La monstruosidad, el horror y la violencia biológica de los cuentos de Elías Castelnuovo pocas veces fue igualado en la literatura argentina (la más notable sucesión sería Osvaldo Lamborghini pero con un sentido totalmente distinto). Miembro del grupo de Boedo, con una concepción social y anarquista de la literatura, Castelnuovo recorre el lumpenazgo deforme y podrido con su escalpelo de científico, su experiencia proletaria y vital, y un expresionismo suspendido en el vocabulario oscuro de las tinieblas urbanas y animales.
Por su naturalismo descarnado, por su misticismo piadoso y culpable, por los cuentos más horrendos jamás escritos, por su "vouyerismo insaciable", por su confianza en la literatura y la revolución y por esas imágenes monstruosas que rayan con lo inimaginable: huelgo por una recuperación de la figura de Elías Castelnuovo, el escritor que, como escribió Beatriz Sarlo, continuaba escribiendo donde otros (seguramente más virtuosos, seguramente menos fantásticos) se hubieran detenido.
"[...]Una noche, al volver a casa, encontré a Luisa que agonizaba en un charco de sangre. Se conoce que hacía muchas horas que había empezado el alumbramiento, al cual, sin duda, acompañó una intensa hemorragia. Tenía los ojos vidriosos, vacíos, entrecerrados y la boca plegada en una sonrisa amable y piadosa. Su cabeza marmórea tenía la rigidez de la muerte; sin embargo, al pobre murió sin darme la noticia.
Cuando me arrimé a su cama, hizo un esfuerzo supremo y con voz desfalleciente musitó:
-Ya lo tuve hermanito... Cuidalo... cuidalo...
Levanté las sábanas y descubrí un fenómeno macabro. La cabeza semejaba por sus planos un perro extraño y era tan chata que se sumergía hasta hacerse imperceptible en el cráter de una joroba quebrada en tres puntos. su cuerpo estaba revestido de pelos largos; no tenía brazos y las piernas eran dos muñones horrorosos. Volví a cubrirlo, me senté aniquilado en una silla y así me sorprendió el día. El nene bajo las sábanas se revolvía como un gusano y lanzaba unos vagidos que me helaban el corazón.
Nunca me corrió tanto frío por la frente y nunca me dolieron tanto los pensamientos. Luisa murió sin pronunciar una queja y el nene se ahogó en un lago de sangre.[...]"
Fragmento de "Tinieblas" en Castelnuovo, Elías: Tinieblas, Buenos Aires, Librería Histórica, 2003.
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