martes, mayo 31, 2011

Una buena nueva


Un gran gran grandísima noticia: El amhor, los orsinis y la muerte de Néstor Sánchez vuelve (a conseguirse). Esa novela por la que algunos bregábamos para que apareciera. Pego, sonriente, la gacetilla de Paradiso, corran a comprarla, es un imperativo ético:

"El amhor, los orsinis y la muerte
Néstor Sánchez

296 páginas
13 cm x 20 cm
ISBN 978-987-1598-25-0
PVP: 72$

“De los posible narrativos de Siberia blues –que en este caso figuran inversamente a lo ‘real’ de la narración–, se genera la escritura de El amhor, los orsinis y la muerte. Todo relato inaugura primariamente una propuesta de posibles narrativos que alcanzan su culminación en la última palabra del texto. A medida que las palabras se combinan, se derogan progresivamente las otras posibilidades para acabar sólo en una. Siberia blues invertía esta operatoria tradicional para proponerse como una eventualidad narrativa: su final era un interrogante que la escritura se planteaba a sí misma burlando a los lectores de la ‘trama’. El amhor, los orsinis y la muerte retoma esta propuesta para cumplirla acabadamente: un cierre total, una clausura absoluta.”
Nicolás Rosa

Néstor Sánchez


(Buenos Aires 1935 - 2003)
Publicó Nosotros dos (1966), Siberia blues (1967; Paradiso 2006), El amhor, los orsinis y la muerte (1969), Cómico de la lengua (1973; Paradiso 2007) y La condición efímera (1988; Paradiso 2009). Tradujo obras de René Daumal, Cesare Pavese, Louis Ferdinand Céline y Henry Michaux, entre otros."

lunes, mayo 30, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (IV)

CHARLES WENTWORTH LITTLEFIELD

Con la fuerza exclusiva de su voluntad, el cirujano Charles Wentworth Littlefield conseguía hacer cristalizar la sal de cocina en forma de pollo o de otros animales pequeños.
Cierta ocasión en que su hermano se había hecho un feo corte en el pie y perdía bastante sangre, el doctor Littlefield tuvo la idea de recitar un pasaje de la Biblia y la hemorragia se detuvo inmediatamente. Desde aquel día, Littlefield fue capaz de realizar arriesgadas intervenciones de alta cirugía, utilizando como coagulante su poder mental apoyado en el mismo fragmento de la Biblia.
En determinado momento, el doctor decidió estudiar más metódicamente la causa secreta de su poder trombocoagulante. Littlefield sospechaba que la coagulación era provocada por las sales contenidas en la sangre; por consiguiente, disolvió una pizca de sal de cocina en el agua y puso la solución bajo el microscopio. A medida que el agua se evaporaba, el observador repetía a media voz el pasaje quirúrgico del Antiguo Testamento, pensando al mismo tiempo en un pollo. Sorprendido, vio como los diminutos cristales que se iban formando lentamente en el portaobjetos se disponían en forma de pollo.
Repitió el experimento cien veces, siempre con el mismo resultado: si, por ejemplo, pensaba en una pulga, los cristales se disponían en forma de pulga. El relato de las investigaciones se puede leer en el libro del mismo Littlefield Origen y modo de la vida (The Beginning and Way of Life, Seattle, 1919). Se trata de un profundo estudio del sutil magnetismo que convierte a los cristales en dóciles al control de la mente humana. En el prefacio, el doctor da las gracias a san Pablo, a san Juan Evangelista y al físico inglés Michael Faraday, que, desde el otro mundo, le han dictado capítulos enteros.

domingo, mayo 29, 2011

Oski y el fantasma (3)

Oski y el fantasma (1)
Oski y el fantasma (2)








sábado, mayo 28, 2011

Hombres infames





Para que algo de esas vidas llegue hasta nosotros fue preciso por tanto que un haz de luz, durante al menos un instante, se posase sobre ellas, una luz que les venía de fuera: lo que las arrancó de la noche en la que habrían podido, y quizá debido, permanecer, fue su encuentro con el poder; sin este choque ninguna palabra sin duda habría permanecido para recordarnos su fugaz trayectoria. El poder que ha acechado estas vidas, que las ha perseguido, que ha prestado atención, aunque sólo fuese por un instante, a sus lamentos y a sus pequeños estrépitos y que las marcó con un zarpazo, ese poder fue quien provocó las propias palabras que de ellas nos quedan, bien porque alguien se dirigió a él para denunciar, quejarse, solicitar o suplicar, bien porque el poder mismo hubiese decidido intervenir para juzgar y decidir sobre su suerte con breves frases. Todas estas vidas que estaban destinadas a transcurrir al margen de cualquier discurso y a desaparecer sin que jamás fuesen mencionadas han dejado trazos -breves, incisivos y con frecuencia enigmáticos- gracias a su instantáneo trato con el poder, de forma que resulta ya imposible reconstruirlas tal y como pudieron ser "en estado libre". Únicamente podemos llegar a ellas a través de las declaraciones, las parcialidades tácticas, las mentiras impuestas que suponen los juegos del poder y las relaciones de poder.
Tal vez La Galería de Ladrones de Capital de José S. Álvarez (1880-1887) sea nuestra Vida de los hombres infames: una serie de fotos y textos compadritos, maleantes y rufianes cuyas vidas han sido 'puestas en juego', existencias citadas a comparecer por el discurso del poder en los que la vida, en el decir de Agamben, "está solamente jugada, jamás poseída, jamás representada, jamás dicha; por eso, ella es el lugar posible, pero vacío, de una ética, de una forma-de-vida." ("El autor como gesto", p. 88-89).Tal vez no pero el rescate de dicho libro merece toda nuestra atención.

viernes, mayo 27, 2011

Cartografíar, cartografiar, cartografiar (sobre Buenos Aires. La ciudad como un plano)

