martes, mayo 15, 2012

Nal

El trasero se llama culo; trasero es más bien literario. Pero culo designa también en el campo la zona sexual de la mujer, y el verbo culear al coito normal. El juego de cartas llamado en Alemania Negro Pedro [juego del tizne, juego de Florentini; N. del T.] se llama aquí culo sucio. En Catamarca y seguramente también en otras provincias norteñas, el resto de vino en el vaso se llama culito, de aquí la expresión corte el culito, ¡bébaselo todo! Culón, culona son individuos con traseros voluminosos. Limpiarse el culo con... es una forma de expresión que indica desdén. 
Otras palabras para designar el trasero son: bombo, culata, mortero, popa, tablero, traste, panaro y panarino, es probable que sean especialmente lunfardos. [Efectivamente son voces lunfardas con excepción de traste, antiguo vocablo español de mediados del siglo XV, pero que en la acepción de 'nalgas' es americanismo, y figuran todas ellas en Villamayor, El lenguaje del bajo fondo, pp. 101, 105, 110 y 119; N. del C.]. 
Las asentaderas como tales se llaman nalgas, de aquí, nalgudo, con trasero robusto. 
El trasero y especialmente el ano se llama vulgarmente de manera familiar el siete, de modo que tenemos aquí un nuevo aporte a la popularidad del siete (compárese la gran siete en lugar de la gran puta, una imprecación muy frecuente). Muy seguido se escucha es una gran siete (es una gran puta). La palabra siete es tan ominosamente popular, que se la evita. A una fábrica de cigarrillos le ha sucedido algo original. El 7 de abril de 1912 tuvo lugar en Buenos Aires, por primera vez, la elección de los diputados nacionales de acuerdo con un sistema creado por el presidente de entonces, Sáenz Peña, por el cual todo ciudadano está obligado a emitir su voto. En conmemoración de ese día, políticamente importante, a comienzos de 1914 una fábrica de tabaco llevó al comercio una marca de cigarrillos, la cual se llamaba sencillamente "7", y mostraba esta cifra blanca en un disco rojo sobre el envase. No había pasado mucho tiempo, cuando apareció bajo la cifra el agregado "de abril 1912", ¡para que se supiera que el "7" se refería a la fecha histórica y no al trasero! Ocasionalmente siete, en el sentido de ano, también se encuentra en la literatura popular, así por ejemplo, se dice en Vaillant (El gaucho Juan Acero, p. 20, Montevideo, escrito en 1885) de los soldados que son maltratados en el servicio militar: "hay cristiano, se lo juro, que hasta el... siete lleva afuera." En Buenos Aires el conocido cómico Parravicini compuso un monólogo, que también fue impreso (1916) y que expone una especie de panorama general acerca del siete en los diferentes pueblos, pero que está entremezclado de continuo con pensamientos de doble sentido sobre la significación del siete (¡cómo trasero!) y de sucesos políticos. Un chiste malicioso, que alude al doble sentido de siete como cifra y como trasero, es el siguiente: ¡Hay que afeitarse el siete —pausa prolongada— para farrear el ocho! O bien, más categóricamente: ¡Aféitese el siete, pues mañana es domingo ocho! (de cualquier mes, pues en domingo las barberías están cerradas todo el día). Para la manera de expresarse hijo de siete leches, véase nota 8. 
De manera original las arrugas del ano provocan la atención del pueblo. [En lunfardo escarapela, símil con la 'divisa compuesta de cintas cosidas y fruncidas alrededor de un punto'; de los pederastas pasivos se dice que tienen la escarapela borrada; N. del C.]. De tal modo, en un voluminoso libro de Ricardo Hernández {Leyendas del Uruguay, página 256, Montevideo, 1918) se le pregunta a alguien: ¿cuántos repliegues tiene cierta parte del cuerpo humano que no es decente nombrar? En estas circunstancias puedo dar la respuesta: cincuenta y tres. Tal me lo aseguró una criolla algo entrada en años, como creencia usual popular. Por qué se trae a colación precisamente la cifra cincuenta y tres es absolutamente enigmático. ¿Será que intervienen aquí imágenes medievales relativas al tratamiento de la hemorroides? 
Un término muy ordinario para el ano es ojete, derivado de ojo. También se escucha ocasionalmente, en giro festivo, la forma ojo ciego. En las provincias del Oeste se usa mucho boquera (compárese boquera en los diccionarios). En el Norte, por influencia kitshua, upite. [Véase además en la división Cuentos comentario Nº 2]. En el lunfardo de Buenos Aires están en boga varias palabras: aro, buraco, caño de la verdura, hortelano, orto (seguramente abreviación del anterior), ortopédico (expresión jocosa de hortelano) [?], olele (de oler), ribete, rosca, de aquí rosquete (muy frecuente entregar el rosquete, morir), upingo (seguramente modificación de upite, véase comentario N° 2 de la división Cuentos), yerete (y = g francesa). [Todas estas voces mencionadas para designar al ano, con excepción de ribete, se encuentran en Villamayor, El lenguaje del bajo fondo, pp. 37, 44, 88, 103, 115, 116, 123, 124 y 125; N. del C.]. 
Los llamados lameculos (adulones) son denominados aquí oledores. [También como variantes olfativo y su derivación inusitada olfaturista, generalizadas popularmente a través del apócope olfa 'servil, rastrero'; N. del C.]. 
Lehman-Nitsche, Robert (1981 [1923]): Textos eróticos del Río de la Plata, Buenos Aires, Librería Clásica, pp. 286-289. 

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