domingo, febrero 06, 2011

Derivas de la teoría ambulante (sobre Aquí América Latina de Josefina Ludmer) (Primera parte)


Supongamos que quiero escribir sobre el nuevo libro de Josefina Ludmer, Aquí América latina. Una especulación (Eterna Cadencia, 2010) y que no puedo dejar de leer sus ideas entrelíneas, sintiendo el eco que producen las voces de la crítica literaria y de la filosofía contemporánea. Para poder entender este nuevo libro (y su doble apuesta: la simplificación metodológica, poner el centro en la representación del tiempo y el espacio, y la lectura de un corpus de un presente pasado, aún a riesgo de resultar anacrónica), entonces, para entender desde dónde lee Ludmer sus “literaturas postautónomas”, intento rastrear algunos préstamos creadores en el itinerario de la teoría. En El mundo, el texto y el crítico, Edward Said señala acertadamente los movimientos de la teoría ambulante:
La vida cultural e intelectual normalmente se alimenta y con frecuencia se mantiene gracias a esta circulación de ideas, y tanto si adopta la forma de influencia reconocida como inconsciente, de préstamo creador o de apropiación íntegra, los desplazamientos de ideas y teorías de un sitio a otro son al mismo tiempo una realidad de la vida y una afortunada condición instrumental de la actividad intelectual.
En este sentido, el nuevo libro de Ludmer entre esos desplazamientos de ideas y teorías se inclina preferentemente, más allá de los mencionados en el cuerpo del libro y en las notas al pie, por dos pensamientos particulares: por un lado, Ludmer lee a Giorgio Agamben; por el otro, lee a Marc Angenot. Ambos autores le prestan, le ceden, conceptos centrales para el planteo de Aquí América latina, libro que más allá de sus límites, propone un uso productivo de las teorías ambulantes.

Agambeniana I.  En “Imaginar el mundo como tiempo”, la introducción de “Territorios”, primer apartado del libro, ya encontramos una temprana aparición del pensamiento agambeniano en calidad de préstamo creador.
El movimiento de Ludmer de “imaginar el mundo como tiempo” para “pensar las políticas del tiempo”, teniendo en cuenta que cada cultura “tiene su tiempo y por lo tanto su régimen histórico”, postula como corolario la siguiente propuesta: “Como cada cultura es una determinada experiencia del tiempo no es posible una nueva (un nuevo mundo) si una transformación de esa experiencia.” (18). Las resonancias que se dejan sentir en dichas frases son las de “Tiempo e historia. Crítica del instante y del continuo” [1977] (en Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo), artículo en el que ya Giorgio Agamben escribía: “Del mismo modo, cada cultura es ante todo una determinada experiencia del tiempo y no es posible una nueva cultura sin una modificación de esa experiencia”. (2004:131). Esa relación intrínseca entre cultura y (experiencia del) tiempo señalada por el filósofo italiano, Ludmer la retomará para leer las temporalidades del neoliberalismo y de la crisis económica en la Argentina de 2001 y cómo éstas se representan en diarios, películas, series y libros. De este modo, en la sección “Temporalidades”, cada temporalidad se vuelve un orden en sí mismo, un desplazamiento con sujetos y afectos: “una forma literaria, un tipo de literatura y un tipo de escritores” (45). Si cada cultura es una determinada experiencia del tiempo, como Agamben quería, Ludmer encontrará en la historia, la memoria y el golpe militar a las temporalidades que caractericen a la Argentina de fin-de-siècle. Su máquina de lectura intenta proponer una masa heterogénea de artefactos culturales de la imaginación pública que van desde novelas históricas (Kohan, García Hamilton) hasta  novelas de vanguardia (Libertella, Aira), pasando por películas, series y noticias de diarios (Esperando al mesías y Okupas). Lo criticable de ese conjunto que se pretende heterogéneo o abarcador de la imaginación pública de fin-de-siècle pero que continúa resultando restricitivo ya fue señalado por Miguel Dalmaroni en su brillante reseña y remito a ella para más discusión sobre el tema.
Ahora bien, en Aquí América Latina, la nación pierde sus límites y, en la estela agambeniana, se vuelve indeferenciable: entramos en el tiempo (y el territorio, en la segunda parte) de la globalización y, entonces, las temporalidades globales reunidas en el fin del mundo. En esta temporalidad, Ludmer señala que se vive “un puro presente formal eterno que está afuera y adentro del tiempo a la vez” (frase en la que se nota la resonancia de dos conceptos agambenianos centrales: el tiempo-ahora y el estado de excepción). Así, sobrevendría el fin del arte ya que los relatos que se analizan en el libro, relatos que luego serán nucleados con el concepto de “literaturas posautónomas”, ya no pretenden ligarse con una historia particular del arte y producen la fusión de las antiguas polaridades (realidadficción, adentroafuera, íntimopúblico, etc.). La temporalidad global, en esta línea, es una temporalidad de los fines (el fin del tiempo, el fin del mundo, el fin de la literatura, el fin de la realidad y la ficción, el fin del proletariado) pero, en realidad, cada fin supone una indeferenciación y el tiempo en sí se mide como, en palabras de Ludmer, “una experiencia del puro presente”. Este forma de vivir-el-tiempo no puede dejar de evocar a la que Agamben proponía en “Tiempo e historia” (pero también en El tiempo que resta [2006]): una nueva experiencia del tiempo, kairológica, discontinua, ligada íntimamente al presente como instante extenso y completo. En Aquí América Latina, Ludmer recupera ese tiempo completo y escribe una conversación con Héctor Libertella de la que desprende un “modelo de la realidad” y un “modo en que funciona la imaginación pública” en el año 2000. Este modelo y este modo se sostienen sobre el concepto de “tiempo mesiánico” agambeniano (y sus dos elementos, el typos y la recapitulación): “Que en Buenos Aires año 2000 este modo de hacer presente con la pura memoria como instrumento, con la pluralidad de los tiempos yuxtapuestos [cf. typos], con lo íntimopúblico y la realidadficción, lo invade todo. Y entonces cada punto de la ciudad pero también cada sujeto, cada idea, cada imagen… es y contiene su historia, sus formas anteriores y sus pasados yuxtapuestos [cf. recapitulación].” (116). Si en Agamben el tiempo mesiánico es el tiempo que el tiempo nos da para acabar, un tiempo dentro del tiempo, en Ludmer esa experiencia del tiempo es la garantía de su máquina de lectura: leer la literatura después del fin de la literatura en un contexto caracterizado por la crisis económica, por la globalización y por las velocidades tecnológicas. 
Al principio de este apartado se rescataba la idea de una nueva cultura sostenida en una nueva experiencia del tiempo, pues bien, una de las apuestas de Aquí América Latina pasa por la posibilidad de leer los artefactos culturales como índices de un tiempo nuevo, de una imaginación pública que ya no se caracteriza por el tiempo medido en instantes acumulables ni por un futuro en el horizonte: se trata de un presente absoluto en el que cada imagen, cada sujeto y cada idea es y contiene sus formas anteriores. Agamben diría: “el ‘kairós’, la coincidencia repentina e imprevista en que la decisión aprovecha la ocasión y da cumplimiento a la vida en el instante” ("Tiempo e historia") o “una zona de indiferencia indistinguible “en [la] cual el pasado queda trasladado al presente y el presente, extendido en el pasado.” (El tiempo que resta), así el pasado vuelve a encontrar su actualidad y se transforma en incompleto, y el presente adquiere una suerte de complexión.

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