lunes, noviembre 29, 2010

La novela familiar (entrega 8)


Cultura dominante y cultura popular* (Aníbal Ford)

Pienso que el trabajo crítico debe ser un trabajo de afirmación de la conciencia nacional y popular, una forma de enfrentamiento con la cultura oligárquica y el imperialismo. (Un enfrentamiento no autónomo, sino interrelacionado, y en última instancia determinado, aunque a través de complejas mediaciones, por la lucha económica y política.) Es decir, por un lado, como ataque a la cultura dominante, a la cultura reproductora del sistema elitista y dependiente, naturalizadora y confirmadora del orden existente, a la cultura de la apropiación, de la reificación, de la alienación, de la mitificación, de la represión, etc. Por otro lado, como afirmación y exploración de los procesos que se oponen a la cultura dominante, a esas formas culturales que a pesar de estar sometidas a la expropiación, a la recuperación desdialectizadora, a la represión, fueron o van formando, junto a las otras luchas, una conciencia nacional y popular.
Si lo primero nos remite a un corpus claramente identificado —que puede ir de la producción de textos escolares a la publicidad manejada por las empresas multinacionales, de los suplementos de La Nación o La Prensa a la política cultural del régimen, de las formas que adquirió entre nosotros la literatura arquetípica a las series yanquis, de los seudonacionalismos a las formas de la división del trabajo intelectual, etc.—, la segunda instancia nos remite a una zona más compleja y a la que denominamos con términos muchas veces tergiversados y mitificados: cultura popular, cultura nacional. El desenfoque o el olvido con respecto a estas zonas, en especial con respecto a la primera —un concepto que introduce el conflicto social en el territorio de la cultura— se debe a diversos factores que vale la pena puntualizar. En primer lugar la persistencia del concepto burgués de cultura, que transforma a ésta en un bien universal, al margen de la historia, un concepto que hace de la cultura de una clase la cultura universal, la única cultura, la civilización. Un concepto que tiene una vertiente elitista (diferenciadora, apropiadora, sacerdotal) y una vertiente reformista, distributiva y en última instancia represiva. Para ésta la cultura es un bien universal que hay que distribuir entre las masas carentes de cultura, es decir "incultas", "bárbaras". (Una distribución, por otra parte, que comienza históricamente a funcionar a partir de la necesidad de las clases dominantes de reproducir el sistema.) Pero las negaciones con respecto a la cultura popular no tienen sólo este origen. Están implícitas, por ejemplo, en las afirmaciones, provenientes del liberalismo y de la izquierda, de que la cultura dominante lo inunda todo. De ahí se termina reconociendo como único centro impugnador de la cultura dominante a la subversión directa o a la ortodoxia, según los casos, y se otorga a las clases populares un rol pasivo, no creador, carente de iniciativa histórica (iniciativa que muchas veces es reducida a espontaneísmo, un término a menudo utilizado con una gran carga de prejuicios derivados del evolucionismo y del positivismo), un rol vacío, alienado por el sistema. (Hecho que de ser cierto, por ejemplo, no explicaría el poco peso que tuvo la publicidad defensora del sistema sobre el electorado que votó el 11 de marzo de 1973).
Pero con respecto a la cultura nacional y popular, concebida en los términos en que tratamos de irla definiendo, se plantean también problemas con respecto a muchos de los que hacen su exégesis. Dejando de lado las variantes derivadas del pensamiento nacionalista burgués (pensamiento sin embargo importante en cierta etapa de nuestra historia cultural, como puede ser el caso del Rojas de La restauración nacionalista), me refiero, fundamentalmente, al traslado indiscriminado de tesis provenientes de países del Tercer Mundo cuya historia, estructura de clases y forma de dependencia son diferentes a las nuestras. Así sucede con ciertas lecturas y traslados mecánicos de las tesis de un pensador fundamental en el campo de las relaciones entre política y cultura: Frantz Fanon.
Todo esto me lleva a puntualizar que una redefinición de los conceptos de cultura nacional y cultura popular debe apoyarse en el análisis concreto de la historia argentina —en el marco de la historia de América latina—, de la forma que adoptó en nuestro país el conflicto social y el tipo de dependencia al que estamos sujetos. No serán los códigos de la cultura burguesa ni los análisis hechos sobre otras realidades los que indicarán el camino para valorar los procesos culturales que influyeron efectivamente, a veces a partir de precarias contraideologías, en la formación de una conciencia de clase (en un país donde, no lo olvidemos, la historia de las clases explotadas es compleja y cruzada por la inmigración externa y por la migración interna) y de una conciencia antiimperialista, de una cultura que no se hunde sino que marcha y crece junto al proceso de liberación y cuyo corpus complejo, contradictorio y en gran parte perdido, puede ser explorado en fenómenos diversos, que van de la producción de los marginados a los pensadores nacionalistas y revisionistas, de las lecturas de los medios de comunicación que hace el proletariado industrial a las manifestaciones populares, de los payadores anarquistas y radicales a los ídolos de la etapa peronista, del proteccionismo cultural a la producción de los intelectuales marginados o insertos en la industria cultural, de la vida cotidiana y las organizaciones de barrio al carbón y la tiza, del periodismo obrero al periodismo de denuncia, del cine populista al cine de liberación, y en tantos otros fenómenos en los cuales se fue y se va articulando, muchas veces de manera precaria y contradictoria, una respuesta ante la cultura dominante, directa o indirectamente unida a las luchas populares.

* Los trabajos contenidos en este volumen [Medios de comunicación y cultura popular] se inscriben en una producción más amplia constituida también por la cátedra, el periodismo, el trabajo en la industria cultural y la práctica política. Incluimos aquí esta respuesta de A. F. a una encuesta realizada por Jorge Lafforgue sobre la función de la crítica (1972) porque en ella están sintetizadas las tesis básicas que informaban hacia esa fecha, nuestras exploraciones. J. R. y E. R. [Jorge B. Rivera y Eduardo Romano]

Fuente:
Ford, Aníbal; Rivera, Jorge B.; Romano Eduardo (1987, 2 ed.): Medios de comunicación y cultura popular, Buenos Aires, Legasa, pp. 20-23.

1 comentarios:

Ezequiel M. dijo...

Ese librito es genial.

Che, deberías venderle la antología a alguna editorial

 

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