Desnudez (2011, Adriana Hidalgo), el último libro de Giorgio Agamben publicado en Argentina, es una exploración de un concepto: la inoperancia (esa vía de desactivación, la actividad que queda después del fin de la historia, íntimamente ligada con la potencia negativa). Si Agamben nos venía prometiendo, ya desde el prólogo de Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida (1998), que llegarían los textos en los que explorase las formas-de-vida y los modos de la política que viene, en los que dejara atrás el estado de exclusión, Desnudez parece ser uno de los pasos en dicha promesa (algunos otros, esperamos, estén dados en Altissima povertà). En unos días escribiré más largo y tendido sobre el auspicioso libro de Agamben; ahora, copio uno de esos momentos brillantes (con esa luz oscura que nos lanza lo contemporáneo) a los que el italiano nos tiene acostumbrados:
Una vez más -esta es la gran intuición estratégica de Kafka, la nueva cábala que él prepara- la lucha no se lleva a cabo contra Dios o la soberanía suprema (el conde Westwest, que nunca está realmente en juego en la novela), sino contra los ángeles, los mensajeros y los funcionarios que parecen representarlos. Una lista de las personalidades del castillo con las que K. de algún modo tiene que ver es, en este sentido, instructiva: además de varias "muchachas del castillo", un ayudante de portería, un mensajero, un secretario, un jefe de sección (con el que nunca tiene una relación directa, pero cuyo nombre, Klamm, parece evocar los puntos extremos -KM- del kardo). No se trata, pues, sin intención de contrariar a los intérpretes teológicos -tanto judíos como cristianos-, de un conflicto con lo divino, sino de un cuerpo a cuerpo con las mentiras de los hombres (o de los ángeles) sobre lo divino (principalmente aquellas corrientes del entorno de los intelectuales judío-occidentales al que Kafka pertenece). Lo que el agrimensor quiere poner en cuestión son sus fronteras, las separaciones y las barreras que estas han establecido entre los hombres, y entre los hombres y lo divino.Tanto más errada parece, entonces, la interpretación por la cual K. querría ser aceptado en el castillo y establecerse en el pueblo. El pueblo, en sí mismo, a K. no le interesa en absoluto. Y menos aún el castillo. Lo que le interesa al agrimensor es el límite que los divide y une, y que él quiere abolir o, más bien, volver inoperoso. Ya que nadie parece saber por dónde pasa materialmente este límite, quizás en realidad no existe; sin embargo pasa, como una puerta invisible, dentro de cada hombre.Kardo no es sólo un término de la agrimensura: también significa la bisagra de la puerta. "Bisagra —según una etimología de Isidoro de Sevilla- es el lugar en el que la puerta [ostium] gira y se mueve, y se llama así a raíz del término griego para el corazón [apò tês kardías], porque así como el corazón del hombre gobierna cada cosa, la bisagra sujeta y mueve la puerta. De aquí el proverbio: in cardi-nem esse, 'encontrarse en el punto decisivo'." "La puerta [ostium] -continúa Isidoro, con una definición que Kafka habría podido suscribir sin reservas- es aquello gracias a lo cual alguien nos impide entrar", y los ostiarii, los porteros, "son aquellos que en el Antiguo Testamento les impiden a los impuros la entrada al Templo". La bisagra, el punto decisivo, es aquel en que la puerta, que obstruye el acceso, es neutralizada. Y si Bucéfalo es el "nuevo abogado", que estudia la ley sólo a condición de que ya no se aplique más, K. es el "nuevo agrimensor", que vuelve inoperosos los límites y las fronteras que separan (y a la vez mantienen unidos) lo alto y lo bajo, el castillo y el pueblo, el templo y la casa, lo divino y lo humano. Qué serían lo alto y lo bajo, lo divino y lo humano, lo puro y lo impuro una vez que la entrada (es decir, el sistema de las leyes, escritas y no escritas, que regulan sus relaciones) haya sido neutralizada, qué sería finalmente de aquel "mundo de la verdad" al que le dedica sus investigaciones el protagonista canino del relato que Kafka escribe cuando interrumpe definitivamente la redacción de la novela: esto es lo que el agrimensor apenas podrá entrever.
Agamben, Giorgio (2011): "K." en Desnudez, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, pp. 52-54.
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