Si este diagnóstico [el de Paolo Prodi en El sacramento del poder], en alguna medida, es cierto esto significa que la humanidad hoy se encuentra frente a una disyunción o, al menos, a un debilitamiento del vínculo que, a través del juramento, unía al viviente con su lengua. Por un lado se halla ahora el viviente, cada vez más reducido a una realidad puramente biológica y a una vida desnuda; y por otro lado, el hablante, separado artificiosamente de él, a través de una multiplicidad de dispositivos técnico-mediáticos, en una experiencia de la palabra cada vez más vana, a la que no puede hacer frente y en la que algo como una experiencia política se vuelve cada vez más precaria. Cuando el nexo ético -y no simplemente cognitivo- que une las palabras, las cosas y las acciones humanas se quiebra, se asiste en efecto a una proliferación espectacular de palabras vanas por un lado y, por otro lado, de dispositivos legislativos que tratan obstinadamente de legislar cada aspecto de aquella vida que ya no parecen poder capturar. La edad del eclipse del juramento también es la edad de la blasfemia, en la que el nombre de Dios pierde su nexo viviente con la lengua y sólo puede ser proferido "en vano". (p. 109)
Fuente: Agamben, Giorgio (2010): El sacramento del lenguaje: arqueología del juramento, Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
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