miércoles, junio 30, 2010

Agambeniana

En el blog Notes for the coming community, David Kishik se encomienda a nuestro benemérito Giorgio Agamben, se sumerge en su filosofía y la desgrana leyéndola, volviendo a confrontarla con Foucault o Deleuze y explorando sus conceptos. Ahí van algunos posts sobresalientes:

We will use the term “biopolitics” from now on to designate this constant struggle between these two forces, rather than only one of them independently of the other: on the one hand, the monitoring, controlling, disciplining, and administrating of our lives by apparatuses of power (like the government and the police, but also the education system and economic institutions, to mention just a few obvious examples); on the other hand, our ability to fight these powers by imagining, producing, practicing, or presenting new ways to share our lives with one another. (Thesis on the concept of form of life)

But the idea that language is an apparatus is already present in Freud’s first book, On Aphasia, where he explicitly and consistently speaks about “the speech apparatus” as the field of his investigation. This is a clever move that allows him to avoid the need to deal with the abstract structure of language (what Saussure will call langue), as well as its actual use by a speaker (parole). Instead, it enables Freud to treat language as this impersonal and pragmatic machine that can break down from time to time, thus leading to aphasia, whereof one cannot speak. He realizes that aphasia should not be understood as a single entity, but rather as a complex variety of speech impairments. Instead of localizing those different aspects of aphasia in particular parts of the brain, he insists that they are the result of different linguistic functions and dysfunctions, associations and dissociations. (The apparatus of language)

martes, junio 29, 2010

La novela familiar (entrega 5)


El crítico inter es (Raúl Antelo)

El crítico ocupa un intersticio de ficción y teoría. Aunque ese su lugar singular nada tiene de desinteresado. Muy por el contrario, en el interés (es decir, en el empeño pero también en la ganancia, esa que nos da la poesía, que "remunera los déficits de la lengua", según Mallarmé) se aviva su pasión por leer y comprender. Inter legere, ser intelectual, poder pensar la experiencia. Y la experiencia de lo moderno es una experiencia con lo acéfalo, no sólo con lo que suspende el dominio de la racionalidad sino también lo que nos muestra la contextura de un cuerpo. La acefalidad es un entre-lugar teórico. Allí se cruzan la potencia de pensar de ciertos europeos en guerra enfrentados con su destierro americano, pero también la monstruosa historia local, hecha de excesos y abusos, como el de pensar lo occidental. Borges es el nombre de uno de tales profanadores. Puede ser un guía en los vericuetos de tantos otros compañeros de viaje: Ángel Rama, Glauber Rocha, Benjamín Fondane, Francisco Ayala, Haroldo de Campos, Arturo Carrera o Tamara Kamenszain. El crítico inter es se cierra (se abre) con algunas lecturas menudas.

Fuente: Antelo, Raúl (2008): Crítica acéfala, Buenos Aires, p. 11.

lunes, junio 28, 2010

Presentación Apache de Sonia Budassi

Literatura + enfermedad (sobre Balnearios de Etiopía de Javier Guerrero)


La primera novela del venezolano Javier Guerrero, Balnearios de Etiopía (Eterna Cadencia, 2010) se inicia con una oración que abre el discurso al exceso: “La enfermedad se desató con violencia.” (p. 9). Esa enfermedad innominada se presenta como el motor de la narración conducida por un narrador convaleciente que advierte como su cuerpo y sus órganos se descontrolan, pierden consistencia, se amoratan, se pudren, cicatrizan y vuelven a abrirse, supuran o se deshacen. En esta línea de lectura, el cuerpo sin órganos es, sin duda, uno de los temas centrales de Balnearios de Etiopía: las descripciones de los efectos del contagio y los intentos por dominarla; las imágenes de un cuerpo que se desorganiza, de órganos que cambian su aspecto, sus movimientos, sus interacciones; y la escritura de un protagonista que nota que su organización física ya no es lo que era: “Encajes de fiebre, pespuntes de oro, texturas azules vinieron de golpe. Sin darme cuenta, la enfermedad talló mi cuerpo.” (21). La desarticulación, la experimentación y el nomadismo en el cuerpo del narrador se oponen a los estratos del cuerpo sano y, también, como veremos, a los del sexo, la familia y la sociedad. En este sentido, no es posible pedirle a esta novela una progresión en la historia porque se ajusta a la lógica de su objeto, la enfermedad, y esta lógica es la del exceso, la dispersión y el expansión, la conquista de espacios y su desorganización, como quería Bataille: el triunfo de lo informe.

domingo, junio 27, 2010

Violencia segregativa urbana y genealogía del exterminio

FORO PERMANENTE de DDHH y GENOCIDIO


Lógicas de la violencia cotidiana - el Campo de Concentración como Lógica biopolítica de la Modernidad

Prof. Alejandro Kaufman (Docente Fac. Ciencias Sociales, UBA. / U. N. Quilmes)
Ciclo de Conferencias 2010


CENTRO CULTURAL TADRON
MARTES 29 JUNIO – 21 hs.
Armenia y Niceto Vega
Te: 4777-7976
Acto de Cierre: Las Preguntas Últimas ( M. Rodriguez, Andrea Buscaldi, D.Ferioli )

“..las preguntas últimas, que no son las que no tienen respuesta, sino las que ya nadie puede, siquiera formular.” E. Grüner

Visto en Deleuze.

Todos somos Osvaldo Lamborghini (Entrega 6)

Entrega 1: "La seducción del gesto" de Antonio Marimón (Punto de Vista, nº 36, 1989).
Entrega 2: Reseña sobre El fiord de Oscar Steimberg (Los Libros, nº5, 1969).
Entrega 3: "[Sobre] Sebregondi retrocede" de Héctor Libertella (en Nueva escritura en Latinoamérica, 1977).
Entrega 4: "De la inasible catadura de Osvaldo Lamborghini" de Sergio Chejfec (Babel, nº 10, 1989).
Entrega 5: "Lengua: ¡sonaste!" de Alan Pauls (Babel, nº 9, 1989).

Tipos de guerras (Luis Chitarroni)

A Osvaldo Lamborghini le tocó, sin que amagara desentenderse, una tarea difícil e insidiosa. Cierto es que en una época de buscas exhaustivas, él había encontrado algo que parecía precozmente inútil, pero es cierto también que eso no avala sino de soslayo el reclamo que un medio pródigo en regateos, mezquindades y envidias puede y podrá hacerle: "¿Qué hay en esta literatura aparte de su estentórea procacidad?" No es menester dar explicaciones; sí, remitir a esos lectores voluntaria o involuntariamente desorientados a las páginas 91/92, 174 a 178, 296/297 de Novelas y cuentos. También en ellas faltan explicaciones, si bien se encontrará allí la voluptuosidad que la omisión adquiere en la obra de los grandes.
Lo que Lamborghini había encontrado, por lo demás, era un estilo, y ese estilo acarreaba un sistema de representación formidable. El valor de ese estilo debe apreciarse críticamente de acuerdo con el efecto de "oscilación/traducción" que Aira detecta en el prólogo. Podría decirse que mientras otros escritores entendían lo que leían, Osvaldo Lamborghini lo escribió, pero la fórmula es sospechosa. Está exactamente en el nivel pavote que hace de lo aforístico un abuso de confianza, algo que OL combatió, a su vez, convirtiendo al juego de palabras en una música sorda con la fuerza de un argumento tajante. (Atajar, tal es, ni más ni menos, una de las tácticas lamborghinianas por excelencia: tipos de guerras fabricados en el acto, a la defensiva pero con gran disimulo.)
Ahora bien, esa práctica tenía un antecedente que, valga la paradoja, se ubica después de Lamborghini, Borges, cuya estrategia fija con la lectura y su semejanza da otro resultado: literatura traducida. Lamborghini, como se verá, se detiene antes, haciendo que la lectura lo complique todo en una especie de festín autofágico que no tiene nada que ver con un ritual obsesivo, dejando a la lengua atragantada por su propia ingestión. Por lo tanto, y ese efecto de "oscilación/traducción" es la prueba, el carácter del hallazgo estilístico lamborghiniano parece confinarse a un género muy pequeño (minimal, dirían): la frase. Que la frase encuentre toda la violencia de una síntesis poética y que al mismo tiempo quede a un paso del programa narrativo, es improbable. Lamborghini lo logra creando un sistema del entre.

sábado, junio 26, 2010

Provoquemos una catástrofe: ciclo de literatura

viernes, junio 25, 2010

Universidade invisibel



"La Universidad Invisible es un experimento en el campo de la producción institucional y cultural. No tanto una organización al uso, la Invisibel se define como “red de proliferación”; esto es, una multiplicidad puesta en común en la forma de un cuerpo descentralizado, que con la voluntad de experimentar con las formas de la producción de saber y animar los debates críticos, coordina distintos proyectos de docencia alternativa, intervención artística y metropolitana, crítica institucional, activismo y experimentación epistemológica y conceptual."
Visiten Universidade Invisibel, un gran proyecto de reflexión y acción crítico-filósofica, con mucho en gallego pero también en español, inscripto en la filosofía política contemporánea. Hay publicaciones y papers gratuitos (algunos papers introducen al pensamiento de Toni Negri, Jacques Derrida o Fredric Jameson), un laboratorio en torno a la gubernamentalidad, el biopoder y el espectáculo; y una wiki. En fin, para que los amantes del pensamiento del afuera tengan con qué discutir y pensar.

jueves, junio 24, 2010

Cinco para vencer (sobre La fiesta de la narrativa de El Quinteto de la Muerte)

