viernes, diciembre 11, 2009

Roer el hueso (sobre Zettel de Héctor Libertella)


En principio, la edición de Zettel de Héctor Libertella (Letranómada, 2009) es hermosa: el tamaño incómodo pero, a su vez, atípico, sumado al diseño de tapa cuyo fondo, verde atravesado por líneas negras, se asemeja a las nervaduras de una hoja y, también, a la disposición gráfica del texto en el interior del objeto-libro con los espacios en blanco que airean las notas; todos estos elementos hacen de esta obra póstuma de Libertella, una delicia material.
Más allá de lo material, vale la pena destacar los paratextos que rodean al grupo de notas: el prólogo preciso y poético de Laura Estrín, que desarma la obra de Libertella pero sin diseccionarla, dejándole su potencia intacta y la recuperación de un artículo escrito por el autor de El camino de los hiperbóreos (1968) sobre el otro Zettel, el de Wittgenstein, en el que se establece la relación de continuidad y de relevo entre una obra y otra.
Ahora sí, pasemos a lo central: las notas que componen Zettel de Libertella. Me tienta no decir demasiado, no llenar de palabras vanas una obra tan económica, una obra que apuesta al silencio pero también a la condensación de sentido, a los espacios y a la sugerencia. Podría decir, simplemente, que las notas de Libertella funcionan como disparadores de proyectos, de líneas de pensamientos o, simplemente, como percepciones en torno a la literatura, a la poesía, a la lectura-escritura y a la realidad. Se sabe, lo demuestran libros como Nueva escritura en Latinoamérica (1977) o Las sagradas escrituras (1993), que Libertella estaba obsesionado por los vínculos entre la lectura y la escritura, entre la teoría y la literatura y, también, por la experimentación en la literatura (tema en los que vuelve en varias de las notas de Zettel sobre Farabeuf de Elizondo o La orquesta de cristal de Lihn). En este libro, vuelven a desfilar los fantasmas de lo literario, la preocupación por el ornato y el soporte porque se trata, como lo sugiere en varios ¿fragmentos?, de roer la propia obra, de alcanzar el hueso, de reescribir para exacerbar la condición fantasma del escritor. Zettel de Libertella es un paisaje de ruinas habitado por fantasmas, un lugar que no que está ahí y que puede ser visitado erráticamente, sin ningún camino prefijado, con el azar y el capricho como movimientos básico de lectura y relectura.
Bah, basta de reseña, dejo algunas notas de Zettel que me parecieron particularmente hermosas y movilizadoras:

4
La biología diría que las células del cuerpo cambian íntegramente cada siete años, y que el cuerpo no muere por viejo sino por cansancio de tanto rejuvenecer. Si el personaje de la novela es una formación discursiva con su cuerpo sintáctico, cada siete años ese cuerpo exigiría se reescrito por completo. (Lunáticos como Robert Walser hubieran intentado esta aventura que hace de la literatura una verdad biológica.)


47
Vean. Ésta es la Patagonia, el desierto argentino: el templo más delicado que dejaron los indios. Al revés de los esforzados monumentos aztecas, acá nadie le tocó un punto ni una coma a la sintaxis natural. Aquí turistas y peregrinos vienen para que la naturaleza los arrodille.

54
Osvaldo Lamborghini escribe: “La Argentina no es ninguna raza ni nacionalidad, sino puro estilo y lengua.” ¿Un país –dice- al que sólo hay que presentar con fraseo? Sería acaso como asumir un pathos (no querer ser Nación, no llegar a constituirse como Sistema) y entonces tener el privilegio de permitirse todo lo demás, con la mayor autoridad y nobleza. Como decir en vez de nación entonación.

88
Post hombre. No llega de un futuro robótico, no. Es alguien común y corriente, salvo que se salteó la interpretación, la lectura.

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