Hace tiempo que ya no se experimenta con cobayos o sistemas artificiales de simulación de las funciones del cuerpo humano, sino que el mismo cuerpo y la mente humana son instrumento de investigación científica con vistas a lograr condiciones óptimas para habitar en el espacio exterior por largos períodos temporales. Tal instrumento se compra y, tal como lo supone la definición de “experimento”, las consecuencias sobre los seres humanos son imprevisibles pues, si se conocieran, el experimento no se realizaría. La fuga del cuerpo humano hacia el espacio exterior suele ser presentada bajo las banderas del progreso y la evolución, pero también –curiosamente- se suele acompañar estas banderas con la idea de un cuerpo que evolucionará hasta ser sólo información. Esta transformación del cuerpo en información, esta evolución hacia un ser posthumano, exige sacrificios, naturalmente. Quizá no haya ángel que detenga a tiempo el delirante sacrificio de Isaac; en todo caso corresponde a la deliberación, la política y la ética humana, tomar tal decisión.
El artículo "El astronauta posthumanista. Una nota sobre Peter Sloterdijk." de Juan Pablo Ringelheim sigue acá.
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