El cargo oficial de Primer Astrónomo de Escocia correspondía a finales del siglo XIX a un profesor de la universidad de Edimburgo llamado Charles Piazzi-Smyth. Piazzi-Smyth fue el fundador de la piramidología popular con su volumen Nuestra herencia en la Gran Pirámide, publicado en 1864. Reeditado en cuatro ocasiones, este libro fue traducido a casi todas las lenguas europeas; todavía en 1923 el abate Théophile Moreux, director del observatorio de Bourges y autor de Los misterios de la Gran Pirámide, se refería a él con el mayor respeto.
Inmediatamente después de la aparición del libro, agradablemente impresionado por su éxito, Piazzi-Smyth consideró que tal vez había llegado el momento de ir a Egipto a echar una mirada al objeto de sus estudios. Descendido del camello, cinta métrica en mano, realizó inmediatamente una serie de sensacionales descubrimientos, presentados en 1867 al público en los tres minuciosos volúmenes de Vida y trabajos junto a la Gran Pirámide (sólo había permanecido allí seis meses) y un año después en el tratado Sobre la antigüedad del hombre intelectual.
Originariamente, las tres pirámides de Gizeh estaban recubiertas de un revestimiento de losas preciosas. La primera cosa que descubrió Piazzi-Smyth fue que la longitud de base de la Gran Pirámide, dividida por la longitud de una de las losas del revestimiento, daba exactamente el número de días del año, o sea 365. Se trataba probablemente de una profecía, dado que las primeras losas de revestimiento fueron descubiertas en el curso de las excavaciones realizadas después de la muerte de Piazzi-Smyth. Otro motivo de perplejidad para sus admiradores fue el consiguiente descubrimiento de que las losas eran de longitud variable.
Nuestra herencia en la Gran Pirámide tuvo millones de lectores y generó decenas de otros libros, obviamente sobre el mismo tema. Su principal divulgador en Francia fue el abate F. Moigno, canónigo de San Dionisio en París. En 1879 fue creado en Boston un Instituto Internacional para la Conservación y el Perfeccionamiento de los Pesos y de las Medidas: el Instituto pretendía modificar el sistema mundial de pesos y de medidas para adecuarlo nuevamente a los parámetros sagrados de la Gran Pirámide; lo que implicaba la abolición del sistema métrico decimal francés, acusado de ateísmo. Entre los sostenedores del Instituto en cuestión se contaba el entonces Presidente de los Estados Unidos. En 1880 se sumó la revista "El standard internacional", destinada también a propiciar el retorno a las medidas egipcias, la más importante de las cuales —porque de ella derivan casi todas las demás— era el codo piramidal.
El director de "El standard internacional" era un ingeniero que escribió: «Proclamamos nuestro eterno e incesante antagonismo a esa inmensa y tremenda desgracia, el Sistema Métrico Decimal Francés.» En la misma revista apareció por vez primera el himno de los piramidólogos, que acababa con las palabras: «¡Muera, muera cualquier sistema métrico!»
En Inglaterra, El milagro de piedra (o sea, la Gran Pirámide) de Joseph Seiss alcanzó catorce reediciones consecutivas. En 1905, el coronel J. Garnier publicó un libro para anunciar que de las investigaciones realizadas personalmente por él, en el interior de las Pirámides, se desprendía que Jesucristo retornaría a la tierra en 1920. Walter Bynn, en 1926, hizo una predicción semejante, pero para 1932; frustrada la ilustre cita, Bynn efectuó una nueva profecía para 1933, aplazando todavía algunos años el retorno de Jesús.
Uno de los lectores más convencidos del libro de Piazzi-Smyth sobre los misterios de la Gran Pirámide fue el predicador Charles Taze Russell, de Allegheny, Pennsylvania, fundador de la secta de los Testigos de Jehová. Taze Russell compuso una serie de profecías bíblicas, basadas en parte en los descubrimientos piramidológicos de Piazzi-Smyth. Según el pastor Russell, tanto la Biblia como la Pirámide de Keops coincidían en revelar que la Segunda Llegada de Cristo ya se había producido, en secreto, en 1874. Esta silenciosa Llegada marcaba el comienzo de un período de cuarenta años, llamados de recolección, durante el cual los Testigos de Jehová permanecían confiados a los cuidados y a la guía del pastor Russell. Como episodio final de la recolección estaba previsto el Gran Juicio Final, en 1914. Los muertos retornarían a la vida, y en aquel momento se les concedería una segunda posibilidad de elección: aceptar o no a Jesucristo. Los que no lo aceptaran serían eliminados; y así el Mal desaparecería del mundo. En cambio, los Testigos lo aceptaban y se convertían en eternos.
Dos hermanos ingleses, John y Morton Edgar, se sintieron tan impresionados por esa profecía que fueron inmediatamente a Egipto para medir de nuevo la Pirámide. Sus observaciones confirmaron ampliamente la predicción del pastor Russell, como puede leerse en los dos gruesos volúmenes publicados por los Edgar entre 1910 y 1913, Los pasillos y las cámaras de la Gran Pirámide. En 1914 sucedió, sin embargo, que la mayor parte de los muertos se abstuvo de volver a la vida, y la secta de los Testigos perdió millares de adeptos. El pasaje del libro de Russell, que en la edición de 1910 decía: «...Los santos serán salvados antes de 1914» fue modificado, de modo que en la reedición de 1924 se lee: «...Los santos serán salvados no mucho después de 1914.» Mientras tanto Russell había sido sustituido: el nuevo jefe de la secta, para resolver de algún modo el problema, decidió que Jesucristo había venido realmente a la tierra en 1914, pero que no había querido hablar con nadie. A partir de aquella fecha, llamada la Llegada Secreta, había recomenzado el Reino del Bien; sólo que de momento se trataba de un reino invisible.
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