El director de El nuevo mundo (The new world, 2005) Terrence Malick es un realizador atípico dentro de la producción hollywoodense. Realizó solo cuatro películas, Badlands (1973), Días de gloria (1978), La delgada línea roja (1998) y la ya nombrada, en tres décadas, y sólo cuando tenía en sus manos plena libertad creativa. Si bien no escapa a algunos rasgos de la industria como el uso de estrellas de la talla de Colin Farell o la realización de grandes producciones y fastuosos despliegues de puesta en escena (u$s 30.000.000 en este film), el hecho de filmar con tantos años de diferencia entre un film y otro, nos hace pensar en un director comprometido con su lenguaje y que va a contrapelo de los tiempos que impone el mercado.
Ya en su anterior film La delgada línea roja (1998) descubríamos que a Malick le interesaba repensar el mundo, y la convivencia del humano dentro de él, en ambientes y conflictos límites; y al mismo tiempo en el choque entre culturas (en aquel caso la guerra entre Occidente y Oriente). También ya en ese film, el director nos anticipaba como un poeta que sabe los poemas que vendrán a la vuelta de página, a través del soldado Witt, “Se equivoca en eso. Yo veo otro mundo. Algunas veces pensé que era solo mi imaginación”. Al que Sean Penn le contestaba “Bueno, entonces ves cosas que nunca veré”.
Si sus tiempos de realización son atípicos dentro de la industria, más aun son los films que desde dentro, realiza. Sus películas (sobretodo las dos últimas) se alzan dentro de la producción americana como dos extensos “poemas filosóficos”, y las consecuencias tanto espirituales como políticas que conlleva ese acto creativo. En su último film, El nuevo mundo, Malick retoma un mito fundante de los Estados Unidos, para al igual que en La delgada línea roja, poner en cuestionamiento la convivencia del ser humano dentro del mundo que habita; y el encuentro entre dos culturas distintas, cosa que en los tiempos que corren en el imperio estadounidense actual y sus políticas de colonización sobre Oriente, no es un dato menor.
Ya desde el primer plano del film, vemos como se construye este poema que intenta reflexionar sobre el humano junto a la naturaleza, mostrándonos el cielo reflejado en el agua junto a una voz over de la princesa Pocahontas (Q’orianka Kilcher), hablándole a la madre-tierra. Luego, veremos la llegada de la colonia inglesa a las costas de Virginia, por el año 1607, con el capitán Smith (Colin Farrel) como prisionero. Después, la desaparición de comida en la base inglesa, desencadena que se le delegue el mando de la búsqueda al capitán prisionero y parta en búsqueda de él.
Perdido dentro de las bellezas de estas costas, el capitán Smith cae en manos de la tribu de Pocahontas. Lo cual seguimos a través de una cámara en mano que recorre todo el film (de las mejores cámaras en mano de todo el cine de hollywood) con la misma volubilidad o densidad que el aire, que al mismo tiempo, es la misma armonía con la que viven los originarios del lugar. Y así, vemos el encuentro entre dos culturas polares, la indígena que convive entre pastizales y árboles de la misma altura que los humanos; y humanos que talan árboles y pastizales para vivir sobre ellos, o indígenas que usan la tierra para soportar el frío o esconderse, y humanos que cargan con pesados cuerpos de metal sobre la piel.
Pocahontas salva a Smith de que lo mate su propia tribu, y lo adoptan para que conviva con ellos. Allí nace el amor entre ambos, narrado a través de una voz over con un constante tono reflexivo y poético, narrado a partir de una pluma de la misma delicadeza que la cámara que los acompaña, y la construcción de un discurso indirecto libre, a través de planos de la naturaleza, que reflejan junto a la voz over, la interioridad del discurso amoroso que viven los protagonistas y el descubrimiento por parte de Smith, de ese nuevo mundo.
Sin embargo, no todo es idílico ni infinito en estas tierras, y el capitán, a pesar de que piensa que “más allá no es el mundo”, debe regresar a las colonias inglesas, donde la miseria y codicia llegan a un límite y comienzan a desencadenar el conflicto con los indígenas. Así sucede un motín que releva a Smith de su cargo, dos terribles batallas, y finalmente, el rapto de la princesa Pocahontas para obtener la paz. Por último, el regreso del capitán Smith hacia ese mundo que niega, Inglaterra, por pedido del rey. A lo elementos anteriores, hay que sumar que la historia es relatada a partir de un ritmo también poético, tratado a partir de un montaje sincopado, planos de la naturaleza que funcionan alternadamente con fundidos a negro, y la música de James Horner que barniza los planos en los momentos indicados.
Luego, la historia dará un giro que narrará la historia de Pocahontas inmersa ahora en las costumbres instaladas del Viejo Mundo, sumado a nuevas batallas y el rumor de que el capitán Smith ha muerto. La princesa deviene fantasma encerrada en la colonia inglesa, hasta que la llegada de un tabacalero, John Rolfe (Christian Bale), le sumará una nueva posibilidad de amor, de construir una familia y tener un hijo; e incluso visitar, como una “dama nativa” los jardines ingleses. Y este nuevo amor, agrega otro elemento recurrente del cine de Malick que es la construcción de un punto de vista variable, que si en La delgada linea roja se desplegaba casi hasta el infinito, ahora aquí se detiene solo sobre sus tres protagonistas, intentando construir así las capas de un mismo discurso, que se verá, deviene trágico.
Para concluir, tal vez se pueda pensar, que si por un lado una crítica de cine no puede desbordar al film que está pensando, quizás un film no deba desbordar con adornos de demasiado ostentosos y por momentos que desentonan (en este caso la elección de Colin Farell o las escenas de batalla) cuando se propone al mismo tiempo repensar la austeridad perdida del mundo y del amor. Sin embargo, como se vio, son más las luces de este extenso poema, que como todo poema logrado en tiempos de sequía espiritual, será un banquete para aquellos que se aventuren a recorrerlo.
miércoles, junio 28, 2006
“Oh Capitán, mi capitán” sobre El nuevo mundo de Terrence Malick (The new world, 2005)
“Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados[…]”
Una hoja de hierba de Walt Whitman
Pablito, en la película se establece la oposición indígenas/humanos? Me pareció raro el contrapunto entre esas dos denominaciones, analogando el término indígena como [- humano].
ResponderBorrarAh, y me diste ganas de ver la película (aunque no soy partidario de la historia de Pocahontas ya que sufrí en carne ocular propia la película de Disney).
Mati, me alegra que haber leido la crítica te hayan dado ganas de verla. Tenés razón que es rara la oposición que planteo, pero al reves de lo que leiste, la carga peyorativa es sobre el humano, y el indigena está entendido como alguien con una distinta conexión con su entorno. Igual creo que se brinda a confusión, los antropologos aniquilarian mis palabras.
ResponderBorrarSaludos.