miércoles, marzo 14, 2012

La flexión paranoica (V)

6 de mayo de 1938. Esta mañana, en la primera plana de todos los diarios, aparecen las fotos del nuevo gabinete ministerial. ¡Asombrosa y patibularia galería! La bajeza, la abyección y la estupidez se encarnan de diferentes modos en esos veintidós rostros, que ya hemos tenido ocasión de admirar veinte veces en otras "combinaciones". Por otra parte, la mayoría de ellos formaban el ministerio anterior.
Tienes que pensar en una "Constitución siniestra" cuyo preámbulo comprenda las seis siguientes proposiciones:
1. La santidad corresponde al individuo solitario y sin poder temporal.
2. A la inversa, el poder político proviene íntegramente de Mammón. Los que lo ejercen toman sobre sí toda la iniquidad del cuerpo social, todos los delitos que se cometen diariamente en su nombre. Por eso es que el mayor delincuente de una nación es quien ocupa la posición más elevada en la jerarquía política: el Presidente de la República; después de él los ministros, y después de ellos todos los dignatarios del cuerpo social, magistrados, generales, prelados, servidores todos de Mammón, símbolos vivientes todos del magma fangoso que se llama Orden establecido, cubiertos todos de sangre de los pies a la cabeza.
3. A estas temibles funciones responden los organismos con un ajuste perfecto. Para cumplir con el más abyecto de los oficios, una selección a la inversa se encarga de cernir en el cedazo los equipos que constituyen la quintaesencia de la más sublime escoria que la nación puede ofrecer. Queda establecido que de un consejo de ministros, de un cónclave, de una conferencia internacional, se exhala un olor a carroña que aleja hasta a los buitres más cebados. A un nivel más modesto, un consejo de administración, un estado mayor, la reunión de un cuerpo constituido cualquiera, son otros tantos hatos de crápulas, que un hombre medianamente honesto no podría frecuentar.
4. En cuanto un hombre dicta la ley, se colocará al margen de ella y al mismo tiempo quedará fuera de su protección. Es por ello que la vida de un hombre que ejerza un poder cualquiera tendrá menos valor que la de una cucaracha o una ladilla. La inmunidad parlamentaria debe ser objeto de una inversión benigna que dará derecho a todos los ciudadanos a tirar, sin permiso de caza, ante la aparición de cualquier hombre político que se ponga al alcance de su fusil. Cada asesinato político es una obra de salubridad moral, y hace sonreír de felicidad a la Santa Virgen y a los ángeles del paraíso.
5. Convendría añadir a la constitución de 1875 un artículo según el cual todos los miembros de un gobierno depuesto serían pasados por las armas sin apelación y de inmediato. Es inconcebible que hombres a los que la nación retira su confianza puedan, no solamente volver impunes a sus casas, sino también proseguir su carrera política aureolados por su quiebra fraudulenta. Esta disposición tendría la triple ventaja de limpiar la sanies más cadavérica de la nación, de evitar el regreso de los mismos rostros a sucesivos gobiernos, y de aportar a la vida política lo que más falta le hace: seriedad.
6. Todo hombre deberá saber que el vestir voluntariamente un uniforme, cualquiera sea éste, lo señalará como criatura de Mammón y se expondrá a la venganza de la gente honesta. Entre el número de bestias hediondas que se puede cazar en cualquier estación, la ley deberá citar a los policías, los curas, los guardianes de plazas y hasta a los académicos. (100-102)
Tournier, Michel (1979[1970]): El rey de los Alisos, Buenos Aires, Sudamericana.

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