13 de mayo de 1938. La inversión benigna. Ésta consiste en restablecer el sentido de los valores que la inversión maligna ha dado vuelta precedentemente. Satán, amo del mundo, ayudado por sus cohortes de gobernantes, magistrados, prelados, generales y policías, presenta un espejo ante la faz de Dios. Y con esta operación, la derecha pasa a ser izquierda, la izquierda pasa a ser derecha, al bien se le llama mal y al mal se le llama bien. Su predominio en las ciudades se manifiesta, entre otros signos, en las innumerables avenidas, calles y plazas dedicadas a militares de carrera, es decir a asesinos profesionales, muertos todos, por supuesto, en la cama, porque no hay nada satánico sin un toque grotesco que es como la rúbrica del Príncipe de las tinieblas. Hasta el asqueroso nombre de Bugeaud, uno de los más abominables carniceros del siglo pasado, deshonra las calles de varias ciudades de Francia. La guerra, mal absoluto, es fatalmente objeto de un culto satánico. Es la misa negra celebrada a la luz del día por Mammón, y los ídolos salpicados de sangre, ante los cuales se obliga a arrodillarse a las multitudes engañadas, se llaman: Patria, Sacrificio, Heroísmo, Honor. El sitio más relevante de ese culto es el Hotel de los Inválidos, que yergue su gran pompa de jabón clorada, hinchada por las emanaciones de la Carroña imperial y de algunos asesinos secundarios que allí se pudren. Hasta la estúpida masacre del 14-18 tiene sus ritos, su humeante altar bajo el Arco de Triunfo, sus turiferarios, como tuvo sus poetas, Maurice Barres y Charles Péguy que pusieron todo su talento e influencia al servicio de la histeria colectiva de 1914, y que merecen ser elevados a la dignidad de Grandes descuartizadores de la juventud, con muchos otros, por supuesto.
Ese culto del mal, del sufrimiento y de la muerte, va acompañado lógicamente por el odio implacable hacia la vida. El amor, preconizado in abstracto, es perseguido encarnizadamente en cuanto reviste una forma concreta, toma cuerpo y se llama sexualidad, erotismo. Esta fuente de alegría y de creación, este bien supremo, esta razón de ser de todo lo que respira, es perseguido con diabólico ardor por toda la chusma sensata, laica y eclesiástica.
P.D. Una de las inversiones malignas más clásicas y asesinas ha dado origen a la idea de pureza.
La pureza es la inversión maligna de la inocencia. La inocencia es amor al ser, sonriente aceptación de los alimentos celestiales y terrenales, ignorancia de la infernal alternativa entre pureza e impureza. De esta santidad espontánea y como de nacimiento, Satán ha hecho un remedo que se le parece pero que es todo lo contrario: la pureza. La pureza es horror a la vida, odio al hombre, pasión mórbida por la nada. Un cuerpo químicamente puro lo es después de haber sufrido un bárbaro tratamiento para llegar a ese estado absolutamente antinatural. El hombre dominado por el demonio de la pureza siembra la ruina y la muerte a su alrededor. Purificación religiosa, depuración política, salvaguardia de la pureza de la raza, muchas son las variaciones sobre este tema atroz, pero todas monótonamente desembocan en innumerables delitos cuyo instrumento privilegiado es el fuego, símbolo de la pureza y del infierno. (pp.102-104)
Tournier, Michel (1979[1970]):
El rey de los Alisos, Buenos Aires, Sudamericana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario