viernes, octubre 24, 2014

Completando las obras (III): "Todo es política, pero el teatro no cambia el mundo"

Completando las obras (0): Solapas de la primera edición de Cabecita negra (Eduardo Masullo)
Completando las obras (I): Testamento de Rozenmacher
Completando las obras (II): Requiem para un viernes a la noche (Enrique Raab)

Con nuestros escritores. Germán Rozenmacher: “Todo es política, pero el teatro no cambia el mundo”


—¿Por qué motivo su obra como creador se orienta en estos momentos hacia el teatro?
—Necesito escribir para alguien, y en teatro esa conexión se da con una intensidad, con una posibilidad real de arraigarme en mi comunidad que no me da ningún otro medio expresivo. El teatro es un hecho profundamente religioso, y no hablo de religiosidad porque esté de moda considerar el teatro como ritual, sino porque es parte de mi formación como ser humano.
—¿Considera que existe en el país una fuente renovadora de jóvenes dramaturgos?
—Creo que existe una corriente de autores —para citar un caso reciente, Ricardo Monti— que está en una búsqueda muy precisa. Consiste en asumirnos como país y colonizar aquellos instrumentos culturales que ahora nos colonizan a nosotros. Conviene recordar que la polémica entre realismo y vanguardia es absolutamente falsa, porque todos los caminos son buenos para expresarnos, siempre que sean consecuentes con la necesidad liberadora y desmitificadora que siempre tuvo el teatro.
—Las obras que buscan reflejar la sociedad argentina actual, ¿reciben de ésta estímulo o indiferencia?
—Reciben estímulo, porque creo que los productores comprenden que muchas veces son superiores a obras extranjeras. Nadie quiere ver el propio infierno, y nuestra tarea consiste en mostrar cómo bajo una aparente capacidad éste es un país lleno de represión política, moral, sexual.
—El año pasado se estrenó El avión negro, que reunía a varios autores jóvenes, Ud. entre ellos. ¿En qué medida esta experiencia resultó positiva?
—La experiencia fue positiva por varias razones. En primer término, porque me permitió integrar con los otros compañeros —Halac, Cossa, Somigliana, Talesnik— un verdadero laboratorio, y gra¬cias a las críticas pude apurar el proceso por el cual terminé mi última obra. Fue positiva la experiencia de escribir entre varios una sola pieza cuyo objetivo, más allá de los resultados, era arremeter contra un tabú: que el peronismo, de hecho, esté proscripto en la cultura nacional. Frente a él hay que tomar una actitud positiva, crítica, desde adentro, por lo menos en mi caso personal. Indudablemente, el peronismo es la médula de un movimiento revolucionario nacional en la Argentina. Pero insisto en el sentido crítico, porque asumir monolíticamente al peronismo, asumirlo en forma populista y complaciente no es la tarea del intelectual que debe analizar los fenómenos con actitud crítica. Me temo que no todos los resultados estuvieron a la altu¬ra de los siete meses de labor, pero esta pica en Flandes permitirá continuar más adelante a nosotros o a otros.
—Lo político invade a menudo el terreno de lo literario, ¿justifica esta fusión?
—Todo es política, pero el teatro no cambia el mundo. Quienquiera hacerlo que utilice otros medios más eficaces. La función del teatro es reducida, el público de clase media es quien más lo frecuenta.
—Háblenos del conflicto que desarrolla en El caballero de Indias, su pieza aún inédita.
—Sergio Renán piensa ponerla en escena este año. No me gusta hablar de mi obra. Prefiero que el público la vea y juzgue. Hice, además, una adaptación del Lazarillo de Tormes. Lo único que puedo decir es que estoy buscando. Ambas piezas son un poco producto de esa búsqueda donde la realidad y el sueño se mezclan como en la vida.

Fuente: Diario Clarín (suplemente literario), 18 de febrero de 1971, p. 2.

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