Las antologías son una jugada compleja y traicionera para cualquier editorial y cualquier lector: o estamos ante una recolección mediocre de muestras textuales o estamos ante un brillante collage de textos disímiles y vibrantes. Es así. Una antología puede hacer que te arrepientas de por vida de haberla comprado y que inmediatamente quieras venderla, la típica antología que recae en lo obvio, en lo canónico; o puede hacer que agradezcas haber gastado en esa compilación por la novedad de sus textos, que nunca habían sido publicados, y por el eje que transitan, cada escritor a su manera.
Buenos Aires. La ciudad como un plano (La bestia equilátera, 2010) entraría dentro del segundo tipo de antologías (recuperando lo mejor de las viejas antologías de la editorial Jorge Álvarez). La propuesta es simple (pero no el resultado): escritores y cronistas escriben sobre la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Se trata, es claro, de trazar recorridos por las calles urbanas, los centros cosmopolitas o las reservas casi ecológicas para, como querían nuestros amados Deleuze y Guattari, cartografiar, cartografiar, cartografiar. Ahora bien, lo interesante de esta antología es la diversidad y la lucidez que presentan sus textos. Hacía tiempo que no leía una antología pareja, es difícil encontrarlas, suelen tener sus puntos altísimos y sus puntos bajísimos. En Buenos Aires. La ciudad como un plano, por el contrario, la convivencia de tonos diversos, de registros diversos, de géneros diversos hace que el traqueteo por la ciudad se vuelva múltiple, inasible y vibrante. En ese entramado de percepciones y textualidades es posible trazar ciertas líneas que vinculen los textos de la antología para armar una red de sentidos y desplazamientos.
Así, el relato de Sergio Chejfec, “El testigo”, uno de los grandes relatos del libro (un tipo obsesionado con una carta de Cortázar que vuelve a Buenos Aires, después de vivir años fuera del país, para encontrar el lugar donde vivía el autor de Rayuela a fines de los 40) y “Miserereplatz” de Edgardo Cozarinsky, un texto inclasificable, cuando no, sobre la Plaza Miserere y sus alrededores, son dos modos alternativos de volver una mirada de “arrebatado sentimiento de extinción” y un “ataque fulminante de nostalgia” en relación con la ciudad, una convivencia de temporalidades en las fachadas, en las calles y en los sujetos urbanos. Del otro lado, la crónica “Diario del 22 de noviembre de 2000” de María Carman (sobre el tren blanco en Belgrano R y los carros revolvedores, que trenza la propia voz de la cronista con la de los protagonistas de su crónica, y un coletazo final de gran nivel poético) y el “Informe sobre ceros” de Dalfia Oken, seudónimo de un binomio de autores, que acompaña a los vagabundos y mendigos de las calles porteñas recuperan, a su modo, los desplazamientos marginales que caracterizan a Buenos Aires, recuperando las vidas que han sido abandonadas por el Estado y los otros. Vemos en las anteriores, dos líneas posibles para trazar en el concierto de voces que se aúnan en Buenos Aires. La ciudad como un plano aunque podrían trazarse otras diversas: la vida comercial en “Paseás por Florida” de Sylvia Molloy (una nueva modulación de la nostalgia urbana) y en “Pasajes” de Graciela Speranza (texto sobre galerías, en el que vuelve a aparecer Cortázar); pequeñas anécdotas que narrativizan la vida urbana en “Una flor para Selma” de Arnaldo Calveyra (la llegada inmigrante a Buenos Aires y la nueva vida) y en “Caminata bárbara” de María Sonia Cristoff (típicas recorridas por la Reserva Ecológica en Costanera y el encuentro con un hombre que había desaparecido); la ciudad como cuerpo y el tono tragicómico en “Humo” de Daniel Guebel y “Filcar. Un recorrido” de Alan Pauls, dos cuentos que trabajan en torno de la enfermedad y la muerte; etc.
Buenos Aires. La ciudad como un plano es una cartografía textual y perceptiva de Buenos Aires y sus alrededores destacable por la variedad y la calidad de sus participantes y por los recorridos que propone: desde el Retiro detallista de Marcelo Cohen (en “Retiro. La estación”) hasta el dicotómico Belgrano R de María Carman, pasando por el extranjerizado Centro de Ann-Kazumi Stahl (en “Primero días porteños”). Las antologías, ya lo dije, son un tipo editorial traicionero y, sin embargo, en este caso da gusto recorrer las páginas y leer textos inéditos de escritores lúcidos que construyen su propio modo de vivir y de escribir los cien barrios porteños.

jueves, mayo 26, 2011

El lenguaje jazzístico (Néstor Sánchez)

Publicado en Primera Plana, n° 238, 25 de julio de 1967.

los que manejaron a través del país durante
setenta y dos horas para averiguar si yo había
tenido una visión, a o si usted tuvo una visión, o si él
tuvo una visión de la eternidad.
Allen Ginsberg

Cada vez que una nueva novela pone en estado de peligro las tradiciones culturalmente consagradas del género, cada vez que rompe esquemas formales y se desentiende de la propia retórica vuelve a ventilarse el famoso agudizamiento de sus crisis, reaparecen cargos a su inoperancia ideológica, a su falta de garantías, a su flagrante "incomunicación". Y la mayoría de las personas que discuten sobre el tema, que se lamentan sinceramente y llegan hasta el límite de planear nuevas preceptivas, por lo general no tienen nada que ver con el arte como actividad específica; se trata más bien de hombres preocupados por la cultura, que están allí porque, en última instancia, se trataba de palabras, y las palabras, dígase lo que se diga, ya estaban pensadas.
Entonces, para quienes la escritura significa un modo de escapar a la cárcel del sentido, lo que reaparece es la vieja tentación de dejarles todo y pasar a otra cosa. Y una de las formas simplísimas de pasar a otra cosa sería abandonar para siempre el término novela, reemplazarlo por otro de la misma ambigüedad, romper el hechizo que permanece en las reglas del juego. Sin embargo, sería, también, traicionar no sólo un viejo amor porque se le conocen las desgracias, sino renunciar a esa especie de condición esencial del arte: profundizar en el propio instrumento, aceptarlo como estado de vida y, porque la vida es su materia, encontrarse cada vez ante la alternativa de destruirlo para que no la defina, para que no la traicione comprendiéndola. Únicamente así es como debe resultar posible acceder —si se tiene un poquito de suerte—, a la potencia oculta de aquellas palabras, a su capacidad todavía infinita de asociación, de degradación y maravilla.
En realidad, y según las ilusiones de una historia que circula con bastante insistencia, al último novelista tradicional (es decir, ese hombre empeñado en dramatizar —novelar— una visión del mundo poniendo en orden las palabras) ha de ocurrirle lo siguiente: mientras corrija una prueba de imprenta de su novela-río, de su novela-total, descubrirá de improviso y con síntomas de estupor que a un párrafo le faltan cinco líneas y que por lo tanto dos palabras distantes, separadas por la ausencia de su pensamiento iluminan, al encontrarse, algo en lo que nunca había pensado hasta ese momento. En secreto y a sus años, descubrirá que se puede hacer lo mismo con otro párrafo, que se podría hacer lo mismo, por extensión, con su memoria, con el ritmo de su vida, con todo lo que se obstinó en comprender y novelar y que, finalmente, había cedido ante tanta insistencia. Ya viejo, sospechará que haber descubierto el humor, el rapto de azar en que el lenguaje escrito se hace, a su vez, lenguaje, habría implicado vivir de otra forma. Y esta última visión de la diversidad, este posible desgarramiento entre arte y cultura, ha de ser lo que le provoque el infarto.
La mentada crisis de la novela contemporánea es, a lo sumo, un estado natural del arte y, por lo tanto, esto tendría que llenarlos de tranquilidad; pero no cabe duda de que en ella se trata, todavía, de una dilucidación, de una toma de partido: si acepta ser verdaderamente arte, si el lenguaje es, por lo tanto, un instrumento de conocimiento que se hace experiencia de vida; o, en su defecto, si se manejan las palabras como elementos de verificación y entonces toda aventura termina donde empiezan las pautas de cultura, toda página escrita corrobora e ilustra estas pautas.

Lo obvio, lo sobreentendido

Sin embargo, cuando se enfrentan nociones necesariamente antagónicas como arte y cultura, cuando se propone el desgarramiento como condición, vuelve a producirse la inútil recaída en el equívoco, en la mala conciencia: correr los riesgos de sobreentender lo culturalmente entendido hasta allí, de tomarlo y asumirlo como punto de partida —veleidoso e intransferible—, para reiniciar la aventura por un conocimiento más jubiloso, menos claudicante, no quiere decir (no puede) refugio en la indiferencia, en la patología, en el divulgado mito de la intuición soberana. Y fue justamente por limitación de esta perspectiva, por falta de una noción clara de las posibilidades abiertas del lenguaje, que el novelista tradicional, el fatigado testigo de las apariencias, el "buceador de todas las almas" excepto la suya, fue atrofiando el instrumento hasta el límite de que, en los días que corren y a casi cincuenta años de garantizado el automatismo y lo maravilloso cotidiano, todavía cuesta distinguir en él al artista del divulgador de la cultura, al deslumbrado del menesteroso del aburrimiento.

miércoles, mayo 25, 2011

Bataille y lo común (III)

Bataille y lo común (I)
Bataille y lo común (II)

La tragedia y la muerte como lazo: …por un lado, una composición de fuerzas común adherida a una tradición estrecha –parental o racial- constituye una autoridad monárquica y se establece como un estancamiento y un límite infranqueable para la vida; por el otro, un lazo de fraternidad que puede ser ajeno al lazo de sangre se anuda entre hombres que deciden entre ellos las consagraciones necesarias; y el objeto de esa reunión no tiene como objetivo una acción definida sino la existencia misma, LA EXISTENCIA, ES DECIR, LA TRAGEDIA. (“Crónica nietzscheana”, 123).

Nadie piensa ya que la realidad de una vida en común –lo que equivale a decir “de la existencia humana”-, dependa de la puesta en común de los terrores nocturnos y de esa suerte de crispación extática que expande la muerte. (“Crónica nietzscheana”, 128)

El principio de esta transvaloración [de la comunidad fascista a la comunidad de sentimiento de Numancia] se expresa en términos simples. A LA UNIDAD CESARIANA QUE FUNDA UN JEFE SE OPONE LA COMUNIDAD SIN JEFE UNIDA POR LA IMAGEN OBSESIVA DE UNA TRAGEDIA. La vida que exige que hombres se reúnan, y los hombres no se reúnen más que gracias a un jefe o una tragedia. Buscar la comunidad SIN CABEZA es buscar la tragedia: la ejecución del jefe es en sí misma tragedia; sigue siendo exigencia de tragedia. Una verdad que cambiará el aspecto de las cosas humanas comienza aquí: EL ELEMENTO EMOCIONAL QUE DA UN VALOR OBSESIVO A LA EXISTENCIA COMÚN ES LA MUERTE. (“Crónica nietzscheana”, 130).

martes, mayo 24, 2011

Run, rabbit, run


Para esto, sirve la tecnología: Rabbits for my closet, juego online basado en "Carta a una señorita en Paris". Ahora, quiero que adapten "Las puertas del cielo", "Omnibus" o "No se culpe a nadie". Gracias, Internet, por tanta magia.

Visto en De boca en boca.

lunes, mayo 23, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (III)

AARON ROSENBLUM

Los utopistas no reparan en medios; con tal de hacer feliz al hombre están dispuestos a matarle, torturarle, incinerarle, exiliarle, esterilizarle, descuartizarle, lobotomizarle, electrocutarle, enviarle a la guerra, bombardearle, etcétera: depende del plan. Reconforta pensar que, incluso sin plan, los hombres están y siempre estarán dispuestos a matar, torturar, incinerar, exiliar, esterilizar, descuartizar, bombardear, etcétera.
Aaron Rosenblum, nacido en Danzig, crecido en Birmingham, también había decidido hacer feliz a la humanidad; los daños que provocó no fueron inmediatos: publicó un libro sobre el tema, pero el libro permaneció largo tiempo ignorado y no tuvo muchos seguidores. De haberlos tenido, tal vez no existiría ahora ni una sola patata en Europa, ni un farol en las calles, ni una pluma de metal, ni un piano.
La idea de Aaron Rosenblum era extremadamente sencilla; él no fue el primero en concebirla, pero sí el primero en llevarla hasta sus últimas consecuencias. Sobre el papel, únicamente, porque la humanidad no siempre desea hacer lo que debe hacer para ser feliz, o para lograrlo prefiere elegir sus propios caminos, que en cualquier caso, al igual que los mejores planes globales, también suponen matanzas, torturas, cárceles, exilios, descuartizamientos, guerras. Cronológicamente, la utopía de Rosenblum no fue afortunada: el libro que debía hacerla famosa, Back to Happiness or On to Hell (Atrás hacia la felicidad o adelante hacia el infierno) apareció en 1940, precisamente cuando el mundo pensante estaba mayoritariamente entregado a defenderse de otro plan, no menos utopista, de reforma social, de reforma total.

domingo, mayo 22, 2011

Oski y el fantasma (2)

Oski y el fantasma (1)









sábado, mayo 21, 2011

Amadas las personas que se sientan (sobre El hombre sentado de Ariel Magnus)


Hay una película: Canciones del segundo piso (2000) de Roy Andersson. Ése es el punto de partida. Hay una película que transcurre en Estocolmo, en la que desfilan una serie de hombrecitos patéticos con un telón de fondo apocalíptico, parados al borde del abismo económico pero también existencial. Una serie de hombrecitos despreciables que debaten sus minúsculas vidas entre el trabajo automatizado, las crisis, la locura. Hay, entonces, una película oscura, monótona, melancólica como punto de partida.
Y diez años después, está El hombre sentado de Ariel Magnus (Eterna Cadencia, 2010), una novela que en su contratapa anuncia, abiertamente, tomar como punto de partida la película de Andersson. ¿Por qué una novela habría de adaptar a una película? ¿Qué se le cruza por la cabeza a un escritor para arriesgarse a tal transposición, sin buscar un producto marketinero? Escribir una reseña sobre El hombre sentado se vuelve una tarea compleja porque se corre el riesgo de hablar sobre temáticas o personajes que, en realidad, ya aparecen en Canciones del segundo piso y pertenecen a ese anterior relato. La novela de Magnus, por estar basada en una película, se coloca en una zona lábil que reabre la discusión nunca cerrada en torno de la originalidad, la autoría y el plagio. No me interesa meterme en esa discusión aunque la novela invitaría a hacerlo (¿cuál es el límite entre la fidelidad y la repetición? ¿puede una novela plagiar una película? ¿cuál es el límite entre la inspiración y la copia? ¿puede la literatura renovar una relato cinematógrafico volviéndolo a contar?). Me interesa, en cambio, indicar por qué El hombre sentado es una breve novela que, a mi entender, esconde un gran trabajo con el material artístico, una verdadera salto del cine a la literatura. Van, pues, algunas cuestiones:

viernes, mayo 20, 2011

Voy

miércoles, mayo 18, 2011

Las cuarenta: un camino de ida


La editorial Las cuarenta es un proyecto que vengo siguiendo hace un par de años y cuyo editor tuve la suerte de conocer hace un largo tiempo. Su catálogo es una oda al pensamiento heterogéneo y ellos son los responsables (y nosotros, agradecidos) de que actualmente podamos conseguir La parte maldita de Georges Bataille o Marxismo y literatura de Raymond Williams o La prudencia en Aristóteles de Pierre Aubenque o Ética convergente de Ricardo Maliandi, entre otros. Digamos, Las cuarenta vino a llenar un espacio vacío en el mundo editorial y a re-crear los espacios vacíos que horaden el pensamiento hegemónico y canonizante.
Este año se traen entre manos ciertos títulos para remover la mansedumbre cultural: Lo puro y lo impuro de Vladimir Jankélévitch, Introducción a la narratología de Matías Martínez y Michael Scheffel y La redención del Leviatán: Georges Bataille y la filosofía política de Julián Fava son algunos de los títulos propuestos para 2011. Nosotros, los lectores, reconfortados por tan buen gusto y tanta divergencia intelectual.
A continuación, Néstor González, el director de la preciosa editorial Las cuarenta (sí, son todos elogiosos los adjetivos de este post), nos cuenta cómo sigue este camino de ida:

1. Si uno recorre el catálogo de Las cuarenta, puede percatarse de la fuerte apuesta a una cierta política de la traducción, ¿hay planeadas nuevas traducciones que vengan a mover el avispero del pensamiento filosófico-político?

N. G.: Tenemos pensado publicar en el próximo semestre una traducción de las clases de estética de Adorno y, más adelante, las clases de filosofía moral. También una edición crítica de la primera novela de Kracauer, Ginster. Un voluminoso tomo compilado por Erdmut Wizisla, director del Archivo Benjamin, que es un estudio de los conceptos principales de la obra de Benjamin. Estamos llegando a un acuerdo para publicar la traducción hecha por Brugger de los sermones y tratados de Meister Eckhart. En otro orden, para los amantes de los textos que agregan notas a sus placeres, estamos preparando una traducción de una parte de la Historia Natural de Plinio el viejo, sobre vinos y vides.

2. Podríamos decir que hay algo que caracteriza al proyecto editorial y ese algo es la recuperación y exploración de un pensamiento del afuera, heterodoxo, que corre por fuera de lo canónico. En esta línea, ¿por qué recuperar la obra de autores como Pierre Klossowski, Siegfried Kracauer o Éttiene de la Boétie?

N. G.: Es correcto. Nos sentimos colaboradores de la literatura que se inscribe en el pensamiento del afuera. La propuesta de la editorial apunta a la estimulación de las lecturas que propician la reflexión sobre aquellos temas donde aún existen vicios de la modernidad. A quienes se sienten seguros de sus cogitaciones y que al final terminan por fagocitarse al prójimo, cerrando toda posibilidad de sensibilizarse por el dolor ajeno. Esto nos sucede incluso obrando de buena fe. Por eso creemos que un pensamiento que incluya realmente al prójimo, en un movimiento de escucha, reflexión y duda, apela a la Prudencia. Por otro lado se suma una consideración sobre el Talento que va de la mano de la Generosidad. Es el registro de la identificación con un tiempo y un lugar, con su pueblo, que favorece la construcción de redes para su prolongación. Ayudan Kracauer, Klossowski, Bataille, entre otros y todos los argentinos elegidos en nuestra colección Pampa Aru.

3. Por otro lado, la otra apuesta que podemos notar en el catálogo va por el lado del pensamiento nacional (contemporáneo pero también olvidado), ¿qué novedades podemos esperar ansiosos para este año?

N. G.: Para la colección de pensamiento nacional podemos anunciar al segundo volumen de la Ética convergente de Ricardo Maliandi. Quien después de 40 años de trabajo pudo presentar esta obra que ya tiene sus raíces en el mundo legal y en el campo de la medicina. Junto a otros profesionales, esta obra ha dado fundamento a los principios de la Bioética. Una publicación recientemente incorporada es la de José Fernández Vega que nos permite reflexionar sobre estética en Argentina. Del profesor Luis Juan Guerrero publicaremos ¿Qué es la belleza? Y continuaremos con el volumen II y III de su Estética operatoria en sus tres direcciones. Para cerrar el año y consagrando el título número 40, Julián Fava publica su primer libro fruto de cinco años de dedicación a la obra de Bataille y a la filosofía política. Una interpretación de la obra del autor francés con la extensión de una apuesta personal sobre las vetas que distinguen la producción política argentina.

4. Finalmente, Las cuarenta, año tras año, viene participando de proyectos independientes como la FLIA, ¿este año sigue apostando a los circuitos no convencionales? ¿Hay forma de mantenerse en dicha posición independiente cuando resulta tan difícil hacerlo?

N. G.: Me gustaría aclarar algo sobre el mote de “independiente”. A mi entender esa palabra no parece aplicarse a la producción editorial. Uno es independiente cuando no depende. En nuestro caso dependemos de la venta de libros para el sostén de nuestros hogares. Cualquier desatino en la elección de los títulos hace temblar toda nuestra economía doméstica. La dependencia ideológica entendida como si uno fuera arreado a lugares donde un tercero se beneficiara más allá de lo que el goce de la lectura y la intervención política le pueda dar, no lo sé. Ese intento por difundir una idea, mientras ésta no se vea distorsionada por agentes externos a sus propias decisiones, es lo que creo debería llamarse independiente. Entonces para ser independiente uno debería ser fiel a sus convicciones. La pregunta es: ¿Aunque estas cambien? Entonces ¿está bien vista la coherencia?
En cuanto a participar de espacios alternativos decimos: Sí, vamos a seguir participando de cada espacio donde se pueda ofrecer el fondo. FLIA o la Feria del libro organizada por la Fundación. Nos parece más “alternativo” y menos convencional viajar, como lo hacemos, por muchas provincias llevando el material y estableciendo fuertes vínculos afectivos con nuestros libreros. Creemos que así se escapa mejor de las formas recomendadas por los sabios del mercado.

martes, mayo 17, 2011

Oski y el fantasma (1)

Oski, que era un genio de la vida, ilustró allá lejos y hace tiempo una edición de El fantasma de Canterville de Oscar Wilde. Mi amigo E. trajo una versión en italiano de dicha edición y me la presto para que pusiera al alcance de todos estos dibujos preciosos del maestro. Ahí van los de la portada y el capítulo 1:








Fuente:
Wilde, Oscar (2008): Il fantasma di Canterville, Roma, Nuove Edizioni Romane.

lunes, mayo 16, 2011

La abanderada de los humildes (5)

En Lo más oscuro del río (1990), un hermoso libro de cuentos, Luis Gusmán escribió "La razón principal", un relato que recupera lateralmente la estela que deja la muerte de Evita en un paisaje helado y en el destino de un hombre y su voz. ¡Qué lo disfruten!

La razón principal (Luis Gusmán)

Un paisaje helado. Atravieso la hilera de pinos que ocultan y custodian el chalet suizo que está al final de la calle. Trato de afirmar mis pasos en la nieve del otoño. Me invade un sentimiento oscuro donde se mezcla la esperanza y el rencor. Se aproxima el fin de un encuentro que se ha demorado durante muchos años.
Camino eludiendo racimos de piñas plateadas que amenazan mis pies; animales de formas indefinidas, frutos de antiguas obsesiones, convergen como un ejército perfectamente alineado que marcha hacia su objetivo. Por un momento se me cruza el extraño pensamiento de incendiar la nieve, incendiar esas formas perversas de la pesadilla. Los frutos se parecen entre sí. Por eso dudo antes de separar uno. Es una brasa fría, quemante. En ella calculo todo el peso de la infancia, aquellos años en que la vida del hombre que ahora me espera era para mí un enigma. El animal de madera agoniza, la materia inconsistente se deshace entre las manos. Lo arrojo lo antes posible, se desliza sobre la poca nieve que aún queda pero que es suficiente para atenuar el golpe. Todavía no ha terminado de detenerse porque ha encontrado una pendiente imprevista, cuando me doy cuenta de que en ese gesto he arrojado aquel tintero que durante años adornó mi escritorio, aquel estilo grotesco que tomaba la forma de una piña y que había sido regalo de Néstor, quien sorpresivamente me ha mandado llamar.
Pronunciar el nombre de Néstor siempre significó para mí algo sagrado. Creo que nadie de la familia escapaba a su influjo. El magnetismo que irradiaba no era ajeno a su origen. Un hombre que había nacido en el sur y que había pasado su infancia entre la nieve. Más de un familiar atribuía a ese mismo origen los diferentes matices de su voz. Glacial y majestuosa, eran los adjetivos más justos para definir ese tono que nos sumía en un estado de sublime admiración. Había elegido el paisaje perfecto para su voz. Había encontrado una tumba de cristal donde refugiarse, esperando quizás una muerte cercana, una sentencia y un alivio que nunca acababan de llegar.

domingo, mayo 15, 2011

Olivia

En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta —simultáneamente— por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también, proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela. Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a su puerta; Fang resuelve matarlo. Naturalmente, hay varios desenlaces posibles: Fang puede matar al intruso, el intruso puede matar a Fang, ambos pueden salvarse, ambos pueden morir, etcétera. En la obra de Ts'ui Pên, todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones.Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen...
Acabo de terminar la tercera temporada de Fringe, una serie que si comenzó queriendo emular a los inolvidables X-files, luego, tomó sus propias derivas cuánticas y alternativas. 
Chequéenla por acá.

viernes, mayo 13, 2011

Bataille y lo común (II)

Bataille y lo común (I)

La comunidad universal

El resto del mundo: No puede haber límite entre los hombres en la conciencia y, lo que es más, la conciencia, la lucidez de la conciencia, restablece necesariamente la imposibilidad de un límite entre la humanidad y el resto del mundo. Lo que debe desaparecer, puesto que la conciencia se vuelve cada vez más aguda, es la posibilidad de distinguir al hombre del resto del mundo. (“La religión surrealista”, 55).

Universalidad:
La búsqueda de Dios, de la ausencia de movimiento, de la tranquilidad, es el temor que hizo entrar en la sombra toda tentativa de comunidad universal. El corazón del hombre no está inquieto solamente hasta el momento en el que descansa en Dios: la universalidad de Dios sigue siendo todavía, para él, una fuente de inquietud y el apaciguamiento no se produce más que si Dios se deja encerrar en el aislamiento y en la permanencia profundamente inmóvil de la existencia militar de un grupo. Porque la existencia universal es ilimitada y por ello sin reposo: no encierra la vida del infinito. La existencia universal, eternamente inacabada, acéfala, un mundo semejante a una herida que sangra, que crea y que destruye sin cesar a los seres particulares finitos: es en este sentido que la verdadera universalidad es la muerte de Dios. (“Proposiciones”, 70).

Sin función:
Ser libre significa no ser función. Dejar que la vida se encierre en una función es dejar que la vida se castre. La cabeza, autoridad conciente o Dios, representa la unidad de las funciones serviles que se ofrece y se toma a sí misma como un fin, en consecuencia, es la que deber ser objeto de la aversión más profunda. (“Proposiciones”, 67).

martes, mayo 10, 2011

El kairós de la moda

# 5

Un buen ejemplo de esta especial experiencia del tiempo que llamamos la contemporaneidad es la moda. Lo que define la moda es que introduce en el tiempo una discontinuidad, que lo divide según su actualidad o falta de actualidad, su estar y su no-estar-más-a-la-moda (a la moda y no simplemente de moda, que alude sólo a las cosas). Pese a ser sutil, esta cesura es evidente: en el sentido de que quienes deben percibirla la perciben infaliblemente y de esa precisa manera certifican su estar a la moda; pero si tratamos de objetivarla y fijarla en el tiempo cronológico, esta se revela inasible. Sobre todo el "ahora" de la moda, el instante en que comienza a ser, no es identificable a través de ningún cronómetro. ¿Ese "ahora" es acaso el momento en que el estilista concibe la línea, el matiz que definirá el nuevo modelo de la prenda? ¿O en que la confía al diseñador y luego a la sastrería que confecciona el prototipo? ¿O, más bien, el momento del desfile, cuando la prenda es llevada por las únicas personas que están siempre y sólo a la moda, las mannequins, que, sin embargo, justamente por eso, nunca lo están realmente? Porque, en última instancia, el estar a la moda del "modelo" o del "aspecto" dependerá de que las personas en carne y hueso, distintas de las mannequins –esas víctimas sacrificiales de un dios sin rostro– la reconozcan como tal y la conviertan en su propia vestimenta.

El tiempo de la moda está, por ende, constitutivamente adelantado a sí mismo y, justamente por eso, también siempre retrasado, siempre tiene la forma de un umbral inasible entre un "no todavía" y un "ya no". Es probable que, como sugieren los teólogos, eso dependa de que la moda, al menos en nuestra cultura, es una signatura teológica del vestido, que deriva de la circunstancia de que la primera prenda de vestir fue confeccionada por Adán y Eva después del pecado original, en la forma de un taparrabo compuesto de hojas de higuera (para mayor precisión, las prendas que nos ponemos hoy derivan, no de ese taparrabos vegetal, sino de las tunicae pelliceae, de los vestidos hechos con pieles de animales que Dios, según Gén. 3.21, hace vestir, como símbolo tangible del pecado y de la muerte, a nuestros progenitores en el momento en que los expulsa del Paraíso.) En todo caso, más allá de cuál sea la razón, el "ahora", el kairós de la moda es inasible: la frase "en este instante estoy a la moda" es contradictoria, porque en el segundo que el sujeto la pronuncia, ya está fuera de moda. Por eso, el estar a la moda, como la contemporaneidad, comporta cierta "soltura", cierto desfase, en que su actualidad incluye dentro de sí una pequeña parte de su afuera, un matiz de demodé. De una señora elegante se decía en París en el siglo XIX, en ese sentido: "Elle est contemporaine de tout le monde" [Ella es contemporánea a todos].

Pero la temporalidad de la moda tiene otro carácter que la emparienta con la contemporaneidad. En el gesto mismo en que su presente divide el tiempo según un "ya no" y un "no todavía", esta insittuye con esos "otros tiempos" –ciertamente, con el pasado y, quizá, también con el futuro– una relación particular. Puede, vale decir, "citar" y, de esa manera, reactualizar cualquier momento del pasado (los años veinte, los años setenta, pero también la moda imperio o neoclásica). Puede, por ello, poner en relación lo que dividió inexorablemente, volver a llamar, re-evocar y revitalizar lo que incluso había declarado muerto.
Agamben, Giorgio (2010): "¿Qué es lo contemporáneo?" en Desnudez, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, pp. 24-26.

domingo, mayo 08, 2011

TLTropes

Los muchachos de la revista Luthor se despacharon con un sitio divino: TLTropes. La idea es, siguiendo las enseñanzas de TvTropes, armar una wiki para explicar y ejemplificar los tropos de la teoría literaria. 
Copio dos como muestra pero recórranla que todos valen la pena:


Aun con todos los avances en el mercado, todavía no tenemos un producto único que nos sirva para desengrasar la cocina, pulir los muebles, cepillarnos los dientes y decorar una torta de cumpleaños. A este ritmo, no falta mucho. Por suerte la teoría lleva la delantera, ofreciéndonos conceptos que bien usados, pueden servir tanto para explicar la rítmica de Virgilio como para ilustrar los debates del surrealismo, básicamente porque luego de repetirlos un par de cientos de veces, no dicen nada.

Ejemplos: El concepto de “lengua” y el de "sistema" para el estructuralismo. La ostranenie formalista, la imaginación linkeana, el rizoma deleuziano. La deconstrucción es EL ejemplo de este tropo.


Luego de que Foucault popularizara expresiones como “la microfísica del poder” se ha vuelto frecuente politizar las lecturas de una forma bastante distinta a la que predominaba en la Guerra Fría y en los lectores de Lukács. El problema es que esta “politización” consiste primordialmente en decir que “X es político”, o peor aun, con itálicas, “X es político”. De esta forma, enunciados como “El barómetro sobre el piano en Madame Bovary es político” o “En Sade los cuerpos ocupan un lugar político” pasan a ser demostrativos de un profundo compromiso ideológico, aunque no con una ideología en particular.

También podríamos llamar a este tropo la ontologización de lo político, ya que transforma la politicidad en un atributo del “ser” (en el sentido más vacío del término, o sea, el habitual). Es un subproducto triste de lo políticamente correcto. Barthes lo fomentó también en sus Mitologías. Por lo general se opone a La cultura es la sonrisa.

Ejemplos:
Lo encontramos en las malas lecturas de Foucault más que en el propio Foucault, y lo mismo con las continuaciones espontáneas de las Mitologías de Roland Barthes.

sábado, mayo 07, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (II)

JULES FLAMART

En 1964 Flamart entregó a la imprenta su novela-diccionario, titulada astutamente La langue en action. La idea era la siguiente: puesto que los normales vocabularios modernos, por muy divertidos y en ocasiones licenciosos que resulten, son casi sin excepción inadecuados para una lectura continuada y sistemática, que es la única que justifica la existencia duradera de una determinada obra, el autor se había propuesto, con una paciencia flaubertiana, componer un nuevo tipo de diccionario que conjugase lo útil con lo aventuroso, indicando como cualquier otro vocabulario la definición y la utilización de cada una de las voces, acompañándolas, sin embargo, no de agradables observaciones y divagaciones eruditas como las que alimentan o alimentaban las antiguas enciclopedias, sino de breves pasajes narrativos, encadenados de tal manera que, una vez acabada la lectura, el lector no sólo ha aprendido la utilización correcta de todas las voces que componen la lengua, sino que además se ha divertido siguiendo el intricado desarrollo de una trama de lo más cautivante y movida, de tipo espionaje-pornográfico.
Está claro que no bastará la anterior descripción para dar una idea precisa de este trabajo probablemente único en el mundo, y extrañamente aún poco conocido. Convendrá, pues, transcribir un fragmento de él, elegido al azar entre sus ochocientas cincuenta páginas; intentando soslayar el hecho de que el diccionario es, al fin y al cabo, un diccionario, y además francés. Abramos la página 283:

viernes, mayo 06, 2011

After Roswell



¿Un alien muerto? ¿Un alien muerto en Rusia? ¿Un alien muerto en Rusia, del que tu gobierno y los medios no quieren que sepas? ¿Un alien muerto en Rusia, del que tu gobierno y los medios no quieren que sepas, fuera del Área 51?

¡Santos extraterrestres congelados, Batman!
Exijo la vuelta de la Conozca más con un video del hallazgo.

jueves, mayo 05, 2011

Ciencia ficción realista


Más de Dante Elefante, acá.

miércoles, mayo 04, 2011

Pegando la vuelta (Elvio E. Gandolfo)


