jueves, abril 10, 2014

De tropas celestiales y ejércitos infernales (sobre Los infernautas de Gustavo Abrevaya)


En su serie “Relecturas de la Biblia”, León Ferrari tomaba un procedimiento sencillo pero significativo: el cruce, por medio del collage, de imágenes religiosas (en particular, ángeles y demonios) con fotografías de aviones norteamericanos, de la bomba atómica, de la última dictadura militar argentina. De alguna manera, venía a enfatizar en cierta complementariedad o complot entre religión y política, entre coros celestiales y burocracias militares, entre huestes infernales y armamentos bélicos.

Los infernautas de Gustavo Abrevaya (Autores de Argentina, 2013) piensa una Argentina sumida en tiempos oscuros, atravesada por una guerra inmemorial e interminable entre ángeles y demonios. Desde una estética lovecraftiana, se nos cuenta que dicha guerra se da desde antes de que el hombre existiese, sin el conocimiento pleno de los humanos (“No hubo sobrevivientes en ese lugar que desapareció para siempre de la fisionomía de Buenos Aires sin que nadie lo notara”) y podemos suponer, lo trascenderá. Cuando los ejércitos celestiales y las tropas infernales se enfrentan, los edificios se derrumban, las calles se destruyen y las vidas humanas caen de a miles. Hay solo un pequeño grupo de humanos enterados del eterno conflicto (los demás continúan sus vidas, adaptándose a los cambios, algo habrán hecho), dividido asimismo en energúmenos (aquellos que trabajan por el triunfo oscuro) y entusiastas (aquellos que bregan por la victoria de la luz). Estos humanos llevan y traen mensajes, traman ofensivas y contraofensivas en los callejones y pasillos urbanos o, simplemente, son carne de cañón de este conflicto de dimensiones inmemoriales.

Busco en Wikipedia: “La anagnórisis (del griego antiguo ἀναγνώρισις, ‘reconocimiento’) es un recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento. La revelación altera la conducta del personaje y lo obliga a hacerse una idea más exacta de sí mismo y de lo que le rodea”.

En principio, Abrevaya elige una historia épica como hilo narrativo para Los infernautas. La novela comienza, y por eso hay historia, cuando Bruno decide abandonar la estancia familiar en Uruguay y cruzar el Río de la Plata a pie (un río repleto de cadáveres, basura, desperdicios) en busca de su hermano desaparecido, Axel, un entusiasta que combate con los ángeles por la victoria celestial. En esa búsqueda, obviamente, el camino será el de la anagnórisis: Bruno busca a su hermano para encontrarse y, en particular, para hallar su lugar en la guerra eterna en la que se ve involucrado (aunque no lo quiera, aunque prefiera negarlo). Esa historia derivará en una policial a partir de la intervención del narrador, Milton, un ángel caído corporizado en un detective privado boliviano, quien en primera instancia es contratado para la búsqueda de Axel pero que luego buscará también a Bruno.
Ahora bien, la épica como matriz genérica en una novela sobre la dictadura podría resultar obvia; en este punto, el acierto de Abrevaya es la mezcla de estilos y géneros que se anima a sostener: desde la épica al policial negro, pasando por el fantasy y la ciencia ficción; invocando los estilos de Lovecraft, Saer, Arlt y Marechal; dialogando con mitos grecolatinos (Jason y los argonautas, el Minotauro), La Eneida, El Eternauta y Adán Buenosayres; citando películas como Brazil, Cinema Paradiso o Evil Dead. Es llamativo que una novela como Los infernautas resulte un libro logrado con tantas pretensiones, escapándole al pastiche y logrando una unidad en el tono narrativo. Abrevaya encuentra un modo de entrelazar todas esas referencias, estilos y géneros: una galería de personajes excéntricos (el senador Rucéfalo y monseñor Leonardo, por ejemplo); la elección de un narrador en primera persona (Milton, el ángel caído); capítulos que parodian escenas de las obras mencionadas (“There are more things”; “La batalla de River”); la cita de fragmentos de la literatura clásica griega y latina como el descenso a los infiernos; la construcción de una atmósfera apocalíptica, monstruosa, distópica; etcétera. En todo caso, Los infernautas se mide con la tradición literaria argentina, y universal, en un gesto ambicioso y llamativo. Y logra salir victoriosa.

Cita una nota publicada en Página/12 en 2006: ““Durante la década del ’70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda.” Así comienza el prólogo del Nunca Más, texto que con el tiempo se convirtió en uno de los documentos más característicos de la llamada teoría de los dos demonios.

A priori, las referencias a la última dictadura militar y a la “contraofensiva” de agrupaciones revolucionarias en Los infernautas son claras y hasta obvias: no faltan la tortura, los secuestros, las bombas en hogares de militares o de policías, la venganza, el sufrimiento, la persecución, la reuniones clandestinas para detener el poder oscuro. Sin embargo, en el avance de la trama, sobre todo por medio de la intromisión de los humanos, se siembra la confusión de roles: vencedores vencidos, traidores, perejiles, buchones, personajes corruptos, ambiguos, fallutos. Hubiera sido sencillo sostener dos series maniqueas luz-bondad-dios-ángeles y oscuridad-maldad-diablo-demonios para leer el período de 1976-1983, otras novelas y otros discursos sociales lo han hecho (y lo seguirán haciendo), una trillada teoría de los dos demonios (o en este caso, de los ángeles y los ángeles caídos). En contraposición, en Los infernautas, en un gesto que mezcla lo mitológico-teológico, la ciencia ficción distópica y el fantasy (y lo hace bien), Buenos Aires es un campo de batalla sumido en la destrucción y el desastre de un enfrentamiento donde los que pagan los costos de la guerra divina son los humanos.
En Los infernautas, los ecos al período dictatorial no limitan las posibilidades imaginarias del relato ficcional. De nuevo, es claro que se trata de una novela sobre la dictadura, pero no es otra novela sobre la dictadura contemporánea (donde se pondría de relieve la voz del testimonio, el tono realista-costumbrista, la mirada aun miserabilista). La novela de Abrevaya plantea un mundo alternativo e imaginario, con su propia lógica intertextual y genérica, para hablar de este mundo real e histórico, no busca fidelidad histórica. Narra lo histórico y sus complejidades a partir de relatos, estilos y géneros previos. Por eso, Los infernautas apuesta al exceso y al despilfarro, al gasto en tiempos de guerra: a lo ya mencionado se le suma la mezcla de voces, dialectos, lenguajes à la Adán Buenosayres (los ángeles hablan en una mezcla de vocabulario pomposo y lunfardo alucinante; monseñor Leonardo intercala latín con castellano; la narración misma va de un estilo cargado tipo Saer o un estilo veloz tipo Chandler). Ahí hay una elección: la ficción y lo imaginario como un modo de acceder a la Historia, el fluir de figuras e imágenes de la cultura universal y local para comprender la complejidad de una época.

En 1949, Julio Cortázar escribe una reseña sobre Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal en medio de un panorama de silencio y escasa recepción crítica: “Un Adán en Buenos Aires”. Algo sucedía con el libro de Marechal que parecía ilegible en aquellas épocas. Cuatro años más tarde, Adolfo Prieto recuperaría la novela del autor de El banquete de Severo Arcángelo para un estudio crítico. Hacia 1960, Sábato recomienda la lectura de Adán Buenosayres pero recién habrá que esperar a 1965 para que hubiera una relectura seria y detenida de la obra.

Los infernautas de Gustavo Abrevaya es una novela interesante y llamativa que puede correr con la misma suerte que Adán Buenosayres de Marechal en sus primeros años: ser una obra no leída, que pase por las librerías sin pena ni gloria, que la lectura crítica la obvie. Como tantos otros buenos libros, textos que se la juegan y que no le temen a las pretensiones, lleva en su tapa el sino de ser publicado por una editorial sin nombre resonante en suplementos y blogs literarios, sin tradición, sin credenciales para el snobismo que atraviesa nuestro campo cultural. Para conjurar esa suerte, vaya esta reseña y la recomendación de su lectura (al menos queda la confianza del boca en boca): Los infernautas es una novela intertextual, heterogénea, compleja y pretenciosa; una novela sobre la dictadura pero también de terror, policial, épica, fantasy, mitológica; ¡qué más! Ah, y está muy bien escrita.

2 comentarios:

Mariano Abrevaya Dios dijo...

Qué reseña potente, viejo. Un lujo. Buena leche, de la mejor.

Gustavo Abrevaya dijo...

Asombra que leas mi novela hasta esos detalles. Es como si leyeras mi cabeza. Gracias por tanto respeto

 

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