"Pero una cosa es cierta: [...] el argentino no debiera desoír el llamado de la Patria Grande", tararea ya al final de su primera página Víctor Massuh. Y ya asimismo consabemos que Massuh oye estos llamados (¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Desde cuándo? y ¿Por qué se metaforiza de este modo a sí misma la Patria Grande?), y que yo, al menos, no los oigo, por más que me haga -y me hago a veces, como experimento- el deber de oírlos. Pero sí estoy resuelto a desoír cualesquiera llamados, directos o indirectos, del llamado Víctor Massuh. Sabemos, además, que Massuh es un incompetente libelista y que su estilo es belicoso pero mortecino. Su intemperancia es también ya familiar. Sin embargo, nos habla de "el argentino" y será acaso interesante que cotejemos a este sujeto con "un argentino".Tomemos un argentino medio, cuadragenario o quincuagenario. Vive en Buenos Aires. Está casado con una mujer ya enmascarada y repetitiva. Infidelidades confesadas o descubiertas de cada parte con personas más jóvenes o con antiguos amigos o amigas amenizan, con celos enojados inclusive, y dan una memoria compun a esta relación conyugal. Tiene dos o tres hijos púberes o adolescentes o jóvenes; esto es, tiene una familia, lo cual es tanto una carga rapaz y útil para matar el tiempo como una justificación pública ante el mundo. Hace negocios sin delinquir más allá de lo permitido por el uso y la costumbre: de este modo se procura y procura a su familia el bienestar debido. Concedámosle una inclinación artística que pueda alcanzar hasta la posesión (y la apreciación) de un volumen de las Selected Photos del inglés David Hamilton. Tiene gustos políticos, que pueden ser por cualquier partido, movimiento o dirigente, excepto los "extremos", que son más irreconocidos que ignorados. Es propietario de una quinta con mirador, pileta de natación, bomba de agua, casilla para el perro y baño provisto de jaboncitos en forma y color de frutilla, digamos en Del Viso; y los domingos y feriados en general hace asados, con carne que le escogen y le reservan en un comercio de la ruta 8. Esos mismos días vuelve con su familia en su auto, por la ruta Panamericana, abarrotada, todos cumplidamente demolidos, observando a y observado por los otros autos y los otros automovilistas con sus familias no menos ni más agotadas. El lector me dirá que este argentino medio no es sólo insípido, sino puramente espantoso. Estoy de acuerdo y nada más alejado de mí que proponerlo como héroe o siquiera como simple personaje de cualquier tema oral, escrito o visual. Pero si lo he tratado es para que el lector vea en él la imposibilidad de que oiga o deba oír o no deba desoír "el llamado de la Patria Grande". Y como este un argentino es muchos argentinos, esos muchos o bien son sordos a ese llamado, o bien la Patria Grande no llama, o no hay siquiera Patria Grande, ni como "utopía actuante", no como realidad inerte.
Correas, Carlos (2011 [1980]): La manía argentina, Buenos Aires, UNC-UNGS, pp. 113-114.
muchas gracias don kanìbal! un gusto lo que ha publicado y de paso lo he usado, con su autorización espero...
ResponderBorrarhttps://www.facebook.com/pages/Lo-que-resta-del-d%C3%ADa/174995835883371
ResponderBorrarSon solo mis subrayados, amigo! Están para ser usados, leídos y discutidos! Abrazo!
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