lunes, abril 19, 2010

El crítico literario como detective

La nota al pie número 17 de la in-cre-í-ble nouvelle de Ricardo Piglia, "Nombre falso: Homenaje a Roberto Arlt" (en la que Piglia plagia a Arlt, imitando sus obsesiones y su prosa, que, a su vez, plagia a Andreiev; en la que Piglia convierte una edición crítica de la obra de Arlt en un caso policial , en el que él es el protagonista, donde se ponen en juego el dinero pero también el capital intelectual; en la que Piglia hace que Arlt lo plaguie en su diario, reflexiona sobre Kafka y Max Brod en un juego especular con el personaje Piglia y Arlt y en la que podemos disfrutar de un cuento de Arlt apócrifo), en la nota al pie número 17, el anotador dice:
Un crítico literario es siempre, de algún modo, un detective: persigue sobre la superficie de los textos, las huellas, los rastros que permiten descifrar su enigma. A la vez, esta asimilación (en su caso un poco paranoica) de la crítica con la persecución policial, está presente con toda nitidez en Arlt. Por un lado, Arlt identifica siempre la escritura con el crimen, la estafa, la falsificación, el robo. En este esquema, el crítico aparece como el policía que puede descubrir la verdad. Escritura clandestina y culpable, escritura fuera de la ley, se entiende que Arlt haya buscado que sus libros circularan en un espacio propio, fuera de todo control legal (“De cualquier manera —escribe en el prólogo de Los lanzallamas— como primera providencia, he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático, entre el estorbo de dos llamadas telefónicas, se dedique a descubrir, para satisfacción de los señores honorables, que ‘El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realismo de pésimo gusto’,
etc., etc.,... No, no y no.” (Op. cit. III, p. 1a). Por otro lado en este asunto, como en toda buena novela policial, lo que está en juego no es la ley, sino el dinero (o, mejor: la ley del dinero). Para Arlt, los críticos actúan como administradores del arte y su función es la de regular la circulación y la venta de los libros en el mercado: ser “criticado” (descubierto) es perder lectores, esto es, no poder ganar dinero con la literatura. Una vez más, como el falsificador que fabrica billetes falsos, ser descubierto no es un problema moral (en este caso: literario) sino económico.
Por fin: cuando se dice —como Arlt— que todo crítico es un escritor fracasado ¿no se confirma de hecho un mito clásico de la novela policial?: el detective es siempre un criminal frustrado (o un criminal en potencia). No es casual que Freud haya escrito: “La distorsión de un texto se asemeja a un asesinato: lo difícil no es cometer el crimen, sino ocultar las huellas”. En más de un sentido, el crítico es también un criminal.
Si no leyeron este cuento largo, léanlo. Con justa razón a Piglia se lo ha colocado en una serie junto a Saer y a Puig...

3 comentarios:

  1. Florencia5:42 p.m.

    Fijate que es la idea que atraviesa la escritura en El último lector

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  2. Buenísima la aclaración, ya lo leeré. Saludos!

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  3. Piglia es exquisito. Cuando sea grande quiero ser como él.

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