viernes, noviembre 11, 2011

Hola, sí, quién habla?

Hubo un tiempo en que el teléfono ocupaba un lugar central y estable en la casa, como el santuario, o la cocina-comedor. Cuando sonaba, los miembros de la familia se entregaban a una sutil carrera, como si llegaran noticias del otro mundo. Alguien preguntaba: ¿Quién es? Una voz desde el otro lado respondía: soy Ricardo, el Doctor. Un nombre y una función social. Había entonces un lugar en la casa, desde el cual se hacía una pregunta por el ser, y se encontraba una respuesta con una identidad estable. Y también había otro mundo. Un mundo de plena realización religiosa o política: utópico, del que se esperaba una palabra. Esa palabra, si llegaba, regiría la vida de la familia, hoy diríamos: de modo “autoritario”.
En la actualidad nadie pregunta ¿quién es? La respuesta a la pregunta por el ser la devela el CallerID. En cambio se le pregunta ¿dónde está? Si antes se decía la identidad, ahora se dice el lugar. Estoy yendo, llegando, subiendo: la obsesión por la localización se da en el contexto de un sistema económico en el cual la valorización del producto se da en el movimiento: te mando el trabajo adjunto, está yendo, modificá lo que quieras, enviámelo, lo retoco y se lo envío a los brasileños. Producir es poner en movimiento. La circulación incrementa el valor y la policía de los gobiernos neoliberales lo indicó tempranamente: circule.

El fundamental ensayo de Juan Ringelheim, "La nueva instrucción cívica", sigue acá, en Revista Artefacto.

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