sábado, abril 16, 2011

Superficies de placer (sobre Después del rock de Simon Reynolds)

Leer Después del rock: psicodelia, postpunk, electrónica y otras revoluciones inconclusas de Simon Reynolds (Caja negra, 2010) es casi una experiencia religiosa. Los artículos del libro transitan la historia intelectual de Reynolds haciendo un recorrido que va y viene por diversos géneros musicales como el hip-hop, el pop, la electrónica y el post-punk. Tal vez, haya tres rasgos que caractericen el estilo de Reynolds y que expliquen la fascinación que logra generar en el lector, tomo para ello tres artículos de Después del rock.
Primero, en “Amor o confusión. Rock psicodélico en los sesenta.” (2005), el periodista de Melody Maker, tras analizar los rasgos sonoros y las técnicas de estudio de algunas canciones de los Beatles y los Byrds, escribe:
‘Estudio vs. Vivo’ es sólo una de las muchas contradicciones o tensiones que atraviesa la música psicodélica. Una puede calcar esta distinción entre tendencias compositivas y de improvisación sobre la dicotomía antigua entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Por un lado, la psicodelia anhela un Edén perdido, un paraíso arcadio de calma pastoral. Este aspecto emerge del costado pictórico-sonoro de la psicodelia. Pero subsiste también un impulso igualmente potente hacia el Apocalipsis, unas ansias de caos que se ven reflejadas en el anhelo de ruido devastado y abstracto propio del género. (92)
En el anterior fragmento, encontramos uno de los elementos que caracterizan el estilo fascinante de Reynolds: el uso productivo y creativo de conceptos filosóficos y teóricos para analizar la cultura (musical). Así, utiliza la dicotomía entre lo apolíneo y lo dionisíaco para leer el doble movimiento de la cultura psicodélica (en la entrevista que cierra el libro, comenta su frase sobre El nacimiento de la tragedia de Nietzsche como “la primera obra maestra de crítica de rock un siglo antes de que el rock existiera”) y, además, busca palabras e imágenes para fundamentar su estrafalaria aunque acertada conexión (“ágape y eros, serenidad e insana, el niño flor beatífico y el freak quemado”). Tal como en este artículo utiliza la dicotomía nietzcheana para la psicodelia, en “Historia electrónica”, sostiene “la muerte del autor” (Barthes) en la electrónica frente a la presencia del artista en el rock o se posiciona “contra la interpretación” (Sontag) cuando opta por escuchar el llamado a la comunión (y no a la comunicación), a la superficie (y no al contenido) en este estilo musical. En esta línea, Reynolds logra utilizar sus lecturas teóricas y filosóficas para complejizar la mirada hacia la cultura musical y rastrear en ella sensaciones, sentidos, ideas que abre el campo hacia otros ámbitos (incluso, hacia la ética).
Luego, en los artículos de Reynolds, hay un tono polémico que instala la discusión allí donde parecía no haberla. De este modo, en un texto como “Hip hop” (1986-1990), se despacha contra los estereotipos hiphoperos (y su racismo, y su fascismo, y su monomanía), contra la obsecuencia de la crítica de rock y extiende su acidez a la cultura popular:
En el arco de la cultura popular, el significante “ser negro” está siendo instalado como equivalente de “ser más humano…", el hecho de ser negro está siendo elaborado como modelo para “ser uno con el cuerpo”, estar en contacto con las emociones, todo un nuevo, y más aceptable, tipo de masculinidad. (78).
Por lo demás, el tono polémico de Reynolds aflora con toda su intensidad en su artículo sobre Madonna, “What a drag! Postfeminismo y pop” (1994), en el que muestra su desconfianza ante “su arrebatadora seducción” que propone un modelo servil en el que se ha tranformado en “jefa y empleada” (acá, Reynolds recupera a Bataille y el concepto de “soberanía”); pero también, en su enfrentamiento con una crítica de rock lirocentrista, anclada en el significado, apegada a las letras y el significado, contraria a “las energías liberadoras de la música”.
Justamente, el último elemento que, creo, caracteriza la atracción que produce el estilo de Reynolds es su capacidad de, tal como lo enuncia Pablo Schanton en el gran prólogo de Después del rock, encontrar “una ética en la estética”. Así, en “Los poderes del horror. Ruido” (1987), Reynolds reflexiona sobre el “ruido” (“Si la música es un lenguaje que comunica humores y sentimientos, entonces el ruido es como una erupción dentro del material a partir del cual el lenguaje se modela. (137)), señala la necesidad pero también el peligro de sostenerse en dicho instante y termina proponiendo dos salidas: quedar paralizado (imágenes violentas y disonancia musical; Big Black o Swans) o sentirse arrebatado (conciencia disipada y disolución del yo; The Blue Orchids). Hacia el final, la crítica de rock se convierte en postulado ética: “Negarse (al menos en el ámbito del ocio) a ejercer poder sobre el yo; escapar, por unos pocos momentos plenos de goce, de las redes del sentido y del interés”. (139). La ética vuelve una y otra vez a lo largo de esta recopilación, variando sus posturas pero siempre buscando salidas: “…el punto es que toda esta disolución mágica de los orígenes, la clase, la raza y las diferencias sexuales es la esencia de la pista de baile.” (75); “La sampladelia puede verse entonces como una nueva forma de realismo que refleja el hecho de que el paisaje mediático del tardío siglo XX se ha convertido en nuestra nueva Naturaleza; puede ser diagnosticada como síntoma, pero también como un intento de dominar y reintegrar el caos promiscuo y el parloteo heteroglósico de la sociedad de la información.” (162); o “La redes descentradas de la cultura rave —industrias caseras, micromedia, encuentros fugaces e irrepetibles— pueden anticipar una heterotopía poscorporativa del tardío siglo XXI” (164).
Después del rock de Simon Reynolds es una muestra de cómo la crítica cultural, en cruce con la filosofía contemporánea y la teoría literaria, puede cambiar el mundo o, al menos, proponer algunas salidas en las vías de la disolución del yo y la reflexión en torno a formas futuras de vida y organización social.

1 comentarios:

ANTENA HORRÍSONA dijo...

la obra de Reynolds constituye una reflexión sobre el presente de la música pop y el horizonte que de acuerdo a su visión todavía no ha consolidado una propuesta desmarcada de las influencias del siglo XX. "Retromanía" , su última publicación, se ocupa de ese tema.
Aquí una reseña del libro en el blog ((mareadevenus))

http://encielodeoceano.blogspot.com/2012/01/mirada-critica-al-futuro-de-la-musica.html

saludos fraternos

 

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