Ciriaco Yu se inclinó un poco sobre la tabla. El Paraná estaba demasiado picado, pero las olas venían bien, grandes, poderosas. Se encaramó en el lomo de una y un leve movimiento de la cintura y las piernas le permitió bajar por la concavidad del agua. Ahora movió todo el cuerpo, en medio del fragor ensordecedor del agua, y el eje de la tabla cambió en un ángulo recto. La ola iba rompiendo como si viniera frontal desde la isla misma de enfrente. Le salió perfecto: en cuatro segundos estaba adentro en vez de encima de la ola. Era como un tubo transparente, medio azul, con el agua que iba cerrándolo a unos cinco metros a sus espaldas, y él manteniendo la distancia mínima para que no lo tumbara en un estruendo de agua, tabla y huesos rotos. No pudo evitarlo: soltó una carcajada silenciosa, ahogada por el ruido de la espuma al romper. Mantuvo el equilibro a la perfección, y en un momento dado se agachó sobre la tabla, cambió el centro de gravedad y se fue apartando a gran velocidad del oleaje, en una línea transversal que lo iba acercando a la costa.
Llegó mucho antes de que rompiera aquella gran ola, tal vez la más violenta del día, calculó. Dejó que la tabla resbalara sobre la arena, bajó con un pequeño salto y la alzó. Ni se dio cuenta cuando el agua estalló detrás de él. Tenía ahora 24 años, y hacía 14 que se dedicaba a surfear frente a lo que en otros tiempos había sido la Estación Fluvial, ahora enterrada bajo toneladas de arena. Se fue cruzando con otros amigos del palo, con sus propias tablas, que le hacían el saludo de rigor: el índice y el pulgar extendidos, y los otros tres dedos doblados, sacudidos tres veces. Y siempre una sonrisa, a la vez franca y mecánica.
Cruzó sereno el Parque del Monumento. De toda esa zona lo que había quedado era la parte superior del viejísimo Monumento a la Bandera, que había pasado de forma fálica cuadrada a apenas un tocón bajo de cemento. Lo contorneó con paso rápido. Llegó al depósito de tablas y se la entregó a Funes Stompanato, que le dio la ficha para retirarla a cambio. Saludó con la mano a Isabel McCain, que siempre estaba como un fierro en la barra del boliche cercano. Fue trepando el declive suave de la antigua barranca, y ahora sí se dio vuelta. El sol estaba a pleno e iluminaba con nitidez las olas gigantescas, arrancándoles reflejos a contraluz. El espectáculo siempre lo llenaba de vigor, de ganas.
Muchas veces hablaba con su abuela, Mangaruyá Thompson, de aquellos tiempos en que la ciudad tenía un centro.
—¿Un centro cómo? —preguntaba.
Después dejaba que la abuela se perdiera en largas frases encantadas que describían calles de puro cemento, algo llamado "vidrieras", extraños recinto "bares" donde uno tomaba ¿“líquidos”? y comía ¿"sándwiches"?. La abuela le había explicado esta última palabra, pero nunca pudo entender qué eran.
Hacía treinta años había llegado todo junto: las catástrofes climáticas habían alcanzado tal nivel de brusquedad y violencia que las islas de Inglaterra e Irlanda habían desaparecido bajo las aguas de un día para el otro. Las represas gigantes de África, Brasil, Rusia y Estados Unidos habían reventado como cáscaras de huevo. El sistema eléctrico había quedado paralizado, en principio hasta nuevo aviso, después para siempre. Las bajas habían sido incontables, el tiempo empezó a ser medido de otra manera.
Por suerte todo había pasado seis años antes de que él naciera. Le resultaba imposible imaginar un mundo donde el oleaje tremendo del Paraná no rompiera contra la costa con fuerza salvaje, donde no hubiera una comunicación inmediata con el Atlántico, donde el antiguo Uruguay siguiera con su pequeña superficie.
A él que no le vinieran con historias sobre la época de "las computadoras", con nostalgia de los "celulares", con elegías sobre la época en que Buenos Aires todavía había sobrevivido a inundaciones enormes pero al fin y al cabo locales ("sudestadas", las llamaba la abuela Mangaruyá Thompson) antes de que la combinación del terremoto submarino y el tsunami consiguiente convergieran como dos azotes implacables, destruyéndola.
Llamó a Teresa Camus. La flaca tenía la voz cero kilómetro: antes de que se lo dijera, supo que ella también se había llevado la tabla al río-mar y había cabalgado un buen rato las olas.
—¿Hoy de noche salís? —preguntó con la voz nítida, riente.
Le dijo que sí.
—¿Adonde vas? ¿Bailás?
—Le dijo que no. Que iba a la Florida Garden, a ver salir la luna.
Mientras los dos hablaban, los habitaba siempre la seguridad de ser los Nuevos, los nacidos después de los desastres. Los que podían no trabajar en nada, preparándolos para la Nueva, aquella época que nadie sabía como sería. Los Adultos, los que pasaban de 50, vivían aplastados por la culpa, trabajando porque sí (con la energía del hidrógeno ya no hacía mucha falta), de puro curdas. Había excepciones, pero casi todos volvían un poco quebrados a la casa, se quedaban sentados sin hacer nada, extrañando los "televisores". Algunos eran bocones, y hablaban con ira de "estos tiempos de mierda". Los que tenían más de 90, en cambio, como la abuela Mangaruyá Thompson, no la pasaban mal, no odiaban aquel presente de bisnietos y bisnietas surfistas, maratonistas, contempladores. Y cuando hablaban de "aquellos años" no lo hacían con la nostalgia del lejano pasado, de aquel mundo "antes del Sacudón" como si se tratara de un paraíso, sino como quien rescataba de aquel entonces lo que tenía que ver con este presente.
Por su parte ellos no se aburrían nunca. Es más: a Ciriaco Yu le encantaba hacer rodar sobre la lengua el nombre-doble (según dictaba la Ley Nacional/Extranjero) de Teresa Camus. Un par de veces, mientras el agua de la ola quedaba domada por su arte de la tabla, sabiendo que el ruido del agua tapaba todo, no aguantaba el impulso, y cantaba a voz en cuello el nombre de Teresa Camus, alargando o acortando las sílabas, terminando en un grito que la abuela llamaba "zapucay" en el preciso momento en que se dejaba ir en diagonal para abandonar la masa de agua acelerada y acercarse a la costa.
Con Teresa Camus quedaron en encontrarse después de las diez, para ir a la costa.
Su hermano menor, Osvaldo Suleimán, lo acompañó lejos en las motitos, para elegir una tabla. Después del Sacudón, o el Vuelco, muchas plantas habían cambiado por completo. Una de ellas tenía una madera exacta, muy maleable y bien ancha, ideal para una tabla.
En el tiempo de Antes el hermano se habría llamado Osvaldo Yu. Pero los registros exigían siempre un nombre y un apellido distintos. Flaco, bien tostado, Osvaldo Suleimán usó el método normal: le pegó al árbol fuerte con los nudillos, en distintas partes. De pronto los dos sonrieron: la madera había sonado casi a cristal. No necesitaron hablar para saber: "Ésta, ésta es".
En las motitos llevaban las herramientas necesarias y se pusieron a trabajar en seguida. Al atardecer tenían la tabla en bruto ya preparada. Ciriaco Yu sacó una liviana estructura de metal y lona, con ruedas anchas, cargó la tabla encima, y la enganchó a su motito, para que lo siguiera. Bastaba con ir más despacio, para que no perdiera estabilidad. Después patearon el arranque de las motitos y pegaron la vuelta, para volver a la ciudad. Osvaldo Suleimán silbaba fuerte, satisfecho y enérgico. Atrás iba Ciriaco Yu, callado, sonriendo apenas, sabiendo lo que iba a hacer en las semanas siguientes: enseñarle todos los trucos de la tabla sobre las olas a su hermano menor.
Cuando llegaron a casa, la abuela Mangaruyá Thompson estaba hablando con Antonio Tupelé, su nieto, el padre de los dos. Bajaron de las motitos y le hicieron una pequeña reverencia de saludo. Después se metieron en el taller, prendieron la luz y se pusieron a trabajar en la tabla. A las diez Ciriaco Yu le dijo a Nicolás Suleimán que la seguían al día siguiente. Tenía que salir con Teresa Camus. Nicolás Suleimán le hizo un par de chistes pesados, apagaron la luz y se metieron en la casa. La abuela Mangaruyá Thompson se había acostado. El padre, Antonio Tupelé, estaba sentado en la cocina, con los brazos apoyados en el sillón, callado y mirando el aire. Lo rodearon sin hacer ruido, para no sacarlo del Trance. El Viejo era de los buenos, de los excepcionales: nunca se aburría.
Mientras bajaba a la Florida Garden en la oscuridad, reconoció al pasar la silueta alta de Carlos Paävo.
—Uno con la ola —dijo, sin levantar la voz.
Carlos Paävo alzó el brazo con el vaso de cerveza.
—Dos en el rebaje —dijo, y los dos hicieron al unísono los tres sonidos huecos con la mejilla.
Se sentía tan bien que aceleró el paso. Vio a Teresa Camus desde lejos, delgada, con el pelo largo un poco sacudido por el viento.
—Amiga en la tabla —la saludó.
—Tabla en la tempestad —le contestó ella.
Bajaron lo que quedaba de la loma con pasos ágiles y rápidos. No había mucha gente en la costa. A esa hora el río-mar estaba calmado: era el momento de la marea baja, y podía verse a lo lejos, enfrente, el perfil de la isla, que en otros días quedaba bajo las aguas.
Ciriaco Yu se sentó sobre un tocón de árbol, con Teresa Camus al lado. Dejaron escapar el aire, aspiraron con la boca cerrada, lo dejaron escapar de nuevo.
—China —dijo ella.
—Rusia —dijo Ciriaco Yu.
—Montenegro.
—Estados Unidos.
—Finlandia.
—Sudán.
—Canadá.
—Honduras.
Entre nombre y nombre, aspiraban aire por la nariz, con la boca cerrada, y lo dejaban escapar por la boca entreabierta, que de inmediato decía otro nombre. Al poco rato, la voz de los dos fue bajando, desapareciendo. La mano de Teresa Camus se apoyó sobre la mano fuerte de Ciriaco Yu. Los dos miraron ahora fijamente el agua cada vez más plateada sobre la que se iba elevando la luna.
—Mayo —dijo Teresa Camus.
—Mayo —contestó Ciriaco Yu.

Fuente: AA. VV. (2011): El futuro siempre estuvo aquí, Buenos Aires, CONABIP, pp.25-32.

martes, mayo 03, 2011

Bataille y lo común (I)

El año pasado, gracias a la infinita generosidad de estos muchachos, pude poner en discusión algunos asuntos de la obra de Bataille vinculados con lo común y sus ideas en torno a la comunidad. Más allá de la imposibilidad de traer en el tiempo dichas magníficas reuniones, copio, al menos, algunas frases que recopilé, frases para discutir, debatir y solazarnos en las aporías de una comunidad de ausentes.

Falsas comunidades

Contra el pasado y la razón: Los desencadenados del pasado son los encadenados a la razón; quienes no están encadenados a la razón son los esclavos del pasado. […] Y sin embargo la vida exige tanto ser liberada del pasado como de un sistema de medidas racionales y administrativas. (“Nietzsche y los fascistas”, 55).

Contra las naciones y los ejércitos: La guerra, en la medida en que es voluntad de asegurar la perennidad de una nación, la nación que es soberanía y exigencia de inalterabilidad, la autoridad de derecho divino y Dios mismo representan la obstinación desesperada del hombre por oponerse al poder exuberante del tiempo y encontrar seguridad en una erección inmóvil y cercana al sueño. La existencia nacional y militar están presentes en el mundo para intentar negar la muerte reduciéndola a uno de los componentes de una gloria sin angustia. La nación y el ejército separan profundamente al hombre de un universo librado al gasto perdido y a la explosión incondicional de sus partes: profundamente, al menos en la medida en que las precarias victorias de la avaricia humana son posibles. (“Proposiciones”, 68).

El interés personal y la imposible comunicación: Creo que, solamente cuando podamos comprender con simpatía a quienes intentaron hacer un mundo real, podremos empezar a formarnos juicios concientes sobre nosotros mismos. El hombre no puede formar ningún juicio conciente mientras esté deformado por el entorno del interés personal, mientras lo padezcamos, mientras nosotros mismos estemos guiados por ese interés y en la medida en que vivamos frente a otros hombres guiados por el mismo interés. Una profunda deformación altera todas las posibilidades que tenemos, particularmente lo que llamaría con gusto un acto poético: ¿cómo podría tener lugar mientras dos seres están profundamente separados por el interés personal que existe en cada uno de ellos? ¿Cómo podría ser posible la comunicación poética si difieren los intereses de quien la escucha y de quien la profiere? (“La religión surrealista “, 53).

Referencias:

“La religión surrealista” (Martes 24 de febrero de 1948) en La religión surrealista: conferencias 1947-1948 (2009), Buenos Aires, Las cuarenta.
“Nietzsche y los fascistas” (1937), “Proposiciones” (1937) y “Crónica nietzscheana” (1937) en Bataille, Georges; Caillois, Roger; Klossowski, Pierre; et al. (2005): Acéphale: religión, sociología, filosofía (1936-1939), Buenos Aires, Caja Negra

lunes, mayo 02, 2011

Presentación The book of writers de Elvio Gandolfo


Elvio Gandolfo sigue rompiéndola. Ahí estaré.

domingo, mayo 01, 2011

Un diario colorido

Un "diario" se presenta con frases como: "alto impacto periodístico y visual"; "lo interesante por sobre lo importante"; "privilegia la espectacularidad informativa"; "un diario emotivo, que transpira sensaciones"; y "el lenguaje buscará la máxima comprensión: sencillo y sin complicaciones. Escribimos para la gente común..."; "Un diario que no mira la realidad desde ninguna torre de cristal sino que pisa las mismas calles que transita la gente."; "un diario divertido"; "su novedosa y colorida propuesta de diseño hasta su contenido, con enfoques picantes"; etc.
Luego, veo la publicidad en la tele en la que el ex Roldán, estereotipo anacrónico de lo popular, intenta crear una suerte de ¿identificación? con los espectadores anunciando este "diario" y apelando a los típicos lugares comunes: la gente, el barrio, como vos y yo.
Finalmente, concluyo que sólo puede tratarse de un chiste de mal gusto, de una tomada de pelo. Si no, no entiendo esa aspiración mercantil de captar "lo popular" a través de colores estridentes, títulos juguetones (y picantes) y lenguaje llano; ese desprecio por los lectores y sus capacidades de lecto-comprensión; esa división que trazan en la "gente común" (caracterizadas no por la razón, sino por la emoción; no por la letra, sino por lo visual; no por la sensatez, sino por las sensaciones; no por lo complejo, sino por lo sencillo) a la que aíslan de otros que no son la gente común (y que pueden leer fácilmente el gran diario argentino). Porque la salida de este casi diario me tiene ofuscado, ahí va mi vaticino: será Muy choto, será Muy chato.
 

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