"[…] De cualquier modo, el ciclo de novelas que escribió Ian Fleming es un caso digno de particular estudio en virtud de la confusión e inexactitud con que ha sido enjuiciado el protagonista, al que atribuyen rasgos pertenecientes al mundo de acción que lo circunda: James Bond es un eficiente y disciplinado servidor de la oficina británica de inteligencia; mantiene una cordial pero respetuosa relación con el personal femenino de esta dependencia estatal; pone sus difíciles obligaciones por encima de todo; está autorizado a matar, pero lo hace solo por necesidad y defensa propia; su conducta erótica es promiscua, pero jamás seduce o ultraja a una mujer sino que -a menudo, con cierta compasión y sentimentalismo- acepta los ofrecimientos de sus atractivas admiradoras, quienes por lo general se han formado en una vida de agitación y penuria en que la iniciación sexual fue impuesta tempranamente por un acto de violencia. En resumen, este arquetipo heroico -destinado a suscitar la simpatía e identificación del lector- se halla muy lejos de ser un personaje sádico que maltrata mujeres y hace gratuita exhibición de brutalidad, según se ha pretendido; es más bien la encarnación de un ideal romántico, un tanto byroniano; la continencia y la mansedumbre no son sus cualidades distintivas -como no podían serlo en la atmósfera que lo rodea-, pero en sus tareas y en sus placeres no comete ofensas innecesarias y solo le preocupa cumplir con su deber y disfrutar al máximo sus momentos de solaz. En estos relatos, la inhumanidad y la perfidia corren por exclusiva cuenta de los enemigos del héroe -en particular, las cabezas pensantes de Smersh y de Spectre-, quienes son introducidos de tal forma que se ganan de entrada la antipatía del auditorio. El mayor reproche que quizá se le pueda hacer a Fleming es cierta generalizada xenofobia (los malvados suelen ser orientales, mestizos o naturales de países remotos), pero inclusive esto no debe ser confundido con racismo porque -a semejanza de lo que sucede en las novelas de Faulkner- un hombre de color puede ser noble, valiente y generoso si colabora con la buena causa (Quarrel en Live and Let Die y en Dr. No); por lo demás, tal actitud del autor acaso ni siquiera sea personal sino una concesión al público británico: a menos que sirvan a un país extranjero potencialmente enemigo, todos los ingleses son caballerescos; las debilidades y felonías son exclusividad de las poblaciones exóticas (idea que no es nueva en la literatura porque suele encontrarse ya en los clásicos griegos). En consecuencia, James Bond es una especie de trickster, ese típico semidiós o "héroe cultural" travieso -y, en este caso, epicúreo- de las culturas primitivas, cuya misión consiste en prestar auxilio incomparable y riesgoso a la humanidad sufriente, para lo cual se interna en la "Comarca de la Muerte" o roba el fuego seminal de los titanes; es un ejemplo de la "metamorfosis de las divinidades", un avatar de Prometeo (o acaso de Hércules y sus "doce trabajos") que se incorpora al nuevo panteón popular proporcionado por la "cultura de masas": el relato de sus aventuras carece de profundidad y responde a un esquema mecánico y repetido, la edad del protagonista -como sucede en las "tiras cómicas"- no varía con el transcurso del tiempo, las hazañas narradas son totalmente extravagantes e inverosímiles; pero el impacto logrado es pleno porque se trata de un mito que responde a las necesidades de nuestra época. Lo cual debe servirnos de advertencia: quizá las creaciones de la "cultura de masas" deban ser examinadas con esquemas de la antropología, más bien que con instrumentos de la crítica literaria o de la sociología[1]."
[1] La tendencia a crear mitos que caracteriza a la "cultura de masas" y el significado que esto tiene en nuestro tiempo son problemas fundamentales para la investigación. El asunto ha sido considerado por Roland Barthes, en Mythologies [Mitologías, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores]. Pero quien más ha desarrollado la cuestión es Edgar Morin; para un examen panorámico, cf. op. cit., p. 230-232; para el mito de las estrellas cinematográficas, cf. Les Stars, passim [Las estrellas del cine, Buenos Aires, Eudeba]; para un resumen de la posición adoptada por Morin y bibliografía adicional, cf. Daniel Bell, loc. cit., p. 13.
En Rest, Jaime (2006): “Literatura y cultura de masas (1965)” en Arte, literatura y cultura popular, Bogotá, Norma, págs. 129-131.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario