miércoles, diciembre 14, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XXIII)

BENEDICT LUST

El inventor de la terapia de zona fue el doctor William H. Fitzgerald, durante muchos años primer cirujano otorrinolaringólogo del hospital de San Francisco de Hartford, Connecticut. Según Fitzgerald, el cuerpo humano se divide en diez zonas, cinco a la derecha y cinco a la izquierda, directamente relacionada cada una de ellas con un dedo de la mano y el correpondiente dedo del pie. Estas conexiones son demasiado sutiles para poder ser observadas al microscopio.
En 1917, Fitzgerald y un discípulo suyo, llamado Bowers, editan su tratado fundamental, titulado Terapia de zona. Los autores afirman que siempre es posible hacer desaparecer un dolor del cuerpo, y en muchos casos la propia enfermedad, limitándose a apretar un dedo de la mano o del pie, o bien alguna otra región periférica conectada con la parte enferma. Esta presión se puede efectuar de varios modos; habitualmente conviene atar el dedo con una cinta de goma que lo mantiene comprimido hasta que se pone azul, o bien se pueden utilizar las pinzas de tender la ropa. En determinados casos especiales, basta con apretar la piel con los dientes de un peine metálico.
La teoría de Fitzgerald fue desarrollada en un manual también obstinadamente titulado Terapia de zona, obra de Benedict Lust, apreciado médico naturista. El texto de Lust, útil suplemento del homónimo de Fitzgerald, explica minuciosamente qué dedo conviene apretar para combatir la mayoría de las enfermedades que afligen al hombre, sin excluir el cáncer, la poliomelitis y la apendicitis. Para curar las paperas hay que apretar el índice y el dedo medio; pero si las paperas son fuertes, hasta el punto de alcanzar la cuarta zona, será conveniente que el médico apriete también el anular. En casos de trastornos oculares, o enfermedades del ojo en general, deben apretarse el índice y el dedo medio; la sordera se cura, en cambio, pellizcando el anular, o mejor aún el tercer dedo del pie. Un método eficaz para combatir la sordera parcial consiste en llevar una pinza de tender ropa permanentemente colocada en la punta del dedo medio: el de la mano derecha para el oído derecho, el de la izquierda para el oído izquierdo.
Las náuseas se eliminan presionando el dorso de la mano con un peine metálico; hasta el parto puede ser indoloro si la parturienta se agarra con fuerza a dos peines y los aprieta de manera que sus púas presionen la punta de todos los dedos simultáneamente. La futura madre apenas sentirá dolor si toma, además, la precaución de atarse fuerte, con una cintita de goma, el pulgar y el segundo dedo del pie. Con el mismo método el dentista puede prescindir de la anestesia: bastará aplicar al paciente una estrecha gomita en torno al dedo de la mano, anatómicamente conectado con el diente a extraer.
La caída del pelo se puede combatir con un sistema que Lust califica de extremadamente sencilla: frotándose rápidamente las uñas de la mano derecha contra las de la mano izquierda, durante breves períodos de tres o cuatro minutos. La operación debe repetirse varias veces al día, con el fin de favorecer la circulación de la sangre y devolver su vigor al cuero cabelludo.

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