¿Qué representan?, pregunta el historiador; ¿qué son ellos en relación con la masa de los anónimos de las fábricas o incluso de los militantes obreros?; ¿qué peso tienen los versos de sus poemas e incluso la prosa de sus “periódicos obreros” a la luz de la multiplicidad de las prácticas cotidianas, de las opresiones y de las resistencias, de los murmullos y de las luchas del taller y de la ciudad? Es una cuestión de método que quiere unir la astucia con la “ingenuidad”, identificando las exigencias estadísticas de la ciencia con los principios políticos que proclaman que las masas solas hacen la historia y encomiendan a quienes hablan en su nombre representarlas fielmente.
Pero quizás las masas ya han dado su respuesta. ¿Por qué, en 1833 y en 1840, los sastres parisinos en huelga tienen por líder a André Troncin, que reparte sus tiempos libres entre los cafés estudiantiles y la lectura de los grandes pensadores? ¿Por qué los obreros pintores, en 1848, van a demandar un plan de asociación a su extraño colega, ese cafetero Confais, quien los aturde ordinariamente con sus armonías foureristas y sus experiencias frenológicas? ¿Por qué los sombrereros en lucha han salido al encuentro de ese antiguo seminarista llamado Phillipe Monnier, cuya hermana fue a representar a la mujer libre a Egipto y cuyo cuñado murió en la búsqueda de su utopía americana? Porque seguramente aquellas personas, respecto de las que se esfuerzan habitualmente para evitar sus sermones sobre la dignidad obrera y el sacrificio evangélico, no representan lo cotidiano de sus trabajos y de sus odios.Pero es efectivamente por eso mismo, porque son otros, que ellos van a verlos el día en que tienen algo para representar frente a los burgueses (patrones, políticos o magistrados); no simplemente porque saben hablar mejor, sino porque hay que representar frente a los burgueses –más allá de los salarios, los tiempos de trabajo, las miles de heridas del asalariado– fundamentalmente esto, lo que las locas noches de esos portavoces demuestran ya: que los proletarios deben ser tratados como seres a los que se les deberían muchas vidas.
Los muchachos de Tinta limón ediciones, que ya vienen explorando y editando filosofía política atípica y contemporánea (relecturas spinozianas, pensamiento micropolítico y posthumano, reflexiones en torno a la comunidad), publican un libro que se las trae: La noche de los proletarios: archivos del sueño obrero de Jacques Rancière.
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