domingo, marzo 28, 2010

Visite Santa María, el lugar ideal para deambular


Una visita guiada con ilustraciones y frases de los lugares más característicos de la Santa María de Onetti. Una joyita.

Vía mínimas.

sábado, marzo 27, 2010

Diálogo Saer-Piglia en foro Gandhi (1994)

Hace algunos años, en un blog que, lamentablemente, ya no se actualiza (todavía más: lo busco y no lo encuentro, supongo que ha desaparecido) llamado El espectro de Broken, me encontré con una gran cita de Saer sobre la teoría literaria y su vínculo con la literatura. Unos meses más tarde, busqué la revista con la entrevista de la que esa cita había sido extraída. 
A continuación, va un diálogo en el foro Gandhi entre Piglia, Saer y el entrevistador que recorre temas como la tradición, el policial y la influencia de la teoría en la literatura. Vale la pena leerlo.  

Diálogo Saer-Piglia

Con motivo de la edición de la novela La pesquisa, de Juan José Saer, se realizó en noviembre de 1994, en el Foro Gandhi, un diálogo del autor con Ricardo Piglia. La coordinación estuvo a cargo de Ricardo Ibarlucía. Transcribimos en estas páginas los pasajes más significativos de esa conversación.

R. Ibarlucía: El tema por el que quisiéramos comenzar creo que tiene su formación más acabada en un título de un famoso ensayo de Borges: El escritor argentino y la tradición. Sabemos que la tradición jamás es algo dado, es una identidad en permanente construcción y reconstrucción. Una generación literaria no se limita a redescubrir a sus predecesores, a veces, los transfigura, otras, los trasciende, generalmente, los inventa. ¿Cuál creen ustedes que han sido sus antepasados literarios?

Piglia: En realidad, un escritor construye una genealogía, una especie de novela familiar, novela familiar literaria con parentescos y exclusiones y conflictos. Yo tengo la sensación de que ese tipo de trama se genera después que se publica el primer libro, digamos, empieza a funcionar a partir de que se publica. En el momento en el qué uno está escribiendo los primeros textos, antes de publicarlos, la relación con la tradición, vamos a llamarla así, tiene más bien el sentido de una exploración y de una memoria, yo diría, como si se tratara de una suerte de archivo, como si fuera una memoria de la lengua, de los textos escritos. Y uno con cierta inocencia, vamos a decir así, empieza a moverse en el interior de ciertas tradiciones, incluso sin saber del todo que, a veces, esas tradiciones son antagónicas, que esos escritores que uno junta, con los que empieza a establecer relaciones y diálogos, entre sí mantienen disputas o tensiones. Entonces, cuando estoy diciendo esto lo que quiero señalar es que, en principio, esta cuestión de la tradición, me parece que tiene bastante que ver con el modo en que un escritor imagina que quiere ser leído, en compañía de quién un escritor imagina que quiere ser leído. Y de qué manera imagina que leído en ese contexto, en esas relaciones de parentesco con ciertos autores sus obras pueden circular más fluidamente. Por eso, me parece que, en principio (esta cuestión retorna siempre), el texto de Borges «El escritor argentino y la tradición» sintetiza un problema que uno puede encontrar a lo largo de distintos momentos de la literatura argentina. Borges en ese artículo está definiendo esta cuestión, me da la sensación a mí, en relación a lo que para él es, en ese momento, la experiencia de la aparición de alguno de los textos que van a provocar ese corte, que son los textos de ficción. Siempre he visto muy ligada la escritura de «La muerte y la brújula» con la escritura de ese ensayo sobre la tradición. Y me parece que «La muerte y la brújula» también es un texto sobre el modo en que Borges está pensando estos problemas de lectura, de traducción, de inserción. Dicho esto, para no extenderme demasiado, en el sentido en que «un escritor construye la tradición cuando tiene una colocación pública», vamos a decir así (no importa qué tipo de resonancia tenga su obra). Dicho esto, digo, me parece que la otra posibilidad de pensar el problema de la tradición tiene que ver con distintos problemas, es decir, hay una tradición con la que uno se relaciona que tiene que ver con ciertos modelos de escritor, modos de ser de un escritor, por ejemplo, modos de ser un escritor en la Argentina, ciertas colocaciones posibles para ser un escritor en Argentina, y, entonces, me parece, que ahí se puede armar una tradición. Me parece que Juan L. Ortíz es, entre otras cosas, no sólo un gran poeta, sino un ejemplo de de qué manera se coloca un escritor como tal, como persona, cómo se ubica, dónde se pone, ¿no?, dónde se va, qué tipo de intervención tiene como figura. Entonces, hay una posibilidad de ver esto que podría ser qué tipo de figura de escritor hay en la construcción de una tradición. Otra posibilidad podría ser la tradición en términos de historia de la lengua, historia de los estilos. Con esto lo que quiero decir es que esta cuestión del escritor y la tradición no es un problema que se pueda considerar de modo único sino que habría que hacer un poco la historia de las relaciones que uno entabla con distintos campos de los pasados literarios.

viernes, marzo 26, 2010

Death to the demon David Cronenberg!

Chocolate por la noticia: David Cronenberg es un genio. Tuve la oportunidad de ver eXistenZ (1998) y me dejó idiotizado. Hace algunos años había visto Videodrome (1983) y también me había perturbardo.
Creo que lo que me encanta de estas dos películas particularmente (aunque podria agregar, lateralmente, Dead Ringers (1988) y su trabajo sobre el doble, la fecundación y la adicción) es la reflexión en torno a tres ejes: el cuerpo (en su sentido biológico), la tecnología y la realidad (ejes que, en general, se inscriben en la mixtura de dos géneros: la ciencia ficción y el policial).
Cronenberg merodea lo perverso y lo morboso porque hace que sus personajes y que sus mundos interactúen corporalmente con los artefactos industriales y tecnológicos (la televisión en Videodrome, los videojuegos y sus periféricos en eXistenZ), es decir, los objetos se conectan directamente a nuestro cuerpo: en eXistenZ, los personajes tienen un "bio-port" que les permite introducir el cable-órgano que los vincula al control remoto del juego; en Videodrome, el protagonista besa a la pantalla de televisión, que late como si fuera un corazón, y se introduce en ella. Pero también en sentido inverso, Cronenberg hace que la tecnología se vuelva natural, biológica, en las películas antes mencionadas los objetos se vuelven humanos y/o animales, cobran vida y son viscosos, blandos, palpitantes. Así, el cuerpo humano pierde sus límites y, en consonancia con los planteos de Peter Slöterdijk en "El hombre operable", el sujeto y el objeto que tan claros se distinguían, comienzan a entrelazarse (incluso, de manera sexual) y sus diferencias se tornan difusas. Y eso, perturba.


Pero todavía hay más en Cronenberg ya que, a partir de esta inquietante relación íntima entre el cuerpo y la tecnología, el director de Crash explora la posibilidad de la realidad virtual (ya sea a través de la televisión, ya sea a través de los videojuegos) y de qué incidencias podría tener en la mente y en los sentidos del ser humano. De este modo, nuevamente se vuelve inestable un límite: el límite entre realidad y virtualidad, entre lo real y lo imaginario. eXistenZ es una película traumática por esa inestabilidad porque no sólo sus personajes se encuentran perdidos al no poder determinar si están o no en el juego sino que los espectadores, o eso es lo que al menos me sucedió a mí, también se ven involucrados en la indeterminación. Por lo demás, esa frontera difusa entre la realidad "real" y la realidad "virtual" tendrá resonancias sobre aspectos como la identidad, la experiencia y la percepción.
En fin, recomiendo fervientemente mirar estas películas y si ya las vieron, volver a verlas porque con creaciones como Second Life o sólo con el desarrollo actual de Internet o de consolas de videojuegos como la Wii, el cine de Cronenberg funciona como una anticipación ("el futuro llegó hace rato", ¿no?) y una reflexión en torno a las posibilidades del cuerpo y de la tecnología, pura biopolítica.

PD.: Por lo demás, algunos investigadores vinculados a una filosofía no tradicional ya comienzan a prestarle atención a este director como puede verse en este libro: Flatline constructs: gothic materialism and cybernetic theory-fiction de Mark Fisher, en el que se mezcla Deleuze + gótico + Cronenberg + cyberpunk.

miércoles, marzo 24, 2010

Se equivocaban de departamento

El año pasado, por cuestiones laborales, tuve que investigar un poco acerca de lo escrito sobre y durante la última dictadura en la literatura argentina. Intentando obviar las novelas ya requetemil mencionadas Respiración artificial de Piglia, Nadie nada nunca de Saer y La vida entera de Martini (por poner tres nombres ejemplares) y revolviendo para encontrar más que nada narrativa corta sobre la dictadura (no pude encontrar demasiado, algunos cuentos de Cortázar y de Humberto Constanini, alguno de Guillermo Martínez, alguno de Fogwill; ¿habrá antologías de cuentos representativos sobre dicha época?), me encontré con el texto de Osvaldo Lamborghini que adjunto por el Día de la Memoria. Es cruel y también tiene su sorna. su tono de burla.  Que sirva para actualizar la literatura que representa, en alguna medida, esos años violentos.

Se equivocaban de departamento

El 24 de marzo (1976), los militares argentinos, y dale, tomaron el poder, o así, al menos: o así al menos -para decirlo todo- ellos lo creyeron. La verdad es que el poder lo tomaron los banqueros, los que, ¿los que?, como es tradicional en la Argentina, se pasan la vida rompiéndoles el (los) culos a los militares argentinos. Y gozan con ello: los militares argentinos y los banqueros (que se los cojen). Los militares. Argentinos, y los banqueros. Argentinos, y de cualquier otra nacionalidad, si es que existe -Dud, lo dudo- otra nacionalidad.

LOS MILITARES ARGENTINOS
LOS PREFIEREN EXTRANJEROS

sin embargo.

El por qué ahora del título de esta sección o de este aparte. Los banqueros les ordenaron a sus Lacays lacayos, los militares argentinos, que “liquidaran” (eliminación física o physi-ka) por lo menos a 10.850 -diez mil ochocientos cincuenta, en los documentos de la ONU consta, la cifra exacta consta: confrontar- digo, decíamos, 10.850 sindicalistas, dirigentes estudiantiles, obreros de protesta, artistas social-cristianos, científicos social-demócratas, cuadros Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo, peronistas de todo pelaje y calambre, abogados y médicos de presos políticos, presos políticos a los que se sacaba de sus celdas y se los ejecutaba en campitos, en baldíos, en los lejos de los lugares más lejanos, en fin: la “ley de fuga” –los generales argentinos, con esto (esto) de la “ley de fuga”, se divirtieron mucho: les pareció gracioso-. Bueno, ellos se divierten hasta con los programas de televisión, bueno. La cabeza (Perón decía: “No es que tengan las armas de adorno, lo que tienen de adorno es la cabeza”), bueno. La cabeza: no les da para más. Y hete aquí que llegamos. Primero: al por qué del título. Segundo: a la cabeza, a esa cabeza que no les da la cabeza. Los banqueros les dieron la orden -y se quedaron: muy tranquilos- supusieron (supusieron mal) que los 10.850 serían asesinados de una manera inteligente y racional. Subrayados aparte (el subrayado es mío), no se trataba de una suposición tan descabellada: después de todo, para tirar del gatillo contra gente indefensa no se necesita ser una lumbrera. Pero, ¡pero!, los generales argentinos… se equivocan de departamento, entendían… mal. ¿Habrá, yo me pregunto, alguna cosa que entiendan… bien? Quizá, las chacharadas (porcinas) de sus mujeres de tobillos gruesos. El caso. Hubo miles de casos ONU.
Gracioso, sí. El caso es que los mandaban, por ejemplo, a liquidar a los habitantes del 4º “B” (promedio de perforaciones: 72 -setenta y dos- balazos en cada cuerpo, mujeres y niños incluidos, of course, ah, y también ancianos, aunque postrados yacieran, enfermos en sus lechos: me parece, creo, que esto se llama ensañamiento).
Pero -rima- en miles de casos ONU, se equivocaban de departamento (casi rima: ensañamiento). Estos pelotudos en vez de entender, por ejemplo, 4º “B” -claramente les habían dicho: ¡4º “B”, 4º “B”!- lo que registraban en sus calimestroquis en o, romos como porongos, era, por ejemplo, 6º “C”. Entonces a la mierda, a la mierda, al infierno entonces (ONU) todos los habitantes del desdichado 6º “C”. Todavía hoy, y no vaya a creerse que la cosa ha terminado, la siguen, una pediatra que además es investigador y psicólogo experimental, hoy todavía se lamenta (ONU) por el asesinato “equivocado” de un paciente suyo, un bebito de dieciocho (18) días “respecto” del cual tenía grandes esperanzas: parece que los reflejos del bebito y sus respuestas a las pruebas de estimulación eran supranormales. El pediatra, incluso, pensaba financiarle a la familia del bebé prodigio, de su propio peculio, un viaje a Estocolmo porque quería recabar la opinión de otros: otros afamados especialistas.
La verdad, una verdadera lástima.
¿El 4º “B” o el 6º “C”? Se confundían, se hacían un lío: para ellos, son cosas muy difíciles.
Con los bebés y los niños no mayores de diez (10) años (ONU), no utilizaban el procedimiento -ahora sí rima: ensañamiento- de los 72 (setenta y dos) balazos. A los bebés les volaban la cabeza con un disparo de pistola calibre 45 (cuarenta y cinco). A los mayores, en edad ya de la razón, también. Pero a ellos además les dirigían la palabra:
-A vos, mejor te matamos ahora. Total, con lo que viste que le hicimos a tu familia, cuando crezcas te vas a hacer de izquierda, o social-demócrata, o social-cristiano. Mejor te matamos ahora, mejor te matamos ahora, mejor te matamos ahora-les decían. Y después un tiro en la nuca.
(ONU)
Sí señor. Sí, señor: se equivocaban de departamento.

Fuente: Lamborghini, Osvaldo (2003). Novelas y cuentos 2, Buenos Aires, Sudamericana, págs. 191-193.

lunes, marzo 22, 2010

Dad, please stop eating my toys


Gracias al amigo rsanmillan, descubro una página que merodea el humor indie, sutil y negro: The invisible hair suit. Disfruten!

jueves, marzo 18, 2010

El último día

Gracias a AAAARG, encontré este posfacio a La comunidad que viene (1992) que Giorgio Agamben escribe casi 10 años después. Un breve y condensado texto en el que se sienten las resonancias del tiempo mesiánico y la inoperatividad, conceptos clave que Agamben viene desarrollando en los últimos años. Por lo demás, nótense las variadas alusiones al colectivo Tiqqun. ¡Que lo disfruten!


Postface to the Italian Edition of The Coming Community, 2001

Giorgio Agamben

As an intelligent preface – or, as they say, an “emancipated” one – does not really need to elaborate anything, and so it is at best reduced to a kind of false movement, a good postilla or postface can only be that which demonstrates how the author has absolutely nothing to add to his book.
The postilla is, in this sense, the paradigm of the end of time, when the last thing that can come to the mind of a sentient person is the aggregation of what has already happened. But precisely this art of speaking without saying anything, of acting without doing – or, if you like, of “recapitulating,” the saving and undoing of everything – is the most difficult thing to achieve.
The author of this postilla considers his condition – like the condition of anyone who is writing in Italian about first philosophy or politics – to be that of survival or outliving. This conscience distinguishes him from those who pretend to write today about similar topics. He knows that not only “the possibility of shaking the historical existence of a people” is vanishing into thin air, but also that the very idea of a call, of a people or of an assigned historical task – of a klesis or of a “class” – must be rethought from beginning to end. Yet this condition of survival, of outliving – of writing without addressee, or of a poet without people – leads neither to cynicism nor to desperation. On the contrary, the present time, which is the time that comes after the last day, a time in which nothing can happen because the new is always ongoing, achieving its full maturity, is the only true pleroma of times. What is true in such a time – in our time – is that, to a certain point, everyone – all the peoples and all the humans on earth – is recovering the position of a remnant. This implies, to those who look closely, that an unprecedented generalization of the messianic condition, which was in the beginning of the book only a hypothesis – the absence of work, the whatever singularity, the bloom – is becoming a reality. Precisely because the book was directed towards this non-subject, to this “life without form” and to this Shabbat of man – in other words, to a public that by definition cannot accept it – one can say that the book did not miss its aim and it did not lose, consequently, its inactuality.
It is well known that during the Jewish Shabbat one has to abstain from every melakha, from any productive work. This idleness, this primal inoperativity, is for man a sort of another soul, or, if you like, his true soul. An act of pure destruction, however, an activity that has a perfectly destructive or de-creative character, is closer to menucha, the idleness prescribed for the Shabbat and, as such, it is not prohibited. From this perspective, not work but inoperativity or decreation is the paradigm of the coming politics (the coming does not mean the future). Redemption, the tiqqun that is at stake in the book, is not an operation or work, but a particular kind of sabbatical vacation. It is the insalvable that renders the salvation possible, the irreparable that allows the coming of the redemption. For this reason, the decisive question in the book is not “What to do?” but “How to do?” Being is less important than the like that. Inoperativity does not mean inertia, but katargesis – that is to say an operation in which the how integrally replaces the what, in which the life without a form and the form without a life coincide in a form of life. The exposure of this inoperativity was the operation of this book, which perfectly coincides with this postilla.

