lunes, junio 13, 2011

De anacoretas y gauchos


- Pongámosle que no y te explicaré. Los anacoretas eran solitarios, por su propia voluntad se habían retirado de los seres humanos. A lo más, mantenían la compañía de un animal fiel. Recorrían los desiertos o habitaban una cueva o la cumbre de una montaña.
- ¿Para qué?
- Para servir a Dios, a su manera.
- No lo entiendo. En el sermón usted dijo que estaban arriba de un pilar.
- Si ... pilar o columna. Esos precisamente son los estilitas. Su rara costumbre sólo era posible en aquellos países del mundo antiguo, donde, antes de Cristo, fueron levantados templos monumentales, que apoyaban su techo en pilastras. Al desaparecer sus religiones y ser abandonados por los hombres, durante siglos y siglos, se fueron destruyendo. En algunos casos, solamente quedaron en pie las columnas. Los estilitas subían a ellas para tratarse con rigor y alejarse de las tentaciones. Permanecían allí con viento o lluvia, enfermos o hambrientos.
- ¿Cuántos días?
- ¿Días?... ¡Eternidades! Se dice que Simón el Mayor vivió así 37 años y Simón el Menor 69.
Aballay entra en un denso silencio. El sacerdote lo estimula:
- ¿Y?... ¿Qué piensas ahora que sabes el tamaño de su sacrificio? ¿Podías imaginarlo?
Aballay no recoge sus preguntas. Tiene otras, muchas más, minuciosas: que si en tan estrecho sitio podían sentarse o debían estar de pie, en cuclillas o arrodillados; que por qué no morían de sed; que si nunca jamás bajaban, por ningún motivo, ni por sus necesidades naturales; que si puede creerse que no los tumbara, al suelo, el sueño...

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