La fiesta de la narrativa (Una ventana ediciones, 2010) es un intento por capturar, de algún modo, una(s) experiencia(s) artística(s). ¿Por qué experiencia(s)? Porque se trata de un libro que selecciona y re-produce textos y partituras del grupo El Quinteto de la Muerte, compuesto por Facundo Gorostiza, un músico, y Federico Levín, Ignacio Molina, Lucas “Funes” Oliveira y Ricardo Romero, cuatro narradores (ninguno de ellos inédito, todos han publicado en diversas editoriales, revistas y antologías). Este bicho de cinco patas, como se lo denomina en la contratapa del libro, ha venido desarrollando desde 2006 una serie de lecturas itinerantes en las que compartieron sus producciones ya musicales ya literarias. La fiesta de la narrativa, como decía, intenta asir esas lecturas, esas reuniones festivas: por un lado, la edición dedica un apartado (“Lo que pasó”: “Textos leídos” y “Todas las fechas”) a dar cuenta de los textos, las fechas y los lugares por los que El Quinteto de la Muerte ha transitado (así, de alguna manera, historiza las lecturas, las devuelve mínimamente a sus contextos, muestra la insistencia de estos muchachos por construir un clima de intercambio y arte); por otro lado, intercala partituras de Facundo Gorostiza, el encargado de musicalizar las lecturas del grupo, con las producciones de los narradores (en este sentido, la literatura no desplaza a la música sino que comparten espacios de escritura; sin embargo, quedan las ganas de escuchar las piezas).
Ahora bien, ¿qué resulta de La fiesta de la narrativa, este compilado de El Quinteto de la Muerte? En principio, el libro abre con un prólogo, “Lo que somos”, que nos presenta al grupo y su ciclo de lecturas con un anti-manifiesto que reivindica la amistad que los une, la constante búsqueda y la intención de hacer público sus trabajos solitarios. Después sí, entre partitura y partitura de Gorostiza, los textos de los narradores aparecen con sus propias voces, sus propios estilos y sus propias historias.
A ver, los relatos que abren y cierran La fiesta de la narrativa nos presentan dos propuestas bien diferentes. En el primero, “Valle hermoso” de Lucas “Funes” Oliveira, un narrador quejoso (en ese tono entre lo cómico y lo insoportable, encuentro el acierto de estilo de Oliveira) cuenta un viaje a Valle Hermoso ,junto a su pareja, en el que no sucede nada pero donde, lentamente, un pequeño rumor, la historia de Elsa, se vuelve una obsesión, un sucio secretito que hermana la comunidad del lugar. Así, este rumor se convierte en una excusa para la narración (y para la acción del protagonista) y Valle Hermoso comienza a cobrar un halo de misterio (la historia, la descripción y la visita al hotel Eden es el otro punto alto del relato que contribuye con este halo). El final hay que leerlo, es perturbador.
En cambio, en el relato que cierra la antología, “El cartógrafo” de Ricardo Romero, sucede algo diferente: en un clima que recuerda tanto a algunos cuentos de Ballard como a Mad Max, la Ruta (un lugar de tránsito, de abandono, de viento y polvo) es el ambiente perfecto para una historia equívoca, árida, de rutinas que engendran fantasmas. Esta vez, el estilo de Romero, desde su parquedad, su ambigüedad y sus imágenes distópicas, se juega en la descripción de una itinerario vital, el del narrador, que cambia a partir de un murmullo femenino que cree escuchar en un viaje en moto por la Ruta, yendo de torre en torre para la medición. El hallazgo de ese lugar, la Ruta, y un personaje como Rómulo se presentan como dos elementos que hacen que leer este cuento valga la pena.
In medias res, los otros textos, “Lo desconocido es la parte de alguna mosca” de Federico Levín y “Fausto” de Ignacio Molina, resultan adecuados, bien escritos y también encuentran su propia originalidad.  Por ejemplo, el conjunto de textos cortos (pero vinculados entre sí) de Levín tiene un tono de prosa poética muy logrado (sobre todo, “Brazos” y “Zapatoshoe”) y construyen una mirada que desarma unidades (partes del cuerpo, movimientos u objetos son enfocados con obsesión y cobran un brillo distinto). Levín escribe estos microrrelatos desde el extrañamiento, aquella perspectiva que clamaba Shklovski, que hace que la vida cotidiana cobre nuevos sentidos, nuevos significados. Respecto de “Fausto” de Ignacio Molina, se trata de una crónica sobre la experiencia de ser padre, la novedad que encarna tener un hijo y cómo continúa la vida cotidiana (hay algunos episodios como el de Fausto encerrado en el baño, que demuestran una capacidad de Molina de hacer interesante lo mínimo).
En fin, La fiesta de la narrativa de El Quinteto de la Muerte nos abre la puerta a esta comunidad y su ciclo de lecturas regalándonos una muestra de las experiencias (y también la búsqueda y los límites) de cuatro narradores y un músico (y dándonos ganas de explorar con mayor profundidad las obras que están empezando a desarrollar). Respecto de los narradores, desde el relato largo hasta la crónica, ciertas obsesiones por volver extraña la vida cotidiana o por contar desde un estilo propio y sin pretensiones unen esta orgía artística en la que lo heterogéneo construye lo común y en el que lo uno se vuelve múltiple.

miércoles, junio 23, 2010

Entre ruinas

Acá, unos comentarios de distintos críticos y escritores, recopilados en La Voz del Interior (Córdoba) en 2001, sobre quiénes son los autores olvidados de la literatura argentina. Aparecen algunos nombres que ya mencionamos por estos pagos (Néstor Sánchez, Daniel Moyano, Bernardo Kordon) y otros que tendré que empezar a hojear para ver de qué me estoy perdiendo (Arturo Cerretani, Amalia Jamilis, Salvador Benesdra). Ya empiezo la búsqueda (total, si es como con los antes nombrados, seguro que sus libros se consiguen en saldo o usados).

martes, junio 22, 2010

El niño peronista

En El tilo (2003), César Aira, además de construir su propia y delirante ficción peronista, retoma la figura del niño en el cruce entre la violencia y la política que había exhibido Osvaldo Lamborghini con "El niño proletario" pero que ya podría rastrearse en el niño que muere degollado por el toro en El matadero de Echeverría. Así, el narrador de la novelita de Aira nos presenta una "leyenda pringlense" que de alguna manera invierte y reactualiza la figura del niño amenazado por la violencia política, la leyenda pringlense del Niño Peronista. 




[...] No podría confirmar las virtudes especialmente sedantes del Tilo Monstruo porque ese árbol ya no existe; fue echado abajo en un acto irracional de odio político, el acto final de la leyenda pringlense del Niño Peronista —que se había refugiado en su copa una noche, y una banda de fanáticos furiosos que lo perseguía atacó el tronco a hachazos... Ese niño, de mi edad, de mi época, con el que puedo identificarme plenamente, se había vuelto un símbolo por razones familiares. "El niño peronista": ¿a quién se le puede ocurrir? Los niños no tienen identificación política, no son de izquierda ni de derecha; éste debía de ser ignorante de lo que encarnaba. Pero el símbolo, como un virus fatídico, lo había infectado. Por otro lado, la infancia puede serlo todo, como reflejo o analogía. Y además, la idea, alentada por el mismo Perón, era la de una evolución de la que resultaban necesariamente niños peronistas; había una biología del peronismo.
Lo más extraño fue que esa banda era un comando de la Resistencia peronista, encabezado por el colchonero Ciancio. Una compleja serie de malentendidos los había llevado a confundir el "signo" (el positivo y el negativo) de la simbolización que transportaba el niño. Lo que indica la complejidad de nuestras querellas políticas, que una simplificación posterior ha querido pintar en blanco y negro.
Esa cruel medianoche, el sonido de los hachazos se repetía como un tam tam de terror... Dije que yo era contemporáneo, y nada lo prueba más que lo siguiente: el único libro que tuve en mi infancia, o el único que recuerdo, era el libro de Sambo, un precioso librito no guillotinado en ángulos rectos como todos los libros sino con el perfil de un árbol (¡cuánto daría por tenerlo ahora!); el Niño Peronista también debía de tenerlo, o haberlo visto, porque era muy popular entonces, no sé por qué: Sambo, el niñito negro, se refugiaba de los tigres en la copa de un árbol, los tigres empezaban a dar vueltas allá abajo hasta que se fundían en una crema, según recuerdo. Pero el Niño Peronista estaba haciendo realidad la fábula, que seguía siendo a su modo, en el símbolo, una fábula de animales. ¿Acaso a los antiperonistas no los llamaban "gorilas"? ¿Y los gorilas no anidan en los árboles?
Los hachazos, y la cúpula de la medianoche encima de la Plaza, en cuyas eclípticas tenebrosas se realizaba un viaje interplanetario a todos los horrores sin nombre de la vida; a todas las figuras que alguna vez serían el arte. A otros mundos, mundos al revés, donde peronistas y antiperonistas intercambiaban posiciones.
Ese tam tam del hacha, en la oscuridad, he seguido oyéndolo todo el resto de mi vida, cada vez que pongo la oreja contra la almohada; no lo oí en la realidad, pero lo oí en los relatos del episodio que me hacía mi madre. No importa que ahora sepa que son los latidos de la sangre; ellos también pueden simbolizar esa amenaza... Tengo que cambiar de posición, ponerme boca arriba, lo que me resulta incómodo y no me permite dormir. De ahí viene el hábito cruel de no poder dormir, que lleva a pensar que no se puede vivir más.
Envueltos en el prestigio de la leyenda, adornados, deformados, esos hechos pasaron en la realidad. Es increíble que pasaran, parecen inventados, y sin embargo pasaron, y yo estuve ahí, si no en la copa del árbol sí en esos días, en ese pueblo, en ese mundo que hoy está tan lejos. Toda mi vida se tiñó de ese color irreal de fábula; nunca más pude hacer pie en la realidad.
Los libros, el arte, los viajes, el amor, las remanidas maravillas del universo, han sido una multicolor derivación de esa leyenda: todo lo que estaba en el mar oscuro encima del árbol. En ellos he sublimado la falta de una vida real... y hasta me he considerado un privilegiado. Pero la desaparición de aquel gran árbol terapéutico, en el sistema simbólico, tuvo sus efectos. Heredé una disposición nerviosa que me atormenta; en el centro de mi ser resuena una vibración que al llegar a la piel (y llega siempre, porque está ahí, siempre, cada minuto) me causa una inquietud más grande que el pensamiento... Me impide seguir viviendo, esa ansiedad... Pienso en la muerte, yo que nunca debería pensar en ella. Era inevitable que buscara remedio en el alcohol, en las drogas, sobre todo el alcohol, rompiendo sobre mí como un oleaje de desesperación... Levantarme de la cama a la madrugada, incapaz de resistir un instante más esa inquietud, y pasearme por la casa oscura hasta comprobar una vez más, como todas las noches, que no hay ningún lugar. La muerte no es una solución porque mi cadáver también va a levantarse... ¿Qué puedo hacer? Es involuntario, me domina... [...]

Fuente: Aira, César (2003): El tilo, Rosario, Beatriz Viterbo, pp. 9-13.

lunes, junio 21, 2010

Radowitzky for everyone


¿Todos se dejarán la barba y el pelo como él?

Acá, un excelente comentario de Bardamu sobre el mini-boom Radowitzky en las secciones culturales (y ese pasado que en el Bicentenario lo desactivan o lo dejan de lado).

domingo, junio 20, 2010

Carlos Monsiváis Q. E. P. D.

Recibo estupefacto la noticia de que falleció Carlos Monsiváis, eximio crítico cultural mexicano. Tuve la oportunidad de conocerlo hace tiempo por una visita que realizó a Buenos Aires y era un hombre además de inteligente, amable y predispuesto, incluso en ese momento dio una conferencia grandiosa en la Facultad de Filosofía y Letras sobre performance y cultura latinoamericana que cuando la encuentre la pondré nuevamente en circulación. En fin, que en paz descanse y acá, información sobre su vida y su obra.

sábado, junio 19, 2010

La novela familiar (entrega 4)


Advertencia (Jorge Panesi)

Juntar, rejuntar, contabilizar, reunir. Tareas de aparente totalización, de sutura, de tenaz inventiva para lograr una línea razonable y armónica que demuestre los intereses y vaivenes, tanto azarosos como previsibles, en un sujeto dedicado parcialmente a la crítica. Una línea a toda costa. Esto es siempre posible, y a cualquier costo. Por lo general, módico. Pero la juntura, en este caso, se me ocurre que tiene la apariencia de una remoción de escombros.
La crítica literaria edifica, solicita arquitecturas, avanza en cuidadosas arquitectónicas, postula planos representativos, escalas fieles, erige obeliscos y trata de conservar mausoleos. Sin embargo, siempre remueve escombros: no se sabe qué cuerpos hallará apretujados, qué rescatará de tanta solidificación indiferente y rota. Apremiada tarea, urgente, del día y de la hora (la crítica encadenada al presente): el ahora no se detiene, urge, azota de apremios, pero la remoción debe ser meticulosa, casi exacta, paciente. El apuro la detiene en lo inservible; el detenimiento no garantizará su éxito, tampoco la esquiva admiración erudita. La morosidad con la que lee solamente será un signo indecible de su amor. Se detiene en el cuidado por amor. ¿A qué? No lo sabe. El amor a la literatura le suena abstracto y convoca la chafalonía con que se recubre lo sublime. La crítica literaria evita lo sublime como si se tratara de un incesto. Limitadamente filosófica, quisiera derruir las grandes construcciones estéticas a las que, empero, visita con la frescura y la contemplación de los turistas. No son su territorio: estos palacios fuera de moda le causan admiración porque en su país quedarían reducidos a escombros apenas catalogables por la pasión de la utilidad.
¿Amor a qué? Apenas puede proclamarlo en íntimo falsete para el público que mira de soslayo o pone los ojos en blanco. El público de neófitos ama la literatura en silencio y a la distancia, como a imposibles amantes de las que, incrédulamente, hace tiempo viene escuchando elogiar sus dones amatorios. Para el público escasamente cultivado, la crítica se exalta, y luego, en la intimidad, se avergüenza de la exaltación; en cambio prefiere, para las grandes ceremonias cívicas, un tono modesto de marido fiel que por pudor no puede describir el inconcebible himeneo. Los congresos, el pasillo, o el café (allí retoza entre los suyos) le permiten la reglada euforia del momento. Allí la camaradería estrecha no convoca el objeto de amor; la intimidad es con los rivales o con los aliados. Toda declaración de amor queda allí vedada y, como en los conventos, cualquier gesto encendido suscitará el escándalo. Se siente segura mientras sabe que confraterniza con desahuciados.
Inconfesable, reclama siempre nuevos lenguajes para la confesión. Secretea y finge que devela secretos. Se entrega a devaneos prostibularios y sueña con quien habrá, por fin, de sacarla a la luz redentora. Porque es hija de la luz, cree en sus razones a pesar de una condena histórica al encierro que la enclaustra, y la hace ensimismarse en la plegaria no atendida. Esclava conventual, la sumisión la vuelve hoy manumitida orgullosa, liberta extraviada que sólo atina a proclamar su libertad sin uso; ha trazado su reino de negritud con los iguales, pero sueña siempre con aquellos tiempos cuando las cadenas engrandecían a este mismo amo al que hoy ama en el silencio y en el secreto fervoroso de la celda donde se ha encerrado.
Remueve escombros. Casi estupefacta no quiere las razones que, bien sabe, son la causa del desastre. Su causa siempre ha sido la demolición y el ataque. Comprende que ha heredado de su amo la furia y las ansias de ensanchar las fracturas. Si compone, si se recompone o se vuelve sedentaria, pierde su razón de existencia. Benjamin ironizaba: guerrera en el combate literario. Siente hoy que la escaramuza se ha reducido y que la guerra es exigua, trinchera de provincias, focos aldeanos cuyo fin la indiferencia ya ha decretado.
La melancolía (es el tono de estas líneas, tal vez pretenciosas por el desliz hacia el patetismo) podrá ser una emoción exagerada que el crítico no debería permitirse. Sucede que los prólogos de la crítica se han convertido en un salón de tránsito ceremonial surcado de agradecimientos corteses hacia corporaciones, conventos, Estados, becas. Recuerdan los atildados prólogos del Siglo de Oro que mentaban marqueses y condes, sin poder desterrar ni la verdad ni la intrínseca falsedad de su retórica. Siempre he rescatado, sin embargo, aquellos prólogos que agradecían a esposas norteamericanas por el ensanchamiento de sus tareas domésticas y por el acto de amor servicial que las transformaba en dactilógrafas. La técnica casi ha borrado estos agradecimientos de los prólogos profesorales. Permanece (y esto me llena de sospechas) el reconocimiento a la paciencia de los colegas que han leído el manuscrito. ¡Dios me libre de algún colega mío leyendo tijera en mano (como Ezra Pound versus The Waste Land) estos manuscritos! Tuve cinco lectores de esperpentos1 (también creo que han sido mis maestros, pero uno nunca sabe qué cosa es ser maestro o discípulo, salvo en la infantil imitación de los gestos, o en el embobado plagio, y no siempre de lo bueno). Sí es cierto que me han leído (apenas alguno que otro de estos escombros), lo sé con certeza porque jamás han sido indulgentes. Les agradezco precisamente eso. Aunque como es célebre: "me hubiera gustado que también les hubiese gustado".
Tarde para preguntar: si hay un "gusto" en la crítica literaria, jamás escapa a la estricta regencia de la moda (al igual que en todos los restantes aspectos). Por eso, también tiene un carácter cómico quien esperanzado junta viejos retratos creyendo salvarlos del tiempo. La crítica literaria amarillea más pronto que la hoja del periódico.
Lugar de la gratitud, de la promesa, de la reticencia y la justificación, también el prólogo es el lugar del exceso. Con sentimiento de culpa quisiera convertirlo en el lugar del perdón. El exceso, como las rabietas (o su sucedáneo trágico, el suicidio), están dirigidos. Supongo que el lector de prólogos apreciará esta advertencia excesiva, puesto que lo imagino como un ser cómodo, también chismoso, y curioseador sin compromisos. No tiene mucho tiempo, no quiere perderlo y le gusta saber si vale la pena seguir adelante. Con toda seguridad, es casi un crítico literario. Una de las tareas tradicionales de la crítica ha consistido, justamente, en escribir prólogos. Que son escombros melancólicos del tiempo, o como a propósito del presente dispararía algún colega acertado y mordaz: ladrillos apilados con pesada ineptitud discursiva.
Estado de ánimo (en otro contexto debí haber escrito "estado de la crítica"). Pero se trata del mío, únicamente. Que en el rejunte sólo puede remover escombros. El tango diría: "no hace escombros el que quiere"; o tal vez, alguien más académico, casi como yo mismo: "hacer escombros, después de todo, no tiene nada de escandaloso". Es un ejercicio de paciencia y de modestia.

1 Enrique Pezzoni, Ana María Barrenechea, Josefina Ludmer, Tamara Kamenszain y Ariel Schettini.

Fuente:
Panesi, Jorge (2000): Críticas, Buenos Aires, Norma, pp. 9-13.

jueves, junio 17, 2010

De la literatura considerada como una tauromaquia (Michel Leiris)

¿Por qué volver sobre "De la literatura considerada como una tauromaquia" de Michel Leiris? En principio porque la analogía que intenta sostener Leiris en 1939 entre el escritor y el torero es por demás interesante: el peligro al que se enfrentan (uno físico, el otro de otra índole) pero también la necesidad de técnica y precisión. Por otro lado, Leiris logra una reflexión en torno la confesión autobiográfica como apuesta literaria que pone en juego el cuerpo y la vida del escritor (hasta acercarse a un límite que roza con la terapuética) y en tiempos donde lo autobiográfico ha vuelto a tener cierta preponderancia en la literatura argentina, bien vale la pena detenerse en esta reflexión. Por último, siendo uno de los textos en los que la llamada "literatura comprometida" toma otras aristas distintas a las esbozadas por la teoría sartreana, creí necesario que pudiera conseguirse en el gran mundo cibernético. En fin, que lo disfruten.



De la literatura considerada como una tauromaquia (Michel Leiris)

Si nos atenemos a la frontera que la legalidad francesa traza en el tiempo de cada hombre que depende de ella —regla a la que está sometido por la fecha de su nacimiento—, es en 1922 cuando el autor de L'Age d'Homme* alcanzó ese recodo de la vida que le ha inspirado el título de su libro: en 1922, cuatro años después de la guerra, vivida, al igual que otros muchachos de su generación, como unas largas vacaciones, según la expresión de uno de ellos.
Desde 1922, el autor se hacía pocas ilusiones acerca de la realidad del vínculo que, teóricamente, debería existir entre la mayoría de edad legal y una madurez efectiva. En 1935, al terminar su libro, imaginó sin duda que su vida ya había pasado por suficientes rodeos como para poder enorgullecerse de hallarse, por fin, en la edad viril. En este 1939 —cuando los jóvenes de la postguerra ven vacilar irrevocablemente ese edificio de facilidad dentro del cual se desesperaban esforzándose por poner, al mismo tiempo que un auténtico fervor, una tan tremenda distinción—, el autor confiesa sin ambages que aún le queda por escribir su verdadera "edad del hombre", una vez padecida, bajo una u otra forma, la misma amarga prueba que habían afrontado sus mayores.

miércoles, junio 16, 2010

figuraciones

Sí, ya sé, chocolate por la noticia, pero acabo de descubrir la revista figuraciones: teoría y crítica de artes del IUNA (que comenzó en formato papel en 2003 y cuyo último número data de diciembre de 2009). Es una revista dirigida por Oscar Steimberg que se propone abrir un "espacio de indagación y debate en relación con las prácticas sociales que dan lugar a las distintas configuraciones de los objetos artísticos, a las continuidades y cambios de sus condiciones de producción y a los modos de su percepción y empleo por parte de sus distintos públicos". La revista tiene artículos muy interesantes, un diseño bien amigable y los temas me pudieron: nº 1/2 (Memoria del arte/ memoria de los medios); nº 3 (El arte y lo cómico); nº 4 (Las muertes de las vanguardias) y nº 5 (Las tapas de semanarios del siglo XX). Esperemos que siga saliendo.

martes, junio 15, 2010

Todos somos Osvaldo Lamborghini (Entrega 5)

Entrega 1: "La seducción del gesto" de Antonio Marimón (Punto de Vista, nº 36, 1989).
Entrega 2: Reseña sobre El fiord de Oscar Steimberg (Los Libros, nº5, 1969).
Entrega 3: "[Sobre] Sebregondi retrocede" de Héctor Libertella (en Nueva escritura en Latinoamérica, 1977).
Entrega 4: "De la inasible catadura de Osvaldo Lamborghini" de Sergio Chejfec (Babel, nº 10, 1989).

En el año 1988, la publicación de Novelas y cuentos de Osvaldo Lamborghini, con prólogo de Aira, por Ediciones Del Serbal produjo, tiempo después, una serie de artículos e intervenciones en las revistas culturales y literarias argentinas sobre qué podía significar esta edición de un autor maldito y de culto. Tal vez el artículo de Alan Pauls titulado "Lengua: ¡sonaste!" y publicado en la revista Babel (nº 9, 1989) sea uno de los textos que mejor demuestra dicha preocupación. Es decir, los textos de OL habían circulado de una manera subterránea constituyéndose un objeto de culto pero en 1980 con Poemas y en 1988 con Novelas y cuentos, la escritura de Lamborghini comenzaba a ser asimilada, podía conseguirse en librerías (y ya no de modos complejos en ediciones cuasi-artesanales, figuritas difíciles de la literatura argentina trangresora). Pauls, justamente, advierte esa paradoja de publicar de forma masiva a un autor maldito, de aspirar a un Todo Lamborghini, de prologarlo para volverlo entendible, transmisible (aunque esto lo señalará más claramente Chitarroni en el mismo número de la revista, artículo que subiré en la próxima entrega): la "cadaverización" de Lamborghini, dice Pauls, "su digno y silencioso destino de museo". Más allá de esas apreciaciones, el autor de "Lengua: ¡sonaste!" propone, por lo menos, dos ideas interesantes para intentar aprehender la escritura de OL sin quedar idiota: 1. pensarla como un "hacer sonar la lengua", es decir, llevarla a su limite, "darle la máxima vida y ponerla en peligro máximo" (en este punto, Pauls señala que en Lamborghini, la lengua es también la ley y así lo vincula con un libro que se estaba publicando en ese momento: El género gauchesco: un tratado sobre la patria de Josefina Ludmer); y 2. la necesidad de un acto por cada palabra, idea en la que resuena una perspectiva pragmática y que la permite al autor del artículo enlazar a OL con Manuel Puig en la medida en la que los dos trabajan con lo estereotipado de la sociedad y de la lengua. En fin, basta de introducciones, acá va una nueva entrega de "Todos somos Osvaldo Lamborghini".


Lengua: ¡sonaste! (Alan Pauls)

La edición de Novelas y cuentos acaba con un mito y funda otro. El primero quería que Osvaldo Lamborghini fuera no sólo una literatura, tal vez la última literatura-límite de la literatura argentina, sino también una tipografía (la negrita de El Fiord, el cuerpo apretado de Sebregondi retrocede), una puesta en página, una vocación de brevedad y un modo de edición: siempre libros delgados y pequeños, como si la forma libro también delirara su alucinación de clandestinidad. Durante mucho tiempo (desde los Poemas, que Rodolfo Fogwill hizo imprimir en 1980) creímos que nunca leeríamos esa literatura en otros caracteres que los que eligieron Chinatown ediciones (El Fiord), Noé (Sebregondi retrocede) o Tierra Baldía (Poemas), y que los textos de Lamborghini mantenían con los avatares de la edición una relación de secreta necesidad. Creíamos que, para leerlos, Lamborghini (él, y por supuesto la ignorancia que se abatió sobre él) nos obligaría siempre a volver sobre la materialidad única de esas pocas apariciones, a erosionarla con las relecturas, a manipularla como si se tratara de una colección de fetiches. Ese ritual de repetición terminó convenciéndonos de que los textos de Lamborghini eran textos princeps: habían sido editados como habían sido escritos: para herir o para desaparecer. Hubo, por cierto, otros: César Aira los reseña en el prólogo de Novelas y cuentos. Pero fueron esporádicos, imprevisibles y azarosos: había que rastrearlos como topos astutos y ladinos, siempre dispuestos a asomar el hocico allí donde menos se los esperaba. Neibis (publicado en Crisis), La mañana (en Escandalar) o La causa justa (en Innombrable) ya salían a la luz como incunables y coqueteaban con su pérdida, textos-relámpago (como se dice: acción-relámpago) que tajeaban el aire y reclamaban un lector al acecho, menos un descifrador de signos, que un cazador ubicuo.
A la superstición de la irreproductibilidad (leíamos esos textos como si fueran originales), este efecto de dispersión agregaba otra: la de una obra imposible, impensable y, acaso, ilegible, tanto la desactivaba la intermitencia caprichosa de sus piezas sueltas y el silencio enigmático que la espaciaba "Es difícil no gustarle a nadie", escribía Lamborghini. Hacerse desear, parece, no le costaba tanto. Quizás con una ingenuidad justiciera, la publicación de Novelas y cuentos viene a abolir esas dos ilusiones, recopilando bajo una tipografía uniforme los textos éditos de Lamborghini e incorporándoles un conjunto de inéditos (Sebregondi se excede, Matinales, Las hijas de Hegel, los agregados a La causa justa, El Pibe Barulo y El Cloaca Iván). Si es cierto el rumor (Novelas y cuentos sería el primer tomo de la serie Lamborghini), un futuro más o menos cercano nos proporcionará Todo Lamborghini, extraña ficción editorial que hasta ahora sólo existía como paradoja.

lunes, junio 14, 2010


La revista Sudor de tinta lanza su segundo número con una entrevista a Pablo Pérez (autor de Un año sin amor y El mendigo chupapijas), varias reseñas-artículos (algunos, como el de Mateo Salinas dedicado a Los topos de Félix Bruzzone o el de Silvio Lizárraga sobre Las polillas de Pedro Lipcovich, plantean algunas objeciones fuertes a la literatura argentina actual y a la crítica), la sección "Volver a leer" esta vez dedicada a Diario de la guerra del cerdo de Bioy Casares (me encanta) y un especial para el Bicentenario en el que les preguntaron a diversos autores y autoras: "Si tuviesen que realizar un viaje y sólo pudieran llevar tres libros argentinos, ¿cuáles llevarían?" Échenle un vistazo que vale la pena.

domingo, junio 13, 2010

Bolaño + literatura = información

En mi Bloglines, tengo centenares de posts que dejo archivados para volver a leerlos porque me parecieron geniales o para leerlos porque en ese momento no tenía tiempo o ganas (¿a alguien se le ocurre una buena forma de descargarlos todos a la pc?). Entre ellos, hace unos meses, me gustó uno del blog  Lector mal-herido sobre El Tercer Reich de Bolaño en el que, obviamente y por eso me encantó (a pesar de que considero a Bolaño un gran escritor), destroza al autor chileno:
Leyendo a Bolaño uno entiende muchas cosas. Entiende por ejemplo (2666) que el tema único de una novela de mil páginas es este: estoy haciendo una novela de mil páginas. Y la lectura única de esas novelas es: me voy a leer una novela de mil páginas.

Entiende uno también que las novelas de mil páginas no pueden ser intensas verbalmente (Bernhard, Onetti) sino de prosa anodina (Murakami) y estar animadas por el ansia (Murakami) de contarlo todo: especialmente lo que comen y visten todos y cada uno de los cuatrocientos personajes.

Hay que narrar todo el tiempo (se levantó y se duchó y se puso los pantalones y la camisa y salió a la calle y llamó a un taxi y llegó a la oficina y entró y se sentó y encendió su ordenador y miró su correo y vio un mail de un ex concejal de cultura y le contestó y recordó cuando era concejal y le llevó al mar a ver un yate enorme donde había un fiesta y una chica y la besó y se tiraron al mar y nadaron entre las olas como peces en el agua y volvieron a casa y follaron y hablaron de Neruda y se despidieron y envió el correo y salió a comer y pidió un sándwich de queso), hay que utilizar expresiones cliché ("me despierto fresco como una lechuga", El Tercer Reich, página 1; "Ingeborg duerme; su rostro asemeja el de un ángel", El Tercer Reich, página 1 (!), "pobre como una rata" Sensini, primer párrafo); hay que escribir a toda prisa para que la lectura se produzca a toda prisa. Y no hay que preguntarse por qué; todo es qué.

Si la prosa literaria palpita entre dos extremos, la información y la música, Bolaño es todo información, como Paul Auster, como Haruki Murakami; y como Matilde Asensi, Stieg Larsson y Dan Brown. Noten el tintineo de la caja registradora.
 Pueden leer el post completo, acá.

sábado, junio 12, 2010

La novela familiar (Entrega 3)


La primera y última vez que hablé con Nicolás Rosa, fue después de una clase para felicitarlo por un texto fascinante que había compartido con nosotros, no recuerdo cómo pero surgió el tema de su proyecto crítico. Hablando sobre sus intereses vinculados a la sociocrítica y un corpus de literatura que había sido despreciado, en ese momento era el folletín lo que tenía entre ceja y ceja, me comentó que sentía que Josefina Ludmer y Beatriz Sarlo eran dos críticas que, de diverso modo, trabajaban o habían trabajado en la misma línea que a él le interesaba (cierta obsesión por la cultura masiva, por el lugar de la tecnología, por los modos de leer la literatura). Le creí.
Ahora, volviendo a leer el prólogo que Ludmer escribió para la segunda edición (1984) de su Cien años de soledad: una interpretación (1972), me encuentro con ese sintagmas que se repite una y otra vez, una "crítica de la crítica" (comprender qué modos de leer despliega la crítica literaria, con qué fines, desde qué concepciones de la cultura pero también del lugar del escritor y del mismo crítico en la sociedad), y se me anuncia el libro que tiempo después coordinaría Rosa: Políticas de la crítica (1999). Estos vínculos en la gran familia de la crítica literaria argentina, estas afiliaciones, me fascinan, me dan la sensación de proyectos críticos que confluyen y que en esa confluencia, construyen una perspectiva para ver, para posicionarse ante la literatura y la crítica que podríamos volver a sopesar, a valorar y también a confrontar. Por lo demás, en el prólogo de Ludmer que adjunto abajo hay un pasaje sobre los tipos de críticos literarios que está muy bien. Y sí, sé que la "crítica de la crítica" es, cómo decirlo, onanista pero también creo que alguien tiene que pensar desde dónde se lee la literatura, qué procesos de legitimación se proponen en la cultura argentina, qué concepciones circulan en la crítica que se despliega en la escuela y en los suplementos literarios. En fin, disfruten el prólogo de Ludmer.


Prólogo a Cien años de soledad, una interpretación (Josefina Ludmer)

I

Este libro se escribió sobre una serie de rechazos. Por un lado contra un tipo de crítica judicial y sociológica de la literatura que se fundaba en la unicidad absoluta de los sujetos escritores (y eran los escritores, y no la literatura, su verdadero objeto): leía del mismo modo las ideas de un poema, los gestos, una declaración pública o un desplazamiento y se apoyaba, para juzgar al sujeto, en su origen de clase y en los vaivenes de su biografía. Para esta crítica no existían campos diferenciados de prácticas, posiciones variables ni instituciones como marcos de transformación de los discursos. Contra esta tendencia tratamos de reivindicar la lectura del texto singular y quizás su microscopía; la idea de que la ideología se relaciona mucho más con los programas narrativos y textuales, con las configuraciones de la sintaxis, las posturas diversas de los sujetos y las demandas de lo que se lee como literatura.

viernes, junio 11, 2010

Mínimos gestos (sobre Condominio de Max Gurian)

Condominio de Max Gurian (El fin de la noche, 2010) propone desde su título y a través de la mayoría de sus cuentos un problema: ¿cómo se distribuyen los espacios (y cómo se los quiebra)? ¿de qué forma se organizan las viviendas pero también los lugares de trabajo, los textos y los itinerarios (y cuáles son los posibles desvíos, el merodeo con el afuera)? En “Condominio”, por ejemplo, el protagonista y narrador se detiene en la explicitación de cómo vive en su monoambiente, un espacio que lo obliga a adaptarse (“Imaginen un espacio minúsculo que lo contiene todo…” (10), y elige su baño como un lugar de desvío, de fuga sostenido en una actividad: su compulsión a tomar fotos instantáneas de sus vecinos y trazarles el contorno vaporoso con su mano izquierda, un gesto gratuito, que no se ajusta a la economía útil del espacio. En “Los autos locos”, el garage y el locutorio se presentan como no-lugares, lugares de tránsito pero que precisan ser oganizados para extraer de ellos la máxima productividad: las filas del garage de Teo y Matías son limitadas, sólo entran cuator filas y hay que saber mover los autos para poder ocupar todos los espacios; el locutorio donde trabaja Julia tiene un número determinado de cabinas, hay que saber asignarlas con rapidez y precisión. Pero de nuevo, si antes era el pequeño placer extraño del protagonista de “Condominio”, ahora son los mínimos gestos de los personajes los que desbordan esos espacios: Julia toma prestadas las pilas del reloj del locutorio para su discman; Teo viste esa prenda extrañísima que le regala Julia; Matías se junta con los amigos a divagar en torno a las pastillitas Tic-tac y a comer pizza con ajo. Hay más: hay albergues transitorios, circuitos turísticos y funerales (“Casi siempre Adela”); hay bares (“Tiro de gracia”); hay oficinas, estudios de abogados y circuitos editoriales (“Insumos varios”); y todos y cada uno de estos espacios poseen su punto de fuga, su grieta de desvío.
Ahora bien, lo interesante de Condominio es que Gurian no sólo merodea la problemática en torno al espacio y su ruptura a partir del comportamiento de sus personajes; también lo hace mediante su escritura y la relación intertextual rastreable en todos los cuentos del libro. En este sentido, una silueta como la que traza en “Agustina Migno: una semblanza” trae resonancias de las biografías imaginarias de J. R. Wilcock: la ridiculez importante que cobra una apuntadora de piano, su biografía sostenida a partir de anécdotas y fuentes falsas, esa forma-de-vida que se distingue de otras por su carácter menor y, a la vez, excepcional. Un cuento como “Tiro de gracia” no puede más que remitir a Hemingway y su teoría del cuento como un iceberg; e “Insumos varios”, tal vez uno de los mejores cuentos del libro junto con “Los autos locos, pone en juego el estilo y la temática de relatos anteriores de la literatura argentina que van desde “Pierre Menard, autor del Quijote” de Borges hasta “Nota al pie” de Walsh pasando por el juez traductor de Cicatrices de J. J. Saer. En esa trama de intertextualidad (conciente o inconciente, no interesa), los cuentos de Condominio, esta vez a través de su heterogeneidad estilística y temática, continúan planteando un cuestionamiento en torno al espacio, esta vez el espacio textual del relato y cómo trascenderlo. Pero también, en la apuesta por el trabajo cuidadoso con la prosa que exhibe Gurian (en la que, generalmente, resuenan Borges (por el vocabulario) y Saer (por el ritmo)) se nota una ansiedad por demoronar la organización del espacio de la literatura argentina nueva y reciente que venía limitada por, al menos, dos formas de distribución textual: el tono autobiográfico-confesional (y el consecuente abuso de la primera persona) y el tono costumbrista-barrial.
Por lo demás, el conjunto de cuentos de Condominio, teniendo en cuenta que se trata del primer libro de Max Gurian, es parejo y en su variedad, demuestra destreza del autor (y también la búsqueda de un estilo propio). Se destacan, como antes lo mencioné, “Los autos locos” e “Insumos varios”, cuentos enmarcados en la ciudad de Buenos Aires y sus ritmos urbanos postcrisis 2001, con personajes sólidos y rutinas que cobran valor por el tono de la narración (en "Insumos varios", la tarea del sinonimista es un gran hallazgo literario y su riqueza pasa por los interrogantes que abre en el lenguaje y su uso). Lo interesante de estos dos cuentos es que justamente lo político-ético no pasa tanto por el marco urbano-social, es decir, no se cae en ningún tipo de literatura panfletaria o costumbrista sino que la trama misma de los cuentos y las acciones de sus personajes van trazando opciones éticas a través de mínimos gestos.

jueves, junio 10, 2010

Presentación Mono sacer de Nicolás Arispe

Mis estimados amigos de El cieguito, anuncian la presentación de Mono sacer de Nicolás Arispe (Casa Nova, 2010). Copio abajo el flyer, les recomiendo que lean la contratapa y vean las imágenes que hay en el blog de Casa Nova. 