Notes: Tiqqun is a term in Lurianic Kabbalah for the mending of the world. It is also the name of a collective of French writers who are best known for their Théorie du Bloom (to which Agamben alludes in the body of the text). Tiqqun de la noche seems to refer to a Jewish costume from Shavuot, the holiday symbolizing the giving of the Torah: during a single night, the believers are required to read, among other texts, the beginning and the end of each and every book in the Old Testament.

lunes, marzo 15, 2010

La belleza de la falla o un poeta secreto (un personaje de Lemebel y Bolaño)

A partir de un lúcido comentario que un tal Hache me dejó en el blog sobre Pedro Lemebel (blog que administré por un tiempo y que, luego, quedó parado) me entero de que en "Lorenza (las alas de la manca)" , una de las crónicas de Loco afán: crónicas de sidario (1996), y en Estrella distante (1996) de Roberto Bolaño aparece un mismo personaje: Ernst Böttner, alias "Lorenza" o "Lorenzo". 
Lean las dos versiones literarias (una, envuelta en la densidad del barroco y en la afirmación de la belleza homosexual; la otra, un eco de voces, dudas e imágenes con el fondo de la dictadura chilena) de la apasionante historia de un muchacho que pierde sus brazos en un accidente, desarrolla la habilidad de pintar con la boca y termina, como diría Lemebel, "derivando la plástica hacia una cosmética travesti".



[...]Hasta los diez años, Ernst Böttner vivía en Punta Arenas como cualquier hijo de inmigrantes. Era un niño rubio y delicado que perseguía los pájaros, tratando de agarrarse al vuelo escarchado de sus alas. Pero las aves eran huidizas y el pequeño Ernst se quedaba con las manos vacías, sin alcanzar las plumas grises que tiznaban el cielo austral.

Un día vio un pájaro en un alambre, tan cerca, que sólo bastaba estirar las manos para cogerlo. Pero Ernst nunca supo que ese alambre era un cable de alta tensión, y la descarga eléctrica revolcó en el suelo su frágil cuerpo. El accidente carbonizó sus brazos, y a medida que fue pasando el tiempo, el guante de la gangrena trepó por sus manos hasta que debieron amputárselas. Y después el antebrazo y luego los codos. Pero la gangrena seguía subiendo y la medicina rural no podía detener el proceso de putrefacción. Entonces la madre decidió vender lo que tenía, y apelando a la doble nacionalidad del niño, lo llevó a Alemania para curarlo.

[...]

Así, Ernst reemplazó las manos perdidas por sus pies, que desarrollaron todo tipo de habilidades, en especial la pintura y el dibujo. Pero luego fue derivando la plástica hacia una cosmética travesti que hizo crecer las alas calcinadas de su pequeño corazón homosexual.

[...]

Entonces nació Lorenza Böttner. El nombre femenino fue la última pluma que completó su ajuar travestí. Desde entonces, se ha desplazado por diversos géneros de las artes visuales: la fotografía, el cine, la performance, la instalación. Y su nombre al pie de dibujos y pinturas le ha servido para sobrevivir y viajar por el mundo con su madre.[...]

Fuente:
Lemebel, Pedro (1996): Loco afán: crónicas de sidario, Santiago de Chile, LOM.


Fragmento de Estrella distante

[...] Años después supe una historia que me hubiera gustado contarle a Bibiano, aunque por entonces ya no sabía a dónde escribirle. Es la historia de Petra y de alguna manera es a Soto lo que la historia del doble de Juan Stein es a nuestro Juan Stein. La historia de Petra la debería contar como un cuento: Érase una vez un niño pobre de Chile... El niño se llamaba Lorenzo, creo, no estoy seguro, y he olvidado su apellido, pero más de uno lo recordará, y le gustaba jugar y subirse a los árboles y a los postes de alta tensión. Un día se subió a uno de estos postes y recibió una descarga tan fuerte que perdió los dos brazos. Se los tuvieron que amputar casi hasta la altura de los hombros. Así que Lorenzo creció en Chile y sin brazos, lo que de por sí hacía su situación bastante desventajosa, pero encima creció en el Chile de Pinochet, lo que convertía cualquier situación desventajosa en desesperada, pero esto no era todo, pues pronto descubrió que era homosexual, lo que convertía la situación desesperada en inconcebible e inenarrable.
Con todos esos condicionantes no fue raro que Lorenzo se hiciera artista. (¿Qué otra cosa podía ser?) Pero es difícil ser artista en el Tercer Mundo si uno es pobre, no tiene brazos y encima es marica. Así que Lorenzo se dedicó por un tiempo a hacer otras cosas. Estudiaba y aprendía. Cantaba en las calles. Y se enamoraba, pues era un romántico impenitente. Sus desilusiones (para no hablar de humillaciones, desprecios, ninguneos) fueron terribles y un día —día marcado con piedra blanca- decidió suicidarse. Una tarde de verano particularmente triste, cuando el sol se ocultaba en el océano Pacífico, Lorenzo saltó al mar desde una roca usada exclusivamente por suicidas (y que no falta en cada trozo de litoral chileno que se precie). Se hundió como una piedra, con los ojos abiertos y vio el agua cada vez más negra y las burbujas que salían de sus labios y luego, con un movimiento de piernas involuntario, salió a flote. Las olas no le dejaron ver la playa, sólo las rocas y a lo lejos los mástiles de unas embarcaciones de recreo o de pesca. Después volvió a hundirse. Tampoco en esta ocasión cerró los ojos: movió la cabeza con calma (calma de anestesiado) y buscó con la mirada algo, lo que fuera, pero que fuera hermoso, para retenerlo en el instante final. Pero la negrura velaba cualquier objeto que bajara con él hacia las profundidades y nada vio. Su vida entonces, tal cual enseña la leyenda, desfiló por delante de sus ojos como una película. Algunos trozos eran en blanco y negro y otros a colores. El amor de su pobre madre, el orgullo de su pobre madre, las fatigas de su pobre madre abrazándolo por la noche cuando todo en las poblaciones pobres de Chile parece pender de un hilo (en blanco y negro), los temblores, las noches en que se orinaba en la cama, los hospitales, las miradas, el zoológico de las miradas (a colores), los amigos que comparten lo poco que tienen, la música que nos consuela, la marihuana, la belleza revelada en sitios inverosímiles (en blanco y negro), el amor perfecto y breve como un soneto de Góngora, la certeza fatal (pero rabiosa dentro de la fatalidad) de que sólo se vive una vez. Con repentino valor decidió que no iba a morir. Dice que dijo ahora o nunca y volvió a la superficie. El ascenso le pareció interminable; mantenerse a flote, casi insoportable, pero lo consiguió. Esa tarde aprendió a nadar sin brazos, como una anguila o como una serpiente. Matarse, dijo, en esta coyuntura sociopolítica, es absurdo y redundante. Mejor convertirse en poeta secreto.
A partir de entonces comenzó a pintar (con la boca y con los pies), comenzó a bailar, comenzó a escribir poemas y cartas de amor, comenzó a tocar instrumentos y a componer canciones (una foto nos lo muestra tocando el piano con los dedos de los pies; el artista mira a la cámara y sonríe), comenzó a ahorrar dinero para marcharse de Chile. [...]

Fuente:
Bolaño, Roberto (1996): Estrella distante, Barcelona, Anagrama.

PD.:
De yapa, en este blog sobre una revista llamada Mampato (que, por lo que estuve viendo, se parece a nuestra Billiken), encontrarán la misma historia (sí, la historia es real por si no había quedado claro) pero esta vez contada como un ejemplo de vida y antes de que Ernst fuera Lorenza (es en el número 198 de Mampato).

De cómo Piglia anticipó a Los Simpsons

Leo Nombre Falso (1975) de Piglia y me encuentro con un gran cuento de boxeadores, en la línea de "Torito" de Cortázar: "El Laucha Benítez cantaba boleros". Eso sí, mientras lo leía, El Vikingo me traía ciertas reminiscencias...

[...] El Vikingo empezó a darle vueltas alrededor, siempre fuera de distancia y Moore lo punteaba de zurda, quieto, hamacándose, y de repente se le iba encima con una velocidad fulminante. El Vikingo no hacía otra cosa que mirarle las manos, tratando de anticipar, con la oscura sensación de que el otro adivinaba lo que iba a hacer. En una de esas se movió un poco más despacio y Moore lo cruzó con dos derechas y una izquierda abajo y al Vikingo le pareció que algo se le quebraba, adentro. Moore lo tocó suave con la izquierda, como queriendo tomar distancia, amagó dar un paso al costado buscando perfilar la derecha y cuando el Vikingo se movió para cubrirse la zurda de Moore bajó como un latigazo y lo encontró a mitad de camino. Al Vikingo se le nublaron los ojos, levantó la cara buscando aire pero sólo vio los globos de luz del gimnasio que daban vuelta. Moore se ladeó, sin tocarlo, esperando que se derrumbara. El Vikingo sintió que se le cruzaban las piernas, se hamacó para dejarse ir pero se sostuvo de algún lado, del aire, vaya a saber de dónde se sostuvo, lo cierto es que cuando bajó la cara estaba otra vez en guardia.
A partir de ahí Moore lo empezó a buscar en serio, para tirarlo. Cuando estaban en el centro del ring y había espacio el Vikingo se las arreglaba con el juego de piernas, pero cada vez que Moore lo acorralaba contra las sogas tenía ganas de levantar los brazos y ponerse a llorar. Al rato navegaba en una niebla opaca, sin entender cómo podían pegarle tan fuerte, toda su energía concentrada en no despegar los pies de la tierra: única certidumbre de que aún estaba vivo. Trataba de mantenerse fiel a su estilo y salir boxeando pero Moore era demasiado veloz y siempre llegaba antes. Hacia el final había perdido todo, menos ese instinto fatal que lo llevaba a buscar la salida más clásica y conservar cierta elegancia pese a estar medio ciego, deshecho por los golpes cruzados y la combinación de jab y aperca que lo frenaban como si continuamente chocara contra un muro. A esa altura el mismo Moore parecía un hombre piadoso, obligado a pegar porque ese es el trabajo, con un suave relámpago de respeto y consideración alumbrando sus ojos levemente bizcos, una suerte de ruego, como si le pidiera que se dejara caer para no seguir golpeándolo. [...]

viernes, marzo 12, 2010

Contemplación del frío helado (sobre Un oso polar de Pablo Natale)


Hace un par de meses, el estimadísimo Pablo Natale ha tenido la gentileza de enviarnos desde la remota Córdoba su primer libro: Un oso polar (Ediciones Recovecos, 2009). Entre las idas y venidas del verano urbano, los calores y las lluvias, leí el pequeño libro y, ahora, me dispongo a realizar un comentario sobre todo para poner sobre relieve que en las demás provincias también se escribe y, a veces, con muy buenos resultados.
Primero, bien por la edición del libro. Se sabe: a veces los paratextos son tan importantes como el texto o, al menos, contribuyen notablemente. En este caso, la tapa (una foto de un cielo grisáceo de tormenta, un monumento, un muchacho y una muchacha distanciados: él está más acá, ella, más allá), el juego con la tipografía de los títulos (una letra similar a la cursiva en la que las eles y las jotas se estiran hasta atravesar la página como una suerte de misterioso rastro) y la solapa (se destaca el primer párrafo, tal vez arbitrario, que emula la escritura que después aparecerá en los cuentos); estos tres elementos, como mínimo, ya nos muestran un jugueteo con el texto, la imagen y la letra.
Luego, los cuentos de Un oso polar son extraños pero no fantásticos. Natale trabaja desde cierto realismo: un realismo sin referencias explícitas, un realismo inquietante que por momentos roza lo arbitrario y lo absurdo de la vida cotidiana (las fotos del tío en “Un oso polar”; el personaje que escribe la historia de los pieles rojas en el patio en “Pieles rojas!”; la imagen fantasmagórica de Guillermo Kenny que vuelve una y otra vez en “Acerca del verde claro”; etc.). Lejos de cierta literatura argentina actual que aún continúa regodeándose en la transgresión o en la vida cotidiana insulsa, Natale propone una exploración de historias concentradas con personajes sutilmente excéntricos (Lautaro Hans Melzenberg y sus manos paralizadas en “Un oso polar”; el narrador obsesionado con el dibujo en “Dibujos –diario de viaje-“; las gemelas Olsen en “Frío helado sobre la osa mayor”, etc.) que realizan acciones arbitrarias, acciones que parecen, sin embargo, esconder cierta reminiscencia de sentido.
Por lo demás, en los textos de Un oso polar (tal vez haya cierta excepción en “Pieles rojas!”) predomina el componente biográfico: se despliegan vidas, se convive con recuerdos, se reconstruyen familias y relaciones personales. Natale condensa vidas en oraciones y párrafos cortos y cuando los detalles aparecen es porque las escenas aunque triviales, aunque absurdas, se recubren de cierta significación. Ahora bien, ese componente biográfico, ese interes por contar ciertas vidas o ciertos recuerdos de vida está atravesado por algunas estrategias textuales, como en la obra de Mario Bellatín pero también de Franz Kafka, que establecen una distancia de sospecha: la escritura neutral, la fragmentación y las fotos con epígrafes que se intercalan en algunos de los cuentos (fotos que si bien parecen tender hacia la verosimilitud, no hacen más que continuar ahondando la atmósfera extraña de los relatos: epígrafes que no interpretan de forma segura las imágenes, imágenes borrosas o mal tomadas, etc.). Tal vez el cuento que más se acerca a la estética kafkiana sea “Pieles rojas!” en el que un grupo de indígenas con extrañas costumbres, como salidos de una película yanqui, trastocan la vida del narrador y de su barrio.
Finalmente, Un oso polar de Pablo Natale, ambientes fríos y relaciones distanciadas entre personajes pesudo-maniáticos, nos plantea algunos interrogantes alrededor de lo absurdo y lo extraño en las relaciones personales, en los pequeños grupos humanos (la familia, el barrio, los amigos) y en la vida misma.

jueves, marzo 11, 2010

¿Mariquitas? ¿Mariconas? ¡Putos!


De los dos o tres libros que leí de Copi, La guerre des pédés (1982), me pareció el texto más alucinante, más provocativo, más atrapante: un desfile de personajes estrafalarios y desquiciados, sexualizados al mango; una sucesión precipitada de hechos imposible de recordar; un tono entre la poesía, el humor y la perversión; y travestis, sexo, amazonas, paranoia, viajes espaciales, violencia, complot y todo lo que uno pueda imaginar.
Ahora, me entero de que publican este relato por El cuenco del plata como La guerra de las mariconas. Qué feo título, es mejor que La guerra de las mariquitas (gallegada horrible en la que incurrió la editorial Eloísa Cartonera), aunque es peor que el título que la misma traductora de esta nueva edición, Margarita Martínez, había dedicado a tal obra en la revista El interpretador: La guerra de los putos. Ese último término conserva toda la violencia, la sexualidad y la desfachatez de Copi. Tal vez la traducción sea la misma en la nueva edición y en la edición online (y en txt) de El interpretador, esperemos que así sea porque era muy potente.
Copio, entonces, un párrafo de La guerra de los putos de Copi, que vaya como ejemplo:
Tuvimos una erección. Le lamí primero la pija, después los huevos, luego abismé mi hocico entre los muslos. Dios santo, ¡era un verdadero hermafrodita! Entre los huevos y el ano, tenía un sexo de mujer que no habría sospechado. Mojé en él mis bigotes y ella maulló, toda temblorosa. Nunca había penetrado a una mujer, y nunca hubiera podido imaginar la naturaleza de semejante placer; me parecía renacer, no sabía incluso si era un pez o un mamífero. Nunca había sospechado que se pudiera sentir en el pene la emoción de un navegante solitario que descubre la isla de sus sueños. El culo te aprieta la pija, hay que luchar para agrandarlo, pero una concha de mujer te envuelve, te ama, es tu madre, o al menos, la madre de tus sueños.
PD.: Insisto, si La guerra de las mariconas tiene la misma traducción que M. Martínez hizo en La guerra de los putos, bien vale la pena.

miércoles, marzo 10, 2010

La caza de elefantes

La caza de elefantes. Si la literatura no existiera esta sociedad no se molestaría en inventarla. Se inventarían las cátedras de literatura y las páginas de crítica de los periódicos y las editoriales y los cocktails literarios y las revistas de cultura y las becas de investigación, pero no la práctica arcaica, precaria, antieconómica que sostiene la estructura.
La situación actual de la literatura se sintetizaba, según Steve, en una opinión de Roman Jakobson. Cuando lo consultaron para darle un puesto de profesor en Harvard a Vladimir Nabokov, dijo: "Señores, respeto el talento literario del señor Nabokov, ¿pero a quién se le ocurre invitar a un elefante a dictar clases de zoología?".

La estúpida y siniestra concepción de Jakobson es la expresión sincera de la conciencia de gran crítico y gran lingüista y gran profesor que supone que cualquiera está más capacitado para hablar del arte de la prosa que el mayor novelista de este siglo. La autoridad de Jakobson le permite enunciar lo que todos sus colegas piensan y no se animan a decir. Se trata de una reivindicación gremial: los escritores no deben hablar de literatura para no quitarles el trabajo a los críticos y a los profesores.

Fuente: Piglia, Ricardo ([1988] 2009): "Prisión perpetua" en Prisión perpetua, Buenos Aires, Anagrama/ Página/12, p. 21.

viernes, marzo 05, 2010

Entrar en alianza: Rosa Patria, un documental sobre Néstor Perlongher


Desde ya, la semana que viene me voy a verla. Un documental sobre Perlongher no puede ser malo: "¿Cómo abrirse a todos los flujos cuando el entramado institucional del imperio nos enseña a cerrarnos, a centralizarnos en un ego despótico, a no dejarnos ir, a controlarnos?"