viernes, diciembre 28, 2012

Prólogo a El Mago de Oz (José Bianco)

El Mago de Oz goza del favor de tantos lectores en el mundo de nuestros días como en otros tiempos los cuentos de Andersen y de Grimm. Su autor, L. Frank Baum, lo había titulado en un principio De Kansas al Reino Encantado (From Kansas to Faryland), pero no estaba satisfecho con el título: para ese reino encantado buscaba un nombre nuevo. Lo encontró, por fin, en el último cajón de su archivo, en una carpeta que llevaba el rótulo OZ. El libro se transformó en De Kansas al Reino Encantado de Oz y después, sencillamente, en El Mago de Oz.

L. Frank Baum publicó El Mago de Oz en 1900. En 1903 se llevó por primera vez al teatro. Desde entonces, todas las formas de expresión, por el verbo o por la imagen, contribuyeron a difundirlo. En 1939, veinte años después de muerto su autor, la Metro Goldwin Mayer hizo un film en el cual Judy Garland obtuvo su mayor éxito cinematográfico; en 1975, en el Majestic Theater de Broadway, se estrenó una comedia musical, El Mago, con un reparto exclusivamente negro. Del libro en sí, editado en veintidós lenguas, se han impreso unos diez millones de ejemplares, lo cual lo coloca entre los quince libros más vendidos en lo que va del siglo. Es el caso de preguntarse a qué se debe el triunfo de un cuento de hadas en un país como los Estados Unidos, de una áspera, ávida civilización industrial, y que lo fue más que nunca en las primeras décadas de este siglo. Sabemos que por entonces se hallaba en una etapa vertiginosa de su desarrollo, y que era frecuente la migración de los trabajadores rurales a los grandes centros urbanos, donde debían adoptar nuevas pautas de valores. Romper con el pasado y tener en el progreso material una confianza ilimitada trae consigo el desarraigo afectivo, la insatisfacción y la monotonía: tal es el precio que se paga por un crecimiento económico desmesurado. Debemos pues pensar que un relato como El Mago de Oz ha cumplido una función de catarsis en una sociedad cuyos valores máximos, el trabajo y la producción, parecían obtenerse a expensas de la imaginación y la fantasía.
Los personajes de El Mago de Oz no son puramente fantásticos. Una especie de sensatez, o sentido de lo real, modera en ellos la irrupción de lo maravilloso. El Espantapájaros, el Leñador de Hojalata y el León Cobarde son tan ingeniosos como poéticos, y en el decurso de una acción que abunda en brujas, buenas y malas, el gran Oz, el mago por antonomasia, resulta ser un hombrecito que nada tiene de mago, asistido únicamente por la astucia. Dorotea, la protagonista del relato, quizá sueña con un mundo mejor que aquel en que vive, pero no puede menos de quererlo. A lo largo del relato sólo tiene una preocupación: volver a Kansas. En Oz todo es hermoso y verde; en Kansas, todo es seco y gris. Pues bien, Dorotea elige el gris, y emplea los poderes mágicos que le depara la suerte en volver a Kansas, junto a sus tíos, no menos grises, uno y otro, que las praderas quemadas por el sol y los vientos donde han vivido siempre. "No hay lugar alguno como el propio hogar", dice. Al Espantapájaros, que ambiciona un cerebro, el Leñador de Hojalata le responde: "El cerebro no hace al hombre feliz, y la felicidad es lo más importante del mundo".
La sanidad moral de los personajes aumenta, si es posible, la atracción del relato. El Mago de Oz conserva intacta su frescura gracias a ese delicado ajuste de lo fantástico y lo real.

José Bianco
En Baum, L. Frank (1986): El Mago de Oz, Buenos Aires, Ediciones Orión, pp. 7-9.

3 comentarios:

Mujer de Héber dijo...

Muy buen fragmento. Es cierto que existe un juego entre lo fantástico y los artificios más reales. Por ejemplo, simular una fiebre para explicar la verosimilitud de la historia, siempre dejando un elemento de aquel sueño como prueba material de su condición real. O bien, las respuestas del "mago" que le dan a la historia en una metáfora o alegoría de algo más. Si pedimos inteligencia y nos conceden un título: da para pensar ¿no?

Mujer de Héber dijo...

Donde dice "le dan", léase "convierten"

Matías dijo...

Ey, qué bueno leerte, Yae. Me alegro de que te haya gustado; igual mirá que es el prólogo completo, no un fragmento. Y sí, ese juego que plantea Bianco es interesante así como su hipótesis de lectura de por qué "El Mago de Oz" triunfa en una sociedad como la nortamericana. En fin, me pareció una perlita que no estaba contemplada en el océano de la web. Abrazo!

 

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