jueves, agosto 12, 2010

Kairós

Parece que el kairós ha tenido en un principio una significación religiosa, que referiría a las iniciativas arbitrarias de un Dios que “juega” con el tiempo. Pero, poco a poco, al mismo tiempo que la noción de Dios se racionaliza y se vuelve incompatible con la idea de un comportamiento caprichoso, la noción de kairós, ya sin uso para Dios pero aún traduciendo el carácter azaroso del tiempo se seculariza y se humaniza: el kairós, ya no es el tiempo de la acción divina decisiva, sino el tiempo de la acción humana posible, que se inserta en la trama demasiado laxa de una Providencia razonable, pero lejana. El kairós, es el momento donde el curso del tiempo, insuficientemente dirigido, pareciera dudar y vacilar, tanto para el bien como para el mal del hombre. Si el kairós ha terminado por significar la ocasión favorable, se entiende que haya podido significar, por el contrario, el instante “fatal” donde el destino se doblega ante la desgracia. Pero, en este mundo donde todo “puede ser y no ser”, el instante de la pérdida puede ser también el de la salvación. Porque es “extático”, es decir que hace salir a los seres de sí mismos, les impide coincidir consigo mismos, el tiempo comporta esta consecuencia “física” de ser destructivo, de deshacer. (158-159)
Aubenque, Pierre (2010[1963]): La prudencia en Aristóteles, Buenos Aires, Las cuarenta.


DOOMSDAY

Será cuando la trompeta resuene, como escribe San Juan el Teólogo.
Ha sido en 1757, según el testimonio de Swedenborg.
Fue en Israel cuando la loba clavó en la cruz la carne de Cristo, pero no sólo entonces. 
Ocurre en cada pulsación de tu sangre.
No hay un instante que no pueda ser el cráter del Infierno.
No hay un instante que no pueda ser el agua del Paraíso.
No hay un instante que no esté cargado como un arma.
En cada instante puedes ser Caín o Siddharta, la máscara o el rostro.
En cada instante puede revelarte su amor Helena de Troya.
En cada instante el gallo puede haber cantado tres veces.
En cada instante la clepsidra deja caer la última gota.
Borges, Jorge Luis (1985): Los conjurados.

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