Leo Ensayos de tolerancia de Carlos Correas, una compilación de artículos y reseñas que Colihue editó en 1999. Empiezo de atrás para adelante, para variar un poco, y me pregunto: ¿Por qué recopilar algunas reseñas de Correas? ¿Qué gracia tendrán? Leo la reseña sobre el libro El concepto de la ficción de Saer y me cae la ficha. La reseña es pura malicia crítica. Me encanta.
Reseña sobre El concepto de ficción de J. J. Saer (Carlos Correas)
El autor de El concepto de la ficción (Ariel, 1997), Juan José Saer, nació en Serodino. Conozco, por razones de matrimonio con una muchacha rosarina, esos pueblos santafesinos donde, además de anhelar que llueva y del miedo a la sequía, los sucesos notables son las invasiones de mosquitos gordos como abejorros, el embarazo de la hija soltera de quince años del juez de paz, los sospechados y cumplidos sobornos del presidente de la comuna, los adulterios, los chanchos y los chinchulines y las morcillas y los chorizos asados en los mediodías de los primeros de enero. A mí me ha bastado Buenos Aires para huir de esas módicas pesadillas; las de Juan José Saer han sido seguramente más virulentas, ya que se radicó en París.
Justo, según contratapa, tal distanciamiento y la continuada permanencia en Europa lo ayudan al autor. ¿Lo ayudan para qué? Pues para que Saer nos afirme que "el concepto de ficción" reza que "la ficción mezcla... lo empírico y lo imaginario". Como esto probablemente sería mezquino, Saer añade que la ficción es "antropología especulativa", delicada expresión que el autor mismo reconoce que es "tema arduo" y que "conviene dejarlo para otra vez". Bien hecho, en tanto "antropología especulativa" está ubicada ahí, por lo pronto, sólo para que Saer diga algo que haga oír su voz. Y, también, debemos tomar precauciones puesto que Saer a veces habla —según Saer— "metafísicamente".
En este libro hay profusión de ideas. Y los lectores, que son muchedumbre, que buscan "ideas interesantes" en los libros, incluso en las narraciones y en la poesía, no se defraudarán en este caso. Así, una idea (no desdeñada por Saer) es "el mundo es complejo"; y más compleja que ésta es la idea siguiente —facilitada por el almanaque—: "el mundo de este fin de siglo es cada día más complejo". Estas idioteces de periodistas y de políticos estragan la literatura contemporánea. (A la pregunta de Paul Valéry: ¿en qué agenda portátil anota usted sus ideas?, Einstein contesta que en ninguna y explica que en su vida sólo había tenido dos o, a lo sumo, tres ideas.)
También en ocasiones Saer, quizá bajo el influjo de Borges, intenta la prosa recitativa. Esperemos que se desaliente de esas maniobras.
Y en una secuencia acerca del "Pierre Menard"... de Borges, y respecto a ciertos críticos franceses, Saer comete el error de polemizar con estúpidos irresponsables. Y en otra secuencia Saer nos cuenta una conversación con Borges en Santa Fe, en 1968, donde y cuando Borges, como reiteración de su "idea fija" acerca de Paul Valéry, le "lanzó a quemarropa": "¿No le parece una grosería de parte de Valéry llamar 'Cabeza' (Teste) a un señor muy inteligente?". A Saer, al parecer, no se le ha ocurrido que Borges, muy posiblemente, le estuviera tomando el pelo, gestualidad no difícil tratándose de Borges. Y Borges ya venía de tomarles el pelo, entre otros, a Kipling en "Saludo a Buenos-Ayres", y a Valéry en "El dios de los toros", con una traducción "popular" de La soirée avec M. Teste, titulada en español La serata con don Cacumen.
Y en otra secuencia, estimo que la culminante, Saer nos habla de la "cultura occidental", con la que los intelectuales y los artistas mantienen "diálogos" (Gombrowicz, por ejemplo; Cortázar, por ejemplo).
En la "Casa de la Cultura" de Saer se encuentra un "Salón Literario", también de Saer, donde hay "diálogos silenciosos", y ¡vaya si lo son! pues "dialogan" muertos.
Resulta, entonces, que se "dialoga" con la cultura occidental. Borges, Sarmiento, José Hernández... "dialogan" con Faulkner, Joyce, Kafka: todos fenecidos. Y Saer, el único vivo, acatada y admiradamente, abre los oídos a semejantes diálogos. Pero Saer, como ya dijimos, está para el titeo. Aunque, cautamente, no abusaremos en ese sentido.
Este diálogo con la "cultural occidental" no podría ser sino místico, cuando no espiritista, y significa establecerse frente a un interlocutor que es una entidad susceptible de diseminarse y borronearse en indefinidos despliegues: desde las novelas de Jardiel Poncela hasta la actualización de La Algodonera en Córdoba y Santos Dumont, desde Mein Kampf hasta los condones Tulipán, desde el Código de Hammurabi y la enseñanza del "Padre de la multitud" (Abraham) hasta la pronunciación de "Francis Poulenc" por las locutoras de Radio Clásica, etc. Observemos que Borges también "dialoga", equitativamente, con la cultura oriental; y nos ahorramos los ejemplos. Tal lo que teníamos que decir de este libro de Juan José Saer.
Fuente: Correas, Carlos (1999): Ensayos de tolerancia, Buenos Aires, Colihue, pp. 99-101.
Jajaja, qué mala leche!
ResponderBorrar