Salió en video “Código 46”, uno de los últimos films del hiperproductivo director británico Michael Winterbottom. Al igual que con cada paso que da este director, esta historia de amor escenificada en un futuro cercano no se parece en nada a sus anteriores producciones, salvo por contar con la misma forma de producción: cámaras ligeras y retocadas para que los 35mm duren más, un equipo de no más de 15 personas y dos o tres actores con excelentes actuaciones. Desde la banda sonora esconde algunos guiños para fanáticos, como Mick Jones de The Clash, varias hazañas de diseño gráfico o emocionantes visiones subjetivas del protagonista.
En “Código 46” se narra la historia de un Complejo de Edipo del siglo XXI a través de la trasgresión de este código. Llegado cierto punto de la evolución de la clonación genética, el sistema debió inventar esta ley que marca que dos personas que tienen un cierto porcentaje de equivalencia en sus genes no pueden caer en el incesto.
Un detective (Tim Robbins) viaja a Shangai a resolver un caso de falsificación de pasaportes, y en ese viaje se enamora de la culpable (Samantha Morton), y ponen en juego las leyes de la ciudad y a su destino inevitable.
Además de rodar una hermosa historia de amor en escenarios naturales de las grandes urbes posmodernas, este film nos hace reflexionar sobre los límites de la genética y realiza una fuerte crítica social al sistema que excluye una y otra vez a los mismos, que como verán, son los únicos que conservan la memoria. También nos invita a pensar sobre los nuevos debates filosóficos que se avecinan en este nuevo siglo, gracias al avance de la ciencia.
En “Código 46” se narra la historia de un Complejo de Edipo del siglo XXI a través de la trasgresión de este código. Llegado cierto punto de la evolución de la clonación genética, el sistema debió inventar esta ley que marca que dos personas que tienen un cierto porcentaje de equivalencia en sus genes no pueden caer en el incesto.
Un detective (Tim Robbins) viaja a Shangai a resolver un caso de falsificación de pasaportes, y en ese viaje se enamora de la culpable (Samantha Morton), y ponen en juego las leyes de la ciudad y a su destino inevitable.
Además de rodar una hermosa historia de amor en escenarios naturales de las grandes urbes posmodernas, este film nos hace reflexionar sobre los límites de la genética y realiza una fuerte crítica social al sistema que excluye una y otra vez a los mismos, que como verán, son los únicos que conservan la memoria. También nos invita a pensar sobre los nuevos debates filosóficos que se avecinan en este nuevo siglo, gracias al avance de la ciencia.
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