PD.: Me llama la atención que los dos títulos publicados por la editorial Casa Nova, llevan en sus títulos la impronta agambeniana: Musulmanes de Mariano Dorr y Mono sacer de Nicolás Arispe. Supongo que no es casualidad.

No devolutible


Salió un nuevo número de No Retornable. Y esta vez, se agrega una sección indispensable dedicada a la historieta.

miércoles, junio 09, 2010

Presentación de Por dentro todo está permitido de Jorge Barón Biza



Presentación de Por dentro todo está permitido, de Jorge Baron Biza (Caja Negra / CCEBA, 2010).

Viernes 11 de junio a las 19hs
CCEBA (Florida 943)

Se proyectará una entrevista realizada por Christian Ferrer a Jorge Baron Biza en 1998, y posteriormente Christian Ferrer, Sylvia Saítta y Martín Albornoz conversarán sobre el libro.

Jorge Baron Biza nació en Buenos Aires en 1942 y a lo largo de su vida se desempeñó como editor y colaborador en distintos medios periodísticos como La Voz del Interior, Página/12 y Arte al Día, entre otros, especializándose en crítica de arte. Tradujo El indiferente de Marcel Proust, publicó los libros El desierto y su semilla y Los cordobeses en el fin del milenio (junto a Rosita Halac), y participó de Los colores de un siglo. Grandes obras de la pintura de Córdoba. Se suicidó en septiembre de 2001.

Más info acá.

La novela familiar (Entrega 2)

Previously: La novela familiar (Entrega 1): "Estos textos, estos restos" de Nicolás Rosa.

En 1973, Luis Gusmán publicaba El frasquito, una obra al borde de lo ilegible que, de algún modo, se ha leído en consonancia con El fiord (1969) de Osvaldo Lamborghini y Nanina (1968) de Germán García.
Ahora bien, si, por su parte, El fiord, editado por Chinatown, llevaba un epílogo ("Los nombres de la negación") firmado por Leopoldo Fernández (seudónimo de Germán García, compañero en la revista Literal de Lamborghini y Gusmán); por su parte, la edición de El frasquito, que publicó ediciones Noé, también tuvo un prólogo que venía, de algún modo, a volver legible este texto incierto: "El relato fuera de la ley" de Ricardo Piglia (Diego Peller analiza de forma adecuada los usos de la teoría en ambos paratextos de García y Piglia para distinguirlos en este artículo). En dicho prólogo, un joven Piglia, a través de una lectura atravesada por psicoanálisis, estructuralismo y la influencia del telquelismo francés, intentaba trazar una lectura del problemático texto de Gusmán: la figura del padre, las cadenas de significantes y cierta lectura económica se proponían como ideas centrales de su lectura. En las ediciones posteriores de El frasquito, este prólogo desapareció. Como me encanta el anacronismo y con la impronta de continuar con las entregas de mi propuesta frustrada "La novela familiar", adjunto más abajo el prólogo de Piglia.

El relato fuera de la ley (Ricardo Piglia)

Habría que decir de El frasquito que es una novela policial donde el asesino, la víctima, el detective y el narrador son la misma persona: un mellizo ha sido asesinado, se culpa al otro, torturado a la vista de todos, el sospechoso trata de encontrar una salida, su relato va y viene, articulado entre la repetición y el suspenso de un sentido siempre desplazado. En realidad se reconstruye un crimen que nadie recuerda y el único "enigma" que esta confesión permite descifrar es el "misterio" de la paternidad.

1. — El oro y el padre: el asesino

Historia familiar, en este texto fuera de la ley impera el oro y su brillo es el espejo donde se sustituye al padre ausente. Cantor de tangos, Carlos Montana entra y sale de la escena, ordenando alrededor de su presencia la razón de un relato que lo tiene a la vez como génesis y como resultado. Equivalente general, siempre está "en otro lado": obedece a la lógica del oro que debe estar afuera del sistema y no entrar en las relaciones de intercambio para significar, ser el emblema, el signo, la metáfora de toda posesión. "Mi padre reluciente con sus anillos, sus gemelos, su reloj de oro, brilla tanto que no lo puedo mirar". Ausente, sólo deja en el relato la memoria de ese brillo que señala su lugar en el texto familiar: cada vez que aparece el oro o se ven sus cualidades, se está hablando del padre y alguien trata (o desea) ocupar ese lugar. Al final no podrá separarse el encandilamiento que provoca ese fulgor, de una función a la vez mágica y natural, que al dar el nombre, decide el sentido e impone la ley.
Deslumbramiento que atraviesa el relato, es la fascinación que captura la mirada de la madre y la enceguece: cuando esa luz irrumpe, ella "hace ademanes en el aire como si se hubiera quedado ciega, con la mirada extraviada". Oscura, sombría, "le brillan los ojos de placer y se le ilumina la mirada, como si el arco iris le estuviera saliendo por la cara". Si eso que enceguece a la madre y la ilumina es el oro del padre, se entiende que el narrador habla de un extraño "animal bicolor": imagen transparente que enlaza en un mismo registro simbólico "el valle profundo y sombrío" de la madre, con esa luz del padre que es la razón del texto. Acoplamiento que construye una metáfora donde el relato establece su primera relación con el crimen que lo engendra, ese "animal bicolor" que devoró al mellizo, es la desventura de una función negada, culpable, a la que el texto alude de salida. "Decime nena, cuántas veces te dije vas a quedar... A vos te parece que por un minuto de placer te iba a dejar con un hijo": esta frase que opone placer, paternidad, abre el texto y lo enmascara. El instante del placer es un fulgor, un estallido que no tiene duración, pero si el placer deja la marca ese minuto es un destino: de este modo, entre el presente del goce y la "condena" de la procreación se decide el vaivén que articula en un solo movimiento la temporalidad del relato y su "moral".
Para Montana la paternidad es el soporte del placer: "a él no se le para con otra que no sea la madrecita", además quiere "hacer uso", sin "forro", sin "diafragma". La madre, por su parte, "pierde" los hijos, los "aborta", obliga al padre a usar preservativos: para ella el padre debe ser la garantía, el contrato que asegure la economía familiar: como Montana no "aporta", ella se niega a ser madre. En su lógica la paternidad se opone al deseo y la necesidad lo instrumenta: en realidad coloca al semen en el mismo sitio del oro y piensa el placer desde el dinero. Como en la novela el oro del padre es un emblema inútil, la madre —Marx ya lo dijo del dinero— es una prostituta. "Ella siempre nos gritaba que para traernos de comer se tenía que hacer romper el culo por ahí". Prostituyéndose, desplaza: no admite alienar el deseo en la procreación, usándolo para ganarse la vida, lo pone al alcance de todos. Si el padre reprime y desde afuera quiere imponer la ley, la madre desordena y corrompe desde el centro mismo del relato en el que reina. Al negarse a "ser madre" desvía la historia de su cauce "natural" y convierte a la paternidad en un valor de cambio: al enlazar productivamente el oro y el semen, al ganar dinero y dar la leche, para sacar al padre de lugar, lo sustituye. O mejor, lo canjea.
Estas sustituciones son la ilusión de un cambio imposible: "los Pepe", el Pastor, el Paraguayo, que a partir de la inicial hacen de padre en el relato, sufren, en verdad, las consecuencias. En un texto que piensa la paternidad desde el crimen es necesario enmascararse para correr el riesgo: simulacros, disfraces, todos pierden el nombre al ocupar ese lugar y el seudónimo que los encubre hace más visible el hecho de que Carlos Montana sea el único —en toda la novela— capaz de soportar un apellido. Emblema de una función sagrada y culpable, tener un nombre es algo que se gana: por de pronto el narrador pierde el suyo ("te llamarás Federico y no Luis como tu envoltura en la tierra") y cuando recibe la promesa del padrino Pepe ("que me iba a dar su apellido cuando se casara con la madrecita") en realidad se ilusiona con la legalidad de una filiación que el relato mismo hace imposible. No es casual entonces que al final, cuando el Otro, alucinado, reaparece, el "llavero de oro", sea la única herencia que el padre deje como seña de su identidad.

martes, junio 08, 2010

Saskia Sassen y la población excedente


La socióloga holandesa Saskia Sassen estará en estos días en Buenos Aires para participar del 3er Coloquio Internacional sobre Derechos Sociales y para presentar su nuevo libro, Territorio, autoridad y derechos (Katz, 2010). Acá, una minientrevista donde desarrolla brevemente qué entiende por "lógicas de expulsión" y por "población excedente". Y copio la agenda de charlas de Sassen:

Miércoles 9
10 hs. Coloquio Internacional de Derechos Sociales. Conferencia de apertura: "Las nuevas lógicas de expulsión destruyen derechos sociales". En la UCA (Alicia Moreau de Justo 1680).
19 hs. Conferencia: "Lógicas de la expulsión. Hacia nuevos ensamblajes globales.". Presentación del libro Territorio, autoridad y derechos, con Pedro Pirez y Pablo Ciccolella. En la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) (Puán 480 - Aula 108).

Jueves 10
14:30 hs. Encuentro Internacional sobre Violencia de Género. Panel sobre "Diferencias culturales y violencia de género", junto a María Luisa Femenías y Soledad Muñoz. En la Facultad de Derecho (UBA) (Av. F. Alcorta 2263).

Cómo hacer filosofía con películas


El grupo Simulacro Colectivo, que ya desde hace un par de años vienen organizando actividades más que interesantes con una perspectiva crítica y práctica en torno a la filosofía política (seminarios, charlas, ciclos de cine), comienza el sábado 19 de junio cine gratuito en el Joaquín V. González (Ayacucho 632). Este ciclo se desarrollará los sábados a las 15:30 en el 3º piso; y después de la película habrá charla e intercambio de miradas.

Comienzan con un ciclo estimulante, en consonancia con sus intereses filosóficos: "En sentido extramoral". Ahí copio la intro y las pelis con sus respectivas fechas:
Empezamos con el ciclo "En sentido extramoral": son cuatro películas que tocan o presentan situaciones límite (si es que aún existen) para las costumbres morales de nuestro tiempo. No se trata de un vano regodeo en la transgresión ni un llamado al escándalo de la conciencia bienpensante. Es aburrido e inútil encarnar ambos papeles. Tal vez el mérito principal de los films seleccionados es que se posicionan allí en el umbral en el que los hechos pierden su consistencia clara y distinta y nos interpelan áridamente como eso, como simples hechos que esperan nuevamente ser significados (o no). El título se lo tomamos prestado al filósofo que dijo alguna vez: "No existen hechos morales sino interpretación moral de los hechos".
Sábado 19/06: Benny's video de Michel Haneke.
Sábado 26/06: Sólo contra todos de Gaspar Noé.
Sábado 03/07: Real fiction de Kim ki Duk.
Sábado 10/07: El discreto encanto de la burguesía de Luis Buñuel.

lunes, junio 07, 2010

Germán Rozenmacher no fue un one hit wonder


Germán Rozenmacher es un autor que, lamentablemente, quedó caracterizado en el corpus de la literatura argentina como un one hit wonder por su cuento "Cabecita negra". Así, se han escrito suficientes comentarios y análisis sobre este apasionante y político cuento, se lo ha digitalizado, incluso se ha realizado una historieta; pero se ha despreciado el resto de la obra de Rozenmacher, sus cuentos y sus obras teatrales. ¿Qué? ¿Que creyeron que sólo había escrito ese cuento? No, no, esa es la imagen que nos queda de tanto leer a la crítica mainstream que amamos (otros, como Eduardo Romano, Saúl Sosnowski o Gabriela Mizraje, han dedicado fragmentos o artículos a la lectura de otros cuentos y obras de Rozenmacher que no son su hitazo). El año pasado, intenté aportar a esa relectura de sus cuentos, en especial de su serie de cuentos de violencia política, con la ponencia: "…cuando estás en la acción ya no hay caso…”: literatura y revolución en dos cuentos de Germán Rozenmacher."
Ahora bien, si uno busca en las librerías de saldos podría llegar a encontrar sus Cuentos completos editados por el CEAL en 1971 (o alguna vieja edición de sus obras de teatro). Es más, si uno rompe el chanchito y se gasta alrededor de 10$ en esa edición que recoge sus dos libros de cuentos (Cabecita negra (1962) y Los ojos del tigre (1968)) y algunos sueltos, podría enterarse de que, oh sorpresa, no sólo su hitazo es un gran cuento sino que otros como "Raíces", "Cochecito" o "Los ojos del tigre" tienen una apuesta igual de interesante en relación con la relectura del peronismo y de la violencia política en la Argentina de los 50 y los 60.
En fin, como un modo de recuperación, volviendo una y otra vez con la idea de releer autores que quedaron en el limbo de la literatura argentina olvidada y esperando que, como ocurrió con los cuentos de Costantini o con la obra de Néstor Sánchez, alguien se decida a reeditarlo, me tomé el trabajo (porque la edición de CEAL es económica pero difícil de digitalizar) de subir "Cochecito", uno de los cuentos (el otro es "Los ojos del tigre") que propone cierta problematización de los movimientos revolucionarios que surgían en los 60 y la opción ética y en relación con la violencia que éstos proponían. Que lo disfruten, en breve, pondré en circulación "Los ojos del tigre" y otros más (incluyendo una reescritura de "La muerte y la brújula" de Borges).  

Cochecito (Germán Rozenmacher)

Y corríamos por la rambla vacía con el frío tan azul que nos salaba los labios y nos cortaba las mejillas porque increíblemente era mayo y dijiste bajate el cuello del sobretodo y Mar del Plata estaba sin gente mientras había un caballo blanco en la playa junto a un carro y nos agitábamos con nuestra valija de cartón hoteles vacíos y negocios con persianas bajas que esperaban la temporada, como esas carpas recogidas de la Bristol entre cuatro palos y puchos y forros enterrados en la arena esperando que este sol que cegaba sin calentar volviera a ser enero para que los bronceadores y las señoras con los nenes de los baldecitos y los maridos de pareja equívoca y la piel que no cubrían las bikinis volvieran a desafiar ilusas juventudes y sacudimientos deliciosos y todos los delirios de los eneros al sol que yo nunca conocí porque esa era mi primera vacación y luna de miel y todo junto amor en ese invierno correteando con el sobretodo puesto por playa grande y vos tenías los puños hundidos en el tapado de piel que era un resto de la opulencia conyugal que conmigo nunca tendrías y golpeabas con los tacos en la arena para darte calor y agarraste las flores artificiales que anoche te había regalado en la pizzería de Constitución cuando llorabas sobre el dulce y queso y en un kiosco encontré esa porquería de rosas que llevaste toda la noche en el ómnibus hasta que con el estómago revuelto vimos la claridad rosagris del amanecer un anticipo fugaz del mar al entrar en la ciudad y sentí que tenía que dejar las fatalidades afuera y suspendidas como cuchillos que podían caernos cuando el ómnibus que todavía no conocía iba a llevarnos de vuelta esos días como un intervalo entre dos películas de drácula se acabaran y tus hijas y el pobre odontólogo con inquietudes de tu marido estuvieran al final de la ruta dos en el barrio de Pompeya y yo tendría que pelear por vos como un tigre, pero esa mañana en la playa cómo reías amor cuando agarraste las rosas y las tiraste y durante un momento todo el mar se llenó de rosas de papel o celuloide ya ni sé y me gritaste porque el viento sólo dejaba hablar a los gritos y un perro nos corrió y te agarré la mano y con los zapatos llenos de arena te arrastré y qué raro verano con frío y chicos de guardapolvo volviendo de la escuela pero con ese aire tan azul salpicándolos de espuma y esa absurda alegría y te colgaste de mi brazo y si alguien en la ciudad sin nadie nos hubiera visto queríamos que solo nos viera como una pareja que tomaba pálido sol caminando por la avenida Colón sin apuro pero con esa valija lamentable, sospechosa, equívoca y al abrir el ascensor en ese octavo piso apareció el portero como si el departamento no me lo hubiera prestado el flaco Ayerza y no lo abriera con la llave justa y no le hubiera dado la cartita de presentación escrita por el dueño ese amigo del flaco que creía que en realidad el flaco era el que iba a usar la casa pero aparte al portero qué cazzo le importa para mirarnos con esa cosa sucia, cómplice, sonriente con que dijo oiga maestro son quinientos pesos por la luz el gas y todo eso y mejor abona ahora porque muchos bombean se van y después a quién le cobro yo, pero cerré la puerta y el tipo tocó el timbre así, largo, atropellados con todo y abrí y dijo ¿y? y pelé lo mío y se puso pálido porque permítame, usted no me interpreta joven y yo sentí una congoja acá porque hoy este y mañana cualquier otro llevándome por delante porque ando mal vestido y soy medio morocho y a quién le hablas así negro roñoso le dije empujándolo con la 38 lo llevé al baño y cómo temblaba y vos como si nada recorriendo nuestros efímeros dominios de living y dormitorio y le dije abrí la canilla y después lavate a ver si se te aclara el color y aparte de vez en cuando una lavadita no hace mal y él se dio la gran rasqueteada de su vida y le dije las orejitas también y después le tiré mil mangos al suelo tomá para que te comprés caramelos y la próxima con manguera, te baño vestido y tuve que hacer todo eso para que me dijera sí señor porque me gustaría tener clase para decir las cosas pero así nomás le dije y no jodió más y a las diez de esa primera mañana empezó la noche de bodas y a las siete de la noche nos dimos cuenta la hora por el informativo del nueve mientras en la oscuridad fumábamos el primer cigarrillo después de volver al mundo y yo lavé los dos platos pegajosos por la última milanesa del verano y nos sentimos más en casa en ese departamento de contrabando que nunca tendríamos y quién diría, esa tarde yo estiré la mano a ver qué pasa en ese piojoso cine de Lavalle y primero la excitante caricia exploratoria y tu mano sacando la mía de tu interminable muslo tenso y en la oscuridad palpé tu anillo y dije esta mina busca camorra y nos quedamos con las manos juntas y dije vamos y sentí la envidia de todos los hombres solos de piloto que nos comían más a nosotros saliendo con los ojos que a cornel wilde saltando a un abordaje y se cortó la película justo cuando nos levantábamos y dijiste qué vergüenza mientras yo empezaba a ahogarme con ese olor tuyo a catástrofe y era la primera vez que hacías eso y mirá que justo caer conmigo y así empezó todo, y cuando supe que en realidad me habías visto al entrar y me elegiste; eso me jodió pero vos siempre fuiste así, con tus cuarenta años melancólicos y desesperados eligiendo por primera vez y esas uñas largas se me hincaban en el brazo como una señal pero yo no sabía bien de qué y venir a largarte justo conmigo mirá qué suerte para lo que te sirvió amor que me llegabas al hombro y que golpeada te agarraste a mí y pusiste la cabeza para el degüello porque mirá que yo te rematé y lo primero en el café fue mostrarme las fotos de las nenas y claro mirá que terminar tomando cortados como un idiota en una cervecería de la Nueve de Julio y dijiste hoy llego tarde y no voy a dar ninguna explicación y quien me viera haciendo el noviecito a mí que me gusta ir a los papeles hasta que te llevé al Tres Sargentos y otra vez me dio bronca porque la plata que apenas sacaba en el timbre invertirla en una como vos pero lo peor es que nunca habías metido los cuernos y eras medio virgen con hijas y todo y cuando me avivé era tarde y estaba hasta el cuello con vos porque mirá que yo soy de echar la escupidita y rajar y a más de una le tuve que cuidar la uña para que no me pinchara el forro porque ustedes son capaz de cualquier cosa para engrillarlo a uno pero tan luego a mí que cuando se ponen pesadas me hago humo pero el colmo fue la tarde que me enjabonaba en la pensión y con media cara afeitada entró al que no conocía pero supe tu marido y cuando dijo que si un profesional del arte de curar perdía tiempo con un tipo como yo algo muy grave estaba pasando y mirá lo turro que me sentí yo que nunca me dejo prepear salí por la ventana como una gallina hacia el pozo negro y salté del primer piso con la brocha en la mano y en camiseta y una mejilla llena de jabón y otra lisita escapé con él atrás que gritaba te voy a matar y así como una cuadra o dos por Congreso y me salvó el tráfico de las seis de la tarde en Callao y Sarmiento pero otra vez entró por la ventana y ahora rajé por la puerta porque nunca tuve cara para hacerle frente al pobre con la calva llena de gotas de sudor y un revólver que seguro ni sabe usar pero con el que dos días estuvo rondando la pensión y tan luego yo no iba a pedir protección al vigilante te imaginás pero aparte hubiera podido hacerle frente porque te robaba pero me mudé y no sé cómo me encontró de nuevo y otra vez me escapé y al segundo día el portero me saludó cuando bajé a comprar aceite y jamón y papel higiénico y pan y vino y huevos como si nos quedáramos para toda la vida en Mar del Plata y me hiciste la comida por primera vez y con las pantuflas del dueño del departamento puestas leíamos historietas amontonadas sobre el piso hamacándonos como señores en los sillones ajenos de mimbre, del comedor y a la tarde bien abrigados salimos a pasear por la avenida Colón entre rascacielos viejos y desde que me fui de la casa de mi vieja en Azul nunca sentí una cosa tan dulce como en ese departamento de contrabando y como convencerte que lo que hice después fue para que esas noches calentitos escuchando la radio y afuera a tres cuadras el mar y tres grados bajo cero y nosotros ahí protegidos durara y durara y ese sábado en el único salón abierto me jugué unos boletitos y por los altoparlantes seguimos la triple de San Isidro pero perdimos, carajo y ese domingo hizo un calor raro hasta la nochecita pero temblábamos de frío en la casilla de madera entre los médanos en el Alfar y todavía tomamos sol cuando te abrí esa reposera desfondada que los bañeros habían dejado abandonada desde el último día del verano y me dijiste "tenés que elegir" y yo tenía que pensarlo así que bajé los escalones de madera y te deje en la galería, sola, en la playa enorme, con arena lloviendo de las dunas sobre el techo de cinc de la casilla sobre palotes donde fumabas con tus ojos apagados pero obstinadamente duros y graves y caminé por la playa anchísima hasta que te vi, lejos, y en eso anocheció y yo metido hasta la media pierna en la arena, caminando y en eso encontré, perdido, un puesto de cocacola cerrado y me puse detrás del mostrador y ese viento barría conmigo y yo esperé con la cabeza en blanco como si alguien fuera a venir a comprar panchitos y explicarme qué debía hacer y fumaba y era noche sin luna y al mar no lo veía pero lo escuché más cerca al volver después de vagabundear y te encontré como te había dejado y la marea se sentía muy alta, muy cerca: de donde estabas, con el corcho salvavidas colgado detrás que vi al prender el encendedor y no me preguntaste qué había resuelto así que entré en la casilla y vi el catre y a esa hora ya no había ómnibus ni nada para volver a la ciudad que estaba como a diez balnearios de distancia abandonados como éste y arrastré los pies mientras la arena soplaba por las rendijas de los tablones y me llenaba las medias y alrededor tuyo vi como veinticinco colillas sucias de tu rush y yo como un idiota con el encendedor prendido y esperabas pero carraspié caminando por la galería que crujió hasta que me recosté contra la baranda de espaldas a vos que dijiste ¿y? y yo dije bueno, me voy a portar bien y vos dijiste qué quiere decir bien porque no estoy para jodas sabés y desde que estabas conmigo te volviste medio lengua larga y te dije me retiro grité ¿está bien? y ella yo no te obligo, pero claro que me obligás ibas a llorar y como te quería amor ya nunca lo sabrás por qué me traicionaste y entonces te abracé y te dije se acabaron solamente eso la pobre, una buena y sólida mentira y me beso en las mejillas y nos acostamos en el catre y tiritábamos y nos dimos el calor de los cuerpos pero te acordás amor que no hicimos más que acostarnos y quedarnos dormidos porque estábamos fritos y te dije bueno se acabo la joda como si estos años de llevar caños en los colectivos que me podían explotar encima entre cincuenta tipos mas o toda la coneja que pasé desde que me echaron de la fábrica de pinceles se podía borrar diciendo bueno a las noches escondido debajo de la cocina económica de los Méndez en villa cartucho con las ratas corriendo por la cara con los de la marina buscándonos pero sabiendo que si entraban a la villa no salían vivos y aquel asalto al club esportivo de Gerli en ese carnaval disfrazados de fantasmas porque la sábana era lo más barato aunque apenas sacamos para comprar dos fusiles o los vigilantes que servíamos con un fierrazo por la espalda para afanarles la 45 o cuando nos encerramos en el frigorífico para darle una mano a los muchachos y los tanques nos rodearon y los chicos del barrio rompían cabezas con los adoquines y hacían saltar los faroles y si nos dan tiempo levantamos todos los adoquines de la ciudad y que venga la flota a ver qué hacen porque la rosca se viene y no pasamos de este año 59 sin traerlo al hombre aquí para que cuelgue oligarcas en todas las plazas porque tiene que hacer así con los dedos, nada más un chasquido y todo será un gran fuego y arderá Buenos Aires porque ¿quién nos puede? y como si esa noche en la casilla yo digo sí y borro las patadas que me dieron en la comisaría en los riñones que tengo todavía un dolorcito como agujas a veces al mear y tantos años de no caminar por ciertas calles sino hasta aquí todas las veces que nos juntamos en casas para preparar revoluciones que después no se dieron como esa vez tres días encerrados en Adrogué, con uno de guardia en el jardincito y sin radio discutiendo si entrar o no en ese golpe que ni se hizo o con qué cara voy al payo Ríos que se voló cuatro dedos cuando preparaba un caño en la cocina y calculó mal el tiempo de disparo y le explotó en la mano y rompió el calefón, se lavó el muñón, juntó los dedos fue a la comisaría que justo estaba a dos cuadras así que habían oído el bombazo y les dijo miren este calefón y otra vez a la pesada preparando los caños con la mano sana y te cuento esto que nunca oirás ni quisiste entender y con qué cara voy y le digo payo me abro. ¿Y justo ahora después de tantos años y que ya estamos casi tocando el triunfo te abrís? y cómo explicarte petisa que nunca metí la mano en la lata como arturito el rengo que empezó bien, robando por la causa pero ahora tiene dos colectivos y se abrió y además hasta dicen que es ortiva y anda en cualquier cosa y en cambio a mí nunca me cruzó nadie de vereda cuando me ve porque con ese asalto a la tienda que vos no supiste porque por algo meo con dolores y si no hablo a palos te imaginás que menos te voy a contar tan luego a vos que sos una mujer algo que por ahí se te escapa quedo en el mismo papel de boludo que el pibe ese nuevo del grupo de Portoni muy cacareador y prepotente para tirarle moneditas a los vigilantes en los actos relámpago pero resulta que la última vez estaba solo y eran como diez y lo agarraron y seguro que apenas lo tocaron en la seccional cantó todo otra que Gigli y así por unas moneditas mal tiradas se enteraron que Portoni iba a robarse cinco armerías en una noche y lo agarraron al pobre Portoni que de las patadas lo dejaron ciego de un ojo porque al escapar le dio un balazo al pulmón a un sargento y cómo le digo Portoni me abro y sólo me afané un traje para la luna de miel y me quedé con algo para gastos chicos nomás, para ir tirando y mirá que cuesta no tomarle el gustito, petisa, a la plata fácil pero con eso trajimos por coronda ametralladoras de locura.
 

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