Cambridge University Press, Cambridge, 1990.

Fuente: Revista Espacios, nº 13, Dic. 1993- Marzo 1994, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, págs. 82-86.

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