Entonces llegamos a un lugar donde la gente tenía dos bocas, una en la cara y otra en el vientre. Se sentaban en la mesa y cuando traían los manjares, sacaban de vez en cuando un trozo y se lo llevaban a la barriga.
Esta feliz disposición les permitía hablar y sonreír con toda cortesía mientras los vientres absorbían.
Esa gente decía que esto era una ventaja, pues palabras y sonrisas no se mezclaban tropezando entre grasas y sopas. Sus bocas chiquitas y de lujo estaban hechas para una función superior, pero no decían nada espiritual, quizá porque todo debe ser mezclado y con algo de salvaje hasta la verdadera elegancia.
Yo pregunté si lo que comía allí en la barriga era otