No quiero caer en la obviedad de hablar del cine y sus procedimientos técnicos en una novela, la última de ese interesante autor santafesino llamado Juan Martini, cuyo título es precisamente Cine (Eterna Cadencia, 2009) y por cuyas páginas desfilan múltiples referencias al ámbito cinematográfico (recordemos que Sívori es, precisamente, un guionista ocupado en la creación otra película sobre Evita y un profesor de cine; recordemos que la novela está plagada de referencias a directores y películas; recordemos que Mulholland Drive de David Lynch tiene una importancia considerable en la trama y en el juego con el doble, juego que se despliega a lo largo de relato generando un sistema de espejos y representaciones por demás interesante).También, tal como Martini lo señaló en la presentación del libro en la librería Eterna Cadencia, está claro que el montaje en varios capítulos de su nueva novela toma decididamente como patrón o modelo el montaje del cine en el que el pasaje de un suceso a otro suele ser abrupto, un mero empalme, sin necesidad de avisar que se cambia de tiempo, de personaje o de situación (el lector o espectador es el que debe estar lo suficientemente atento como para captar tal pasaje e ir recomponiendo el hilo narrativo).
En lugar de dedicarme a explorar las relaciones entre el cine y la literatura en la nueva novela del autor de La vida entera, prefiero señalar tres o cuatro cuestiones formales, propias de la construcción del relato si se quiere, que me parecen una apuesta fuerte para la literatura argentina contemporánea:
1. La construcción de los personajes: en los dos protagonistas en los que se sostiene el relato, Sívori y Pina Bosch, se nota un trabajo narrativo que además de crear identidades claras y verosímiles (la elección de Martini del registro realista se enriquece con las variaciones formales con las que expande sus posibilidades), representa con acierto la complejidad de las subjetividades y de las relaciones. Así, el guionista y la traductora, aunque lo que señalo podría ser extensible a otros personajes de Cine (Dippy, Carola, Florencia), se ven caracterizados en la opacidad y en las tareas que ordenan la vida cotidiana, en los sentimientos y pensamientos reprimidos y en la rutina, en los amores frustrados, deseados o pendientes y en la relación de consumo que establecen con distintos productos culturales, en los ritos privados y en los esfuerzos desesperados por establecer algún tipo de vínculo con el otro, el de la puerta de enfrente. Sívori y su vouyerismo, Pina y su masoquismo, son dos personajes consistentes y cautivantes que hacen de una trama que en un primer término parece simple, algo complejo, espinoso, tal vez demasiado humano.
2. La recurrencia: otros de los rasgos formales que se destacan en la última novela de Martini es la recurrencia casi precisa de fragmentos y escenas. Esa repetición deliberada produce un pliegue del espacio textual que se dobla sobre sí mismo para volver una y otra vez sobre diversos momentos (muchas de estas reiteraciones están relacionadas con Sívori: los paseos por Palermo; las salidas con sus amigos; su mirada vouyerista a través de la persiana americana; sus comidas; pero también nos encontramos con la aparición redundante del guión de la película sobre Evita). Lo interesante es que en esa recurrencia intervienen variaciones que si bien a veces resultan imperceptibles, demuestran un deliberado gesto del autor que parece estar llamándonos a una reflexión constante, como la del guionista que protagoniza la novela, en torno al tiempo, a la repetición y la diferencia y a los artificios novelescos (véase, por ejemplo, la salida de los tres amigos que se repite en las páginas 99 y 141, se notarán la repetición y las variaciones en las descripciones de los estados sentimentales de los personajes).
3. El narrador y su relación con el protagonista: tal vez uno de los rasgos más notables de la novela sea el tratamiento que Martini hace del narrador omnisciente. Por un lado, ¿es un narrador omnisciente? En verdad, no siempre logra acceder a los pensamientos y sentimientos de su protagonista, Sívori, por lo que en cierto sentido su omnisciencia estaría puesta en duda y en este sentido su limitación tiene como correlato la opacidad, como ya lo mencionamos, del personaje del guionista que se mueve por motivaciones oscuras o difusas para el lector pero también para el narrador. Por otro lado, uno de los aciertos de la voz narrativa, a la par de cierto ritmo del relato, es la intercalación de preguntas que interrogan por las causas, los pensamientos, las actitudes y los sentimientos del protagonista y de los demás personajes; preguntas que a veces se responden y que otras veces, quedan flotando generando una atmósfera de duda y misterio; preguntas que se hace Sívori respecto de su vecina pero que son enunciadas por el narrador, confundiendo ambas voces en un tono interrogativo minucioso. Hay van ejemplos varios: “¿[Sívori] Tiene hambre? A veces no.” (p. 12); “¿En qué momento ella detuvo la película, que apenas comenzaba y por qué? ¿Antes de poner la sartén en el fuego? ¿Antes de quedarse dormida?” (63); “¿Por qué se detiene Sívori ante el puma? ¿Sabe, Sívori, lo que dice saber sobre el puma?” (106); etc. Así, el narrador mediante su omnisciencia y sus interrogaciones intenta un acercamiento y una focalización sobre Sívori que, en general, se le vuelve en contra como boomerang poniendo en evidencia más bien la complejidad (y opacidad) del protagonista, de su vida y también, a través de la mirada del guionista, de los demás personajes.
