Horacio Castellanos Moya escribe un artículo muy elocuente sobre la construcción del mito de Bolaño en Estados Unidos (después del realismo mágico del Gabo, el realismo visceral de Bolaño). Copio dos párrafos conclusivos:
Me gustan este tipo de lecturas que desmontan las operaciones del mercado literario para poner en evidencia los intereses ideológicos ocultos. Una joyita.
"Fue esa faceta contestataria de su vida la que serviría a la perfección para la construcción del mito en Estados Unidos, del mismo modo que esa faceta de la vida del Che (la del viaje en motocicleta y no la del ministro del régimen castrista) es la que se utiliza para vender su mito en ese mismo mercado. La nueva imagen de lo latinoamericano no es tan nueva, pues, sino la vieja mitología del "the road-trip" que viene desde Kerouac y que ahora se ha reciclado con el rostro de Gael García Bernal (quien también interpreta a Bolaño en el film que viene, a propósito). Con la novedad de que, para el lector estadounidense, dos mensajes complementarios, que apelan a su sensibilidad y expectativas, se desprenden de Los detectives salvajes: por un lado, la novela evoca el "idealismo juvenil" que lleva a la rebeldía y la aventura; pero, por el otro, puede ser leída como un "cuento de advertencia moral", en el sentido de que "está muy bien ser un rebelde descarado a los diecisiete años, pero si uno no crece y no se convierte en una persona adulta, seria y asentada, las consecuencias pueden ser trágicas y patéticas", como en el caso de Arturo Belano y Ulises Lima. Concluye Sarah Pollack: "Es como si Bolaño estuviera confirmando lo que las normas culturales de Estados Unidos promocionan como la verdad". Y yo digo: es que así fue en el caso de nuestro insigne escritor, quien necesitó asentarse y contar con una sólida base familiar para escribir la obra que escribió.Castellanos Moya, Horacio. "Sobre el mito Bolaño"
Lo que no es culpa del autor es que los lectores estadounidenses, con su lectura de Los detectives salvajes, quieran confirmar sus peores prejuicios paternalistas hacia Latinoamérica, como la superioridad de la ética protestante del trabajo o esa dicotomía por la cual los norteamericanos se ven a sí mismos como trabajadores, maduros, responsables y honestos, mientras que a los vecinos del Sur nos ven como haraganes, adolescentes, temerarios y delincuentes. Dice Sarah Pollack que, desde ese punto de vista, Los detectives salvajes es "una muy cómoda elección para los lectores estadounidenses, pues les ofrece los placeres del salvaje y la superioridad del civilizado". Y repito yo: nadie sabe para quién trabaja. O como escribía el poeta Roque Dalton: "Cualquiera puede hacer de los libros del joven Marx un liviano puré de berenjenas, lo difícil es conservarlos como son, es decir, como un alarmante hormiguero"."
Me gustan este tipo de lecturas que desmontan las operaciones del mercado literario para poner en evidencia los intereses ideológicos ocultos. Una joyita.
Me pregunto por qué Gael García Bernal tendrá que hacer todos esos papeles.
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