En plena lectura del hermosísimo libro, Antología del decadentismo: perversión, neurastenia y anarquía en Francia (1880-1900), editado el año pasado por los chicos de Caja Negra editora, me encuentro con esta impactante imagen del alma humana que no hizo más que posibilitar el terror lovecraftiano:
[...] Y así fue que, ante él, visible a los otros ojos, surgió la forma de un alma, forma debidamente constatada de visu como lo había prometido el presbítero, forma extraña, tan anormal y asquerosa que el desgraciado estuvo a punto de caer de espaldas, en un embeleso de repulsión y pánico.Ojo, también me hizo acordar a nuestro queridísimo Elías Castelnuovo.
La forma de esta alma, en efecto, era una úlcera compuesta de innumerables úlceras conglomeradas, brotando unas de otras, copulando cada una con todas las demás en abominables y apelotonados hongos de lepra hormigueantes, anillos de víbora rezumando ponzoña, un suero bacterioso, la podredumbre, la hediondez, la muerte viva pulululando, todos los sobresaltos dilatados en una apoteosis de espanto y consternación. [...]
Fuente: Richepin, Jean (1899): "Los otros ojos" en AA. VV., Antología del decadentismo, Buenos Aires, Caja Negra, p. 27)
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