4. Potpourrí: me gusta la opción de Martini por posponer reiteradamente el sujeto “Sívori” en varias de las oraciones de Cine (“Y se pregunta, Sívori:” (24); “En seguida cambia, Sívori, y decide despertarla.” (65); “Es, Sívori, un hombre amaestrado por sus costumbres…” (139)) y también me gusta cuando pospone al “Sívori” experimentante (“Le gustan esos ascensores, a Sívori.” (26)). Me gustan además las oraciones breves y concisas que escanden el relato (me hacen acordar a una de las primeras novelas de Martini, Los asesinos las prefieren rubias) y me gusta la yuxtaposición como elección sintáctica, me parece que de alguna manera trabaja en el realismo expandiendo sus posibilidades. A nivel más temático, me gusta el guión que escribe Sívori sobre Evita y su posición crítica respecto del peronismo y de la producción en torno a dicho movimiento y me gusta la exploración de las relaciones humanas y sus complejidades. Otro elemento por destacar son las descripciones fantásticas sostenidas en el vouyerismo del protagonista que mira a través de las persiana americana y que sólo alcanza a ver ciertos gestos, ciertas zonas, ciertas luces y sombras; las descripciones que hace Martini merecen atención. Finalmente, me causaron sorpresa las notas al pie: algunas me parecieron pertinentes en relación con el trabajo narrativo pero otras me resultaron un mero agregado de datos que quedaban con un sentido superfluo. Sí quiero señalar el acierto con las “Escenas no incluidas” que juegan con la novela como artificio pero también con la relación entre la literatura y el cine, tema del que dije en el principio que me negaba a tratar y es por eso que ahora cierro la boca.
PD.: Desde ya, recomiendo Cine de Juan Martini. Agradezco a Eterna Cadencia por continuar editando buenos libros y por la buena onda.
En lugar de dedicarme a explorar las relaciones entre el cine y la literatura en la nueva novela del autor de La vida entera, prefiero señalar tres o cuatro cuestiones formales, propias de la construcción del relato si se quiere, que me parecen una apuesta fuerte para la literatura argentina contemporánea:
1. La construcción de los personajes: en los dos protagonistas en los que se sostiene el relato, Sívori y Pina Bosch, se nota un trabajo narrativo que además de crear identidades claras y verosímiles (la elección de Martini del registro realista se enriquece con las variaciones formales con las que expande sus posibilidades), representa con acierto la complejidad de las subjetividades y de las relaciones. Así, el guionista y la traductora, aunque lo que señalo podría ser extensible a otros personajes de Cine (Dippy, Carola, Florencia), se ven caracterizados en la opacidad y en las tareas que ordenan la vida cotidiana, en los sentimientos y pensamientos reprimidos y en la rutina, en los amores frustrados, deseados o pendientes y en la relación de consumo que establecen con distintos productos culturales, en los ritos privados y en los esfuerzos desesperados por establecer algún tipo de vínculo con el otro, el de la puerta de enfrente. Sívori y su vouyerismo, Pina y su masoquismo, son dos personajes consistentes y cautivantes que hacen de una trama que en un primer término parece simple, algo complejo, espinoso, tal vez demasiado humano.
2. La recurrencia: otros de los rasgos formales que se destacan en la última novela de Martini es la recurrencia casi precisa de fragmentos y escenas. Esa repetición deliberada produce un pliegue del espacio textual que se dobla sobre sí mismo para volver una y otra vez sobre diversos momentos (muchas de estas reiteraciones están relacionadas con Sívori: los paseos por Palermo; las salidas con sus amigos; su mirada vouyerista a través de la persiana americana; sus comidas; pero también nos encontramos con la aparición redundante del guión de la película sobre Evita). Lo interesante es que en esa recurrencia intervienen variaciones que si bien a veces resultan imperceptibles, demuestran un deliberado gesto del autor que parece estar llamándonos a una reflexión constante, como la del guionista que protagoniza la novela, en torno al tiempo, a la repetición y la diferencia y a los artificios novelescos (véase, por ejemplo, la salida de los tres amigos que se repite en las páginas 99 y 141, se notarán la repetición y las variaciones en las descripciones de los estados sentimentales de los personajes).
3. El narrador y su relación con el protagonista: tal vez uno de los rasgos más notables de la novela sea el tratamiento que Martini hace del narrador omnisciente. Por un lado, ¿es un narrador omnisciente? En verdad, no siempre logra acceder a los pensamientos y sentimientos de su protagonista, Sívori, por lo que en cierto sentido su omnisciencia estaría puesta en duda y en este sentido su limitación tiene como correlato la opacidad, como ya lo mencionamos, del personaje del guionista que se mueve por motivaciones oscuras o difusas para el lector pero también para el narrador. Por otro lado, uno de los aciertos de la voz narrativa, a la par de cierto ritmo del relato, es la intercalación de preguntas que interrogan por las causas, los pensamientos, las actitudes y los sentimientos del protagonista y de los demás personajes; preguntas que a veces se responden y que otras veces, quedan flotando generando una atmósfera de duda y misterio; preguntas que se hace Sívori respecto de su vecina pero que son enunciadas por el narrador, confundiendo ambas voces en un tono interrogativo minucioso. Hay van ejemplos varios: “¿[Sívori] Tiene hambre? A veces no.” (p. 12); “¿En qué momento ella detuvo la película, que apenas comenzaba y por qué? ¿Antes de poner la sartén en el fuego? ¿Antes de quedarse dormida?” (63); “¿Por qué se detiene Sívori ante el puma? ¿Sabe, Sívori, lo que dice saber sobre el puma?” (106); etc. Así, el narrador mediante su omnisciencia y sus interrogaciones intenta un acercamiento y una focalización sobre Sívori que, en general, se le vuelve en contra como boomerang poniendo en evidencia más bien la complejidad (y opacidad) del protagonista, de su vida y también, a través de la mirada del guionista, de los demás personajes.
4. Potpourrí: me gusta la opción de Martini por posponer reiteradamente el sujeto “Sívori” en varias de las oraciones de Cine (“Y se pregunta, Sívori:” (24); “En seguida cambia, Sívori, y decide despertarla.” (65); “Es, Sívori, un hombre amaestrado por sus costumbres…” (139)) y también me gusta cuando pospone al “Sívori” experimentante (“Le gustan esos ascensores, a Sívori.” (26)). Me gustan además las oraciones breves y concisas que escanden el relato (me hacen acordar a una de las primeras novelas de Martini, Los asesinos las prefieren rubias) y me gusta la yuxtaposición como elección sintáctica, me parece que de alguna manera trabaja en el realismo expandiendo sus posibilidades. A nivel más temático, me gusta el guión que escribe Sívori sobre Evita y su posición crítica respecto del peronismo y de la producción en torno a dicho movimiento y me gusta la exploración de las relaciones humanas y sus complejidades. Otro elemento por destacar son las descripciones fantásticas sostenidas en el vouyerismo del protagonista que mira a través de las persiana americana y que sólo alcanza a ver ciertos gestos, ciertas zonas, ciertas luces y sombras; las descripciones que hace Martini merecen atención. Finalmente, me causaron sorpresa las notas al pie: algunas me parecieron pertinentes en relación con el trabajo narrativo pero otras me resultaron un mero agregado de datos que quedaban con un sentido superfluo. Sí quiero señalar el acierto con las “Escenas no incluidas” que juegan con la novela como artificio pero también con la relación entre la literatura y el cine, tema del que dije en el principio que me negaba a tratar y es por eso que ahora cierro la boca.
PD.: Desde ya, recomiendo Cine de Juan Martini. Agradezco a Eterna Cadencia por continuar editando buenos libros y por la buena onda.
demoré un poco la lectura de tu comentario sobre cine, no sé bien por qué. comparto totalmente el gusto por esas cosas fomales chiquitas y no tanto.
ResponderBorrarcreo que, más allá de las relaciones que podamos o no establecer entre el cine y la literatura, la construcción de evita como personaje es bastante exquisita (no te parece?) digo, en toda la novela el juego con una ficcionalización de lo que se conoce como real y lo que no (en general de los a prioris y a posterioris) es genial.
un abrazo.
Nina, gracias por el comentario.
ResponderBorrarNo entiendo muy bien a qué te referís con que la construcción de Evita es bastante "exquisita", es eso negativo o positivo? Igual desde ya que me pareció interesante la perspectiva entre cotidiana y profética desde la que Sívori quiere armar su guión. Abrazo!
Exquisita era positivo. Tal vez debiera haber dicho "una exquisitez". Especialmente porque también es una construcción del imaginario (y la mitología) de Sivori como personaje.
ResponderBorrarClaro, no sólo construcción del imaginario de Sívori, también figura para el juego del doble en la novela (que si bien no lo traté extensamente en la reseña, apenas si lo mencioné, es uno de los principios constructivos fundamentales de esta obra de Martini). Igual, respecto a lo que señalás, en Cine hay un trabajo muy interesante con la vida cotidiana y sus componentes que se lee tanto en Sívori y en Bosch como en la obra que el guionista prepara de Evita. Tal vez una épica de la vida cotidiana, aunque podría estar exagerando. Abrazo!
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