miércoles, agosto 19, 2015

Se acabó la épica: el documental sobre Néstor Sánchez

domingo, agosto 09, 2015

Reabrir una herida (sobre Las esferas invisibles, de Diego Muzzio)


En Las esferas invisibles (Entropía, 2015), de Diego Muzzio hay una tensión entre lo clásico y lo novedoso. El libro se compone por tres nouvelles que recuperan tópicos clásicos de la literatura de terror (en su variedad gótica, particularmente). En “El intercesor”, la posesión demoníaca y la lucha entre las fuerzas del bien y del mal; “El ataúd de ébano”, la casa embrujada y las historias de fantasmas; “La ruta de la mangosta”, la vida inmortal y el artefacto mágico. Si el libro de Muzzio solo fuera ese juego con tópicos, estaríamos ante una simple ejercitación escrituraria de un fanático del horror. Pero no lo es.
Las esferas invisibles es más que eso y Muzzio logra ese plus por hacer algo novedoso: las tres nouvelles transcurren durante la epidemia amarilla de 1871 que diezmó a la Ciudad de Buenos Aires. Es decir, el acierto para escapar a la repetición de tópicos clásicos es la adaptación de la literatura de terror a un contexto que, incluso en términos históricos, ha sido poco visitado y analizado. Muzzio reabre una herida que la historiografía y la literatura parecen haber querido cerrar: como si tanta muerte, tanto sufrimiento y tanta enfermedad solo hubieran conducido al silencio. Las nouvelles de Las esferas invisibles exploran ese ambiente de oscuridad y cadáveres para encontrar historias que inquietan al lector, que generan pesadillas y que devuelven una mirada literaria a una época histórica que no quiere ser narrada. Esa epidemia amarilla de 1871, por otro lado, es un prisma para cruzar otros momentos de la historia argentina: el rosismo y la conquista de la frontera en “El intercesor”; la guerra del Paraguay en “El ataúd de ébano”; el desarrollo de la fotografía y la Primera Guerra Mundial en “La ruta de la mangosta”. En este sentido, en Las esferas invisibles se destaca no solo la reconstrucción de la época elegida (esa atmósfera de sombras, contagio y cementerios) sino el diálogo temporal entre las tres historias de terror.
El otro gran acierto de Muzzio para no quedar atrapado por la trampa de lo clásico es el repliegue sobre una tradición de la literatura argentina que parecía no poder decirnos nada más en el siglo XXI. Me refiero a las ficciones científicas de Leopoldo Lugones, a los relatos fantásticos de Eduardo L. Holmberg, a las narraciones de incipiente ciencia ficción de Horacio Quiroga. Muzzio parece escribir con Las fuerzas extrañas y Más allá como libros de cabecera. Las esferas invisibles son tres reflexiones sobre la muerte, la tecnología y la sociedad que encuentran en las vetustas ficciones científicas una luz de presente, una posibilidad de decir algo más. El gesto de Muzzio resulta interesante, por otro lado, porque no es un gesto solitario: Roque Larraquy con sus novelas La comemadre (Entropía, 2011) e Informe sobre ectoplasma animal (Eterna Cadencia, 2014) sigue el mismo camino. ¿Qué tiene para decirnos la ficción científica decimonónica a los lectores y a la literatura argentina del siglo XXI? Tal vez sean los saberes sometidos que revelan esas ficciones; tal vez su capacidad de encontrar en lo fantástico y el terror un modo de pensar el poder y el sujeto. En todo caso, tanto Muzzio con Las esferas invisibles como Larraquy con sus novelas están relevando una zona de nuestra literatura que parecía haber perdido su potencia entre los polvorientos volúmenes de la antigua biblioteca.
Las esferas invisibles es uno de los grandes libros de 2015 por varias razones. En primer lugar, por el trabajo literario con esa tensión entre lo clásico y lo novedoso, a través de la recuperación de una época terrible para la historia argentina y de una zona literaria frecuentemente evitada. En segundo lugar, porque junto a otros escritores como Juan José Burzi, Samantha Schweblin y Mariana Enriquez, Diego Muzzio demuestra que puede existir una literatura de terror argentina: con modulaciones propias, en terrenos y épocas nacionales. En tercer lugar, las tres nouvelles están muy bien escritas: tiene las dosis justas de descripción y narración, de reflexión y acción. Las historias se enhebran con el entorno histórico con claridad y se encuentran personajes profundos. Finalmente, Las esferas invisibles es un gran libro porque da miedo. Estas nouvelles inquietan al lector y provocan la sensación de muerte, enfermedad y desesperación que la epidemia amarilla de 1871 destiló por las calles de Buenos Aires y sus alrededores. Cerramos el libro de Muzzio como quien cierra la puerta de una casa apestada.

martes, agosto 04, 2015

La muerte y su traje


En 1961, la editorial Ediciones Culturales Argentinas publica La muerte y su traje, de Santiago Dabove, con prólogo de su amigo cercano, Jorge Luis Borges. Dabove había muerto en 1952 pero su escritura sobrevivía, de algún modo, a su partida con ese libro póstumo que veía la luz en los 60. El libro salía a destiempo, a destiempo de su autor pero también a destiempo de su época. En palabras de Borges: “Para este sueño o realidad que lleva la cifra de 1960, Santiago ha muerto y vive en las realidades o sueños que propone este libro”. Como si fuera un personaje soñado, muy poco sabemos sobre Santiago Dabove.
Sabemos que nació en 1889 y que vivió en Morón: “Una vez nos dijo, sonriendo, que disponía de todos los materiales para la redacción de una gran novela, porque siempre había vivido en Morón”. Nunca escribió esa novela pero nos dejó un cuento casi perfecto titulado “Tren”.
Sabemos también sobre su amistad con Macedonio Fernández ―junto a él y a su hermano Julio César formaron un grupo llamado “La Triquia”, cuyo lugar de reunión era el fondo de la casa de los Dabove en Morón. Sabemos sobre su amistad con Borges, Leopoldo Marechal y Scalabrini Ortiz, sostenida en sus discusiones literarias o filosófico-nihilistas en la confitería La Perla de Jujuy y Rivadavia en el barrio de Once. En esas reuniones, había surgido la idea de escribir una novela fantástica de forma colectiva, se habría titulado El hombre que será presidente.
Sabemos también sobre su admiración literaria por el Quijote, Edgar Allan Poe y “acaso, Maupassant”; y que su cuento “Ser polvo” tuvo la fortuna de sobrevivir de antología en antología, primero elegido por Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo para la Antología de la literatura fantástica, en 1965; hace algunos años, en 1997, recopilado por Héctor Libertella en 11 relatos argentinos del siglo XX (Una antología alternativa). Sabemos que varios de sus cuentos los había publicado en vida en las páginas de la Revista Multicolor de los Sábados del periódico sensacionalista Crítica hacia 1934, tal vez por intercesión del mismo Borges.
Sabemos, finalmente, que falleció en 1952, sin haber publicado un libro y que estaba obsesionado con la muerte, tal como lo recordaba Jorge Calvetti: “Era un poseso de la muerte. Ella le dominó como un demonio. Algunas tardes salía de su habitación como si hubiese estado contemplando sus cenizas”.
Exhumar La muerte y su traje, de Santiago Dabove puede ser la oportunidad de leer o releer una serie de cuentos, poemas y reflexiones donde la muerte, lo fantástico y el humor se entrecruzan para renovar la literatura argentina de los 40 y lanzar sus interrogantes hasta nuestros días.
 

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