miércoles, febrero 27, 2013

chocolatines Jack


yo no le cargaría a este pibe el avatar de nuestras decadencias. Ricardo Fort, después de todo, es una sintomatología de la época y no hace más que expresar el aspiracional de tantos: que ese aspiracional sean unas tilingas vacaciones a Miami no es culpa suya. Entonces, la tragedia no es él, la tragedia somos nosotros. El, en todo caso, nos condensa, les lleva South Beach y Ocean Drive a las señoras del primer y segundo cordón porque sabe que eso es lo que desean. A diferencia de Susana, que se mete en Bal Harbour a consumir para ella y su hija Merceditas, Fort consume como invitándonos a consumir con él: va a cámara abierta y te muestra al vendedor latino, la ropa colgada, la etiqueta con el precio. Es decir, traslada, transporta. Es de una infinita melancolía, pero es así cómo se hace amar: con una bolsa de chocolates, con una extensión de la tarjeta, hay cosas que se aprenden de chico. Su fortuna, además, es una fortuna blanca o por lo menos más blanca de lo que son las fortunas nuestras de todos los días. A diferencia de Macri, de Kirchner, del que ustedes quieran, todos saben de dónde sacó y sigue sacando la plata: no hay fantasma posible para todo ese dinero, que es dinero que nosotros pusimos en sus manos en todos estos años de chocolatines Jack, bombones Jaqueline, botellitas de licor, barritas de cereal: el tipo es rico porque nosotros lo hicimos rico, y eso le otorga permisos de confección publicitaria que anda a discutírselos. Por lo demás, él mismo, y sí, es un chico elemental, incandescente pero elemental. Ahora, eso qué tiene que ver.
Seselovsky, Alejandro (2010): "Ricardo Fort: Ella quiere su rumba" en Trash. Retratos de la Argentina mediática, Buenos Aires, Norma, p. 106.

Obviamente, en las últimas semanas, la figura Fort tuvo una nueva parábola: convertido en el hombre que volvió de la muerte, la estrella de Fortuna se ha vuelto en el-hombre-rico-que-vuelve-a-la-familia, reconociendo que tras su recuperación y milagro se dio cuenta de cuánto apreciaba a su madre. Una suerte de cuento navideño con moraleja, de hijo pródigo mediático. En todo caso, otro ribete de la galaxia trash que tan bien explora Seselovsky. Eso va quedando del verano, eso y la intensa polémica entre Maradona, Ventura y Rial, una nueva muestra de lo improfanable del lenguaje, de su girar en el vacío

6 comentarios:

Blopa dijo...

No he leído a Seselovsky, por lo que poco puedo argumentar. Pero estoy en desacuerdo en los puntos tal como los expone:

1) Me parece que el cuerpo de Fort es, por un lado, la versión thrash de lo posthumano (la posibilidad de convertirse literalmente en otro cuerpo, una especie de Ken viviente). Esto no está ni bien ni mal, después de todo cada uno cumple con su deseo si se le dan los medios. Pero por sobre todo, es la prepotencia del dinero encarnada, algo que sólo puede inflarse hasta reventar. No hay grandeza, sólo hinchazón.

2) Tal vez sea más honesto en su mostración: es un tipo detestable, y no lo oculta. Pero este cabezahueca está lejos de ser inocente. Y lo muestra constantemente en el ejercicio del maltrato avalado por el dinero. En ese sentido, no es diferente al ejercicio que otros hacen desde una posición similar de clase pero desde la maginificación estatal. Que eso sea ponderado, buscado y deseado habla mal de una sociedad y no bien de Fort o Susana Giménez.

3) El pseudo argumento antipolítico es demasiado fácil. Como si Kirchner y Macri fueran lo mismo, como si se pudiesen borrar las diferencias de un plumazo. Le recordaría a Seselovsky: detrás de toda fortuna hay un crimen.

4) Y justamente: la plata de los Fort no viene de la gentil venta de chocolates y caramelos - a menos que uno crea que la familia Fort los cultiva y los cosecha -; sino de la explotación que la fábrica Felfort hace de sus empleados, los cuales hace un par de años, cuando Fort salió al estrellato, aprovecharon para denunciar los problemas laborales a los que eran sometidos.

No estoy contra el thrash, me parece por momentos lo único apreciable de este país que es sumamente thrash, pero no exclusivamente. También hay en esto miserias, y nunca inocencia. Seselovsky, y nosotros, haríamos bien en recordarlo antes que proponer argumentos pop que, como Fort, nos ciegan con el brillo del gel disfrazando lo que tienen de reaccionario.

Blopa dijo...

Me olvidaba: muy bueno el programa.

Matías dijo...

Gracias, Blopa, por tu extenso comentario. Coincido con que Seselovsky se deja encantar por el costado pop de Fort sin ver el costado detestable y explotador. Igualmente, me parece que su lectura intenta, en algún punto, mostrar qué tiene de atractivo Fort, es decir, por que atrae.
Y en ese punto es donde me interesa su crónica y ese final: veo en la historia de la imagen de Fort una narración que recupera tópicos narrativos muy claros y deseos de derroche burgueses que ciegan con su brillo de glamour, Miami y cuero. Abrazo!

Matías dijo...

A propósito: La biblia de los pobres?

Blopa dijo...

Bien, gracias.

Matías dijo...

No va más? Es muy interesante lo que hacés ahí, Blopa, que no se pierda! Si no, escribime y hacemos una alianza interblog. Abrazo.

 

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