En noviembre de 2005, un numeroso grupo de periodistas internacionales informaron que la fuerza aérea israelí estaba usando bombas sónicas, bajo la cobertura de la noche, con el nombre de "bombas de sonido” en la Franja de Gaza. Llamamos 'bomba sónica' al efecto de baja frecuencia y alto volumen provocado por aviones que vuelan a poca altura y más rápido que la velocidad del sonido. Sus víctimas las compararon con el muro de aire a presión que genera una explosión masiva. Los informes sobre sus efectos incluyen ventanas rotas, dolor de oído, sangrado de narices, ataques de ansiedad, insomnio, hipertensión y algo usualmente calificado como “sacudida interna”. A pesar de las protestas por parte de palestinos e israelíes, el gobierno alegó que las bombas de sonido eran “preferibles a las reales”. ¿Cuál es el objetivo de estos ataques a poblaciones civiles? ¿Y qué nuevos modos de ejercicio del poder ejemplifican estos -no tan- nuevos métodos? Como sucedió tanto con la adopción por parte del ejercito estadounidense de las tácticas de “sorpresa y conmoción” en los ataques preventivos de Iraq como con las bocinas de los apoyos a proximidad durante la blitzkrieg de la Segunda Guerra Mundial, el objetivo ha sido debilitar la moral de la población civil creando un clima de miedo a través de una amenaza que era preferiblemente no-letal, pero, muy posiblemente, igual de perturbadora que un ataque verdadero. El miedo puramente inducido por efectos de sonido, o, por llamarlo de otro modo, aquel que se sitúa en el espacio de indecibilidad entre un ataque sónico o uno “verdadero”, es lo que llamamos un miedo virtualizado. El miedo que en este caso se vuelve totalmente ajeno de la necesidad por ser “controlado”. Y, por supuesto, ese miedo inducido sónicamente no por ello es menos real. En él, se activa exactamente el mismo mecanismo de defensa ante un posible futuro no deseado, quizás aún mas poderoso por su presencia espectral. Aún es más, estas innovaciones armamentísticas no tienen porque provocar la desmovilización enemiga, prevenir un futuro indeseable, sino que más bien tienden a provocar, a incrementar la sed de conflicto, a precipitar el futuro.
Guerra Sónica: sonido, afectos y ecología del miedo rastrea las resonancias provocadas por estas innovaciones, al igual que también investiga su impacto en la forma en que siente la población. Y no nos referimos solo a sus emociones personales, subjetivas e individualizadas, sino más bien a sus sentimientos colectivos o, más exactamente, a eso que llamamos 'afectos'. Específicamente, prestaremos más interés por los entornos, o ecologías, en los que el sonido contribuye con una atmósfera o ambiente inmersivo de miedo y amenaza –cuando decimos que el sonido ayuda a crear una mala vibración. A esta dimensión del encuentro se le llamará 'tonalidad afectiva', un termino que tiene una obvia, pero poco explorada, relación con como el sonido modula el ánimo. Mientras que en los ejemplos anteriores las armas sónicas no producían más que ansiedad, las vibraciones intensas no amenazan solo a las disposiciones emocionales traumadas o a la fisiología de la población, sino que también afectan a la misma estructura de nuestras construcciones y muros.
En 2012, Rosendo González Núñez brindó un anticipo de la introducción al español de
Sonic Warfare, de Steve Goodman. La traducción puede leerse
acá; el libro original en inglés,
acá. Visiten
La Ciudad Technicolor, un blog exquisitamente deleuzeano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario