viernes, abril 08, 2011

Cuadernos de plata: una intervención

El año pasado, la editorial El cuenco de plata editó ¿Qué es un autor? de Michel Foucault (con apostillas de Daniel Link) en el marco de una incipiente colección dirigida por Link: "Cuadernos de plata". Este año, la colección despliega su potencia y ya comienzan a circular dos títulos nuevos (y se anuncian tantos otros): ¿Puede hablar el subalterno? de Gayatri Spivak (con apostillas de Marcelo Topuzian) y Antropofagia y cultura de Alfred Métraux (con apostillas de Raúl Antelo).
A continuación, Daniel Link, el director de la flamante colección "Cuadernos de plata", nos cuenta de qué se trata esta apuesta:

1. ¿Cuál es la propuesta de la nueva colección "Cuadernos de plata"?

D. L.: La colección “Cuadernos de plata” tiene dos niveles de intervención (que, naturalmente, se intersectan entre si).
Por un lado, se trata de una intervención editorial: una vez que hemos aceptado la reproducción digital como modo legítimo para la distribución de información, para las prácticas pedagógicas, para la lectura, ¿qué papel debería cumplir el libro?
Como sabemos sobradamente, las transformaciones técnicas nos obligan a pensar no sólo en el modo en cómo definen los bordes, los umbrales de mutación y los pliegues de la cultura en su totalidad, sino en las estrategias de supervivencia para aquellas prácticas y objetos que consideramos que pueden (y deben) integrarse en un nuevo régimen de producción y distribución de conocimiento. El libro y la edición de textos ocupan un lugar central en estas interrogaciones.
Hasta ahora las opciones han sido dos: la paranoia mecánica de las corporaciones del concepto (que se comportan como la policía del discurso que Foucault alguna vez imaginó) y la algarabía anárquica de los partidarios del dominio público.
Por fortuna hay editores sensibles a las demandas del presente y que aman los libros, como Edgardo Russo, que fue capaz de entender todo lo que estaba en juego.
El “texto pelado”, muchas veces, puede encontrarse en formatos digitales (a veces, en versiones muy corruptas; a veces, en ediciones controladas) pero, en todo caso, esa proliferación (que es, de por sí, provechosa) no admite competencia editorial alguna. Es por eso que los textos que participan (o participarán) de este formato se presentan en ediciones cuidadas (muchas veces, en nuevas traducciones) y con el valor agregado de una contextualización, una explicación de sus alcances y una discusión de sus premisas y sus implicancias, lo que devuelve al libro algo de su singularidad irrepetible.
Por otro lado, se trata de una intervención teórica y pedagógica. No se pretende imponer una teoría (una versión del mundo) por sobre otra, sino de ponerlas a disposición de las audiencias más vastas que se puedan concebir. No necesariamente los estudiantes universitarios, pero sí los curiosos, los preocupados, los insatisfechos (esa clase de lectores que, imaginamos, incluye a los estudiantes pero que los excede). Lo que Cuadernos de plata dice es que no se puede atravesar la selva de signos que es nuestro presente sin mapas y sin herramientas adecuadas: la teoría es eso y en esos usos sostiene su grandeza.
Vuelvo a la sagacidad de Edgardo Russo, que se (me) preguntó: ¿qué necesita la gente leer y no encuentra en librerías? Hagamos eso.

2. La colección se inicia bajo el signo de ¿Qué es un autor? de Michel Foucault, ¿ese punto de partida es azaroso?

D. L.: Sí, y no. Empezamos por ese texto (sin anunciar la colección todavía, para ver qué pasaba) porque representa bien el problema al que antes me refería. Es un texto inevitable para definir la práctica literaria y discursiva en general, para determinar qué hace que una masa de discurso funcione, en una sociedad, de un cierto modo y no de otro. Me atrevería a decir que es un texto de “lectura obligatoria” para cualquier forma de pedagogía. Y, sin embargo, no había ediciones satisfactorias (por supuesto, me refiero a una edición separada, no integrada en una “Obra completa” o algo semejante), lo que, en algún punto, explica la perversidad del sistema en el que vivimos (el capitalismo).
No es que tal grupo social (digamos, por ejemplo, los estudiantes de derecho) decide que quiere leer ese texto como quien decide que quiere ver Harry Potter: son conminados a hacerlo. Como el texto no existe en ediciones adecuadas a ese fin (aunque las editoriales no ignoran que ése es el fin más inmediato y más noble de esa conferencia), el texto es fotocopiado o digitalizado.
Como eso vulnera los derechos de reproducción, se inician las persecuciones: se promulgan leyes, se cierran sitios en internet, se establecen arbitrariamente cánones “reprográficos”. ¿No habría sido más sensato (y más noble) poner esos textos a disposición de quienes los necesitan?
La decisión de testear la colección con ¿Qué es un autor? fue idea de Edgardo Russo, que disponía de una autorización otorgada en favor de Silvio Mattoni, el traductor de la conferencia. El éxito fue enorme y mucha gente (incluyo en la lista a intelectuales de renombre internacional) me dijo: “ahora voy a poder citar el texto correctamente”.

3. ¿Qué tienen en común los textos que irán apareciendo en la colección? ¿Cuál es el criterio de selección?

D. L.: Los textos que irán apareciendo en la colección son, en principio, los “básicos” de la formación humanista (sin demasiada distinción disciplinar). Ninguno de ellos cuenta con ediciones adecuadas (o están agotados o sólo se consiguen como parte de una obra entera, inaccesible a estudiantes y curiosos). Se trata, en la mayoría de los casos, de textos sueltos, es decir: que fueron concebidos como piezas independientes de desarrollos previos y posteriores pero que (o precisamente por eso) brindan una imagen decisiva del objeto sobre el cual discurren. Uno puede estar de acuerdo o no con lo que Foucault postula en ¿Qué es un autor?, pero el texto es inevitable para entender el problema y para entender la colocación de Foucault en el campo de tensiones en el que intervino.
El criterio de selección es doble: por un lado, la inevitabilidad de la lectura, como queda dicho. Por el otro, la disponibilidad de los derechos. Aunque parezca mentira, muchas empresas editoriales se niegan terminantemente a ceder o vender los derechos sobre un artículo en particular para la colección (al hacerlo, naturalmente, alimentan el régimen paranoico del que participan con felicidad). El caso más incomprensible es el de “Introducción al análisis estructural de los relatos” de Roland Barthes, un texto que nunca formó parte de ningún libro y que ningún maestro o profesor de secundaria puede dejar de considerar pieza obligada de su formación. Como la “teoría” es un acontecimiento de discurso sobre todo en el siglo XX, no son demasiados los autores que están en dominio público. Afortunadamente, es el caso de Benjamin, que saldrá con una traducción nueva y muy cuidada, realizada por Silvia Fehrmann.

4. Cada ensayo está acompañado por su correspondiente apostilla, ¿qué es una buena apostilla?

D. L.: Una buena apostilla (“acotación que comenta, interpreta o completa un texto”) recupera las hipótesis de un fragmento de teoría y las pone a circular en el presente (aquí y ahora), con mayor o menor violencia. En ese forzamiento, una vez más, se juega el destino de la teoría, que nos sirve (o no) para decidir algo sobre nosotros mismos (la teoría sostiene, antes que nada, una demanda de soberanía sobre si).
Contamos con especialistas notables (en la Universidad y fuera de ella). ¿Por qué no poner todos esos talentos al servicio de una discusión? No se trata, repito, de imponer un dogma, sino de desplegar unas potencias.

2 comentarios:

Ezequiel M. dijo...

Y cuánto van a costar?
Esa era fundamental

Matías dijo...

Je, fundamental, pero no le iba a preguntar eso al director, eso hay que preguntárselo a la parte comercial de la editorial! O más fácil, lo googleo!

 

Blog Template by YummyLolly.com - Header Image by Vector Jungle