lunes, febrero 08, 2010

Todos somos Osvaldo Lamborghini (Entrega 4)

Entrega 1: "La seducción del gesto" de Antonio Marimón (Punto de Vista, nº 36, 1989).
Entrega 2: Reseña sobre El fiord de Oscar Steimberg (Los Libros, nº5, 1969).
Entrega 3: "[Sobre] Sebregondi retrocede" de Héctor Libertella (en Nueva escritura en Latinoamérica, 1977).

A fines de los 80, una revista como Babel (véase el interesante artículo de Hernán Sassi para más información: "A pesar de Shangai, a pesar de Babel") no podía dejar de comentar la reedición, en manos de César Aira, de la ¿obra? de Osvaldo Lamborghini. En este sentido, el artículo de Sergio Chejfec, "De la inasible catadura de O. L." (Babel, nº 10, 1989) que copio más abajo (más otro de Alan Pauls que en algún momento aparecerá en una de estas entregas: "Lengua, ¡sonaste!" en Babel, nº9, 1989) abría una discusión (y un camino crítico-literario), que aún hoy sigue abierta, en torno a la posible canonización del escritor de El fiord y La causa justa. El artículo de Chejfec se detiene, al menos, en tres puntos interesantes para tratar la escritura lamborghiniana: 1. la separación (en la que Aira disiente) entre obra y vida (en este sentido, sería interesante leer este artículo en contrapunto con el libro Héroes sin atributos de Julio Premat que se propone justamente intentar releer los modos de construcción de la figura de autor en varios escritores argentinos, entre ellos, claro, O. L.); 2. la yuxtaposición y la parodia como procedimientos básicos (en sintonía con la época en la que escribía Lamborghini y en clara discusión con Alan Pauls); y, finalmente, 3. los circuitos de legitimación (prólogos y reediciones pero también revistas y crítica literaria) que permiten insertar a un autor en cierta genealogía, señalar qué debe leerse y cómo y, en última instancia, ponerlo en circulación, próxima estación: el canon. Así, si bien Drucaroff señalará algunos años después, tal vez acertadamente, que tanto Pauls como Chejfec despolitizan y descontextualizan los textos de Osvaldo Lamborghini, al menos este artículo, "De la inasible catadura...", abre ciertos caminos de discusión teórico-literarios que valdría la pena retomar en relación con los autores malditos, las escrituras experimentales y los procesos de legitimación culturales. ¡Lean!


De la inasible catadura de Osvaldo Lamborghini (Sergio Chejfec)

En la Gran Llanura de los Chistes —como denomina a la Argentina el japonés Tokuro en el relato La causa justa— parece una broma típica asegurar que Osvaldo Lamborghini fue un gran escritor o incluso un genio. Quizá constituya un desliz laudatorio, previsible cuando llega el momento de destacar una escritura por sobre la indigencia literaria argentina. De todos modos, disuena el elogio en los casos en que aparenta ser una repercusión apasionada de la biografía. Nada hace pensar que las vidas de los escritores sean notoriamente diferentes a las del resto de las personas, sin embargo —como se trata de artistas— cierto compromiso moral está permanentemente expuesto. Esa combinación entre la intrínseca gratuidad de un libro y su inobjetable existencia una vez publicado, necesita de la vida del escritor —de su temperamento, actos y elecciones— para recortar la verdad auxiliar que ilumine el sentido de sus decisiones literarias. No obstante, cabe señalar que, por más transgresora o emblemática que haya sido su vida, el interés por ella obtiene cierta pertinencia sólo cuando por el espesor estético de la obra se hace necesario pedirle algo más a la biografía del escritor. Osvaldo Lamborghini cumple con algunos requisitos, pero con otros no.
El fenómeno O. Lamborghini exhibe aristas sumamente particulares, aunque posee la desventaja de construirse a partir de mecanismos conocidos: no otro es el recorrido que generalmente transitan los denominados artistas de vanguardia. Esta paradoja habla de la literatura y de la vida de O. L., y también de la lectura que se hace de ellas dos juntas. ¿Resulta defendible reivindicar la separación? Para quienes no conocieron a O. L., o para quienes no se sienten encandilados por ese anecdotario que la presenta como causa y síntoma de malestares, indudablemente sí. Creo que, al contrario de lo que opina César Aira, de los escritores sólo quedan sus libros; la vida es siempre tan convencional que desanima cualquier intento exegético. Salvo que nos convirtamos en analistas de Casos, ante lo cual tendríamos que recopilar historias también sumamente extrañas o trágicas de escritores cuya obra se encuentra sumergida en la ignorancia.
Lamborghini narrador. Lo que para Alan Pauls es un rasgo distintivo preferencial, según su comentario en el número anterior de Babel, o sea la capacidad enunciativa de O. L. que hace de sus textos secuencias abigarradas de sentencias y acciones desprovistas de solución de continuidad, resalta a mi entender las serias limitaciones de Lamborghini como narrador y distingue su particular escritura poética. O. L. escribe por yuxtaposición —a la manera de los brutales acoplamientos que graficaba— y no alrededor de la idea de sucesión —en la cual cuando ingresa, en textos como La causa justa o El pibe Barulo, obtiene los mejores resultados—. Esa disponibilidad performativa que Pauls describe obtiene, como muestra suprema de las aspiraciones estéticas de. Lamborghini, la idílica fórmula de "Publicar, después escribir": la comunicación adelantándose a la enunciación. "Todo va bien, hasta que llegan los lectores", escribe también O. L.; como si las tensiones producidas por aquella performatividad sólo pudieran convivir en la medida de carecer de receptores. Es otra paradoja, no obstante ésta habla de las condiciones de producción imaginarias de Lamborghini: como se sabe, son también ciertas típicas composiciones íntimas —diarios, poemas o pensamientos—, escritas y guardadas en cajones personales por individuos que hacen de la escritura una actividad clandestina o subsidiaria respecto de la vida de todos los días, las que comparten aquellos rasgos performativos hasta el punto de obstruir las condiciones de recepción. Entonces, ¿simplicidad o complejidad, la de Lamborghini? Acaso ninguna de las dos opciones sea concluyente, quizá carezca de sentido una conclusión.
Osvaldo Lamborghini escribió muchos de sus textos cuando el fervor por la parodia en literatura legitimaba cualquier empresa; esta debilidad fue otra de las manifestaciones de la seducción que siempre ejercieron sobre críticos y escritores los esquemas cerrados de interpretación y representación. Ahora podría ser plausible reconocer el elevado dosaje alegórico que generalmente adquieren los textos paródicos. Creo que en muchos casos una sobredeterminación alegórica de los relatos de Lamborghini permite que puedan ser leídos a un tiempo como obras de lo más transgresivas pero tan fácilmente asimilables que anulan toda posible revulsividad.
Es probable que detrás de estas notas haya una discusión acerca del Gusto; sin embargo también está presente otra más palpable: los desacuerdos que provocan los actos de legitimación. Prólogos, reseñas y comentarios son instrumentos ideales para convalidar o inaugurar tradiciones y genealogías; todos abrevan en el campo lábil de la opinión. Cuando la materia es casi contemporánea —como en este caso— sentimos que esos intentos quieren cambiar nuestra geografía literaria —a su vez sin duda totalmente arbitraria—. Osvaldo Lamborghini, para mí, consiste en una estribación lejana en la frontera de La Llanura de los Chistes.

Fuente: Chejfec, Sergio: "De la inasible catadura de Osvaldo Lamborghini", Babel, nº 10, julio de 1989.

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