La división de la vida en vegetal y de relación, orgánica y animal, animal y humana pasa entonces, sobre todo, por el interior del viviente hombre como una frontera móvil; y sin esta íntima cesura, probablemente no sea posible la decisión misma sobre lo que es humano y lo que no lo es. Sólo es posible oponer el hombre a los otros vivientes y, al mismo tiempo, organizar la compleja -y no siempre edificante- economía de las relaciones entre los hombres y los animales, porque algo así como una vida animal ha sido separada en el interior del hombre, porque la distancia y la proximidad con el animal han sido medidas y reconocidas sobre todo en lo más íntimo y cercano.
Agamben, Giorgio (2006 [2002]): Lo abierto: el hombre y el animal, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, p. 35.
Los dos más formidables hombres-animales eran el hombre-leopardo y una criatura hecha de hiena y cerdo. Más grandes que éstos eran las tres criaturas-toro que habían remolcado el bote. Luego venían el plateado hombre peludo, que era también el predicador de la Ley, M'ling y una criatura parecida a un sátiro, con parte de mono y parte de cabra. Había tres hombres-cerdo y tres mujeres-cerdo, una criatura caballo-rinoceronte y otros seres femeninos cuyos ascendientes no pude establecer. Había varias criaturas-lobo, un toro-oso y un hombre-perro san bernardo. Ya he descripto al hombre-simio y había una particularmente odiosa (y maloliente) mujer vieja, mezcla de zorra y osa, a la cual odié desde el principio. Se decía que ella era apasionada devota de la Ley. Las criaturas más pequeñas eran ciertos cachorros moteados y mi pequeña criatura-marmota.
Wells, H. G. (2007 [1896]): La isla del Dr. Moreau, Buenos Aires, Cántaro, p. 130.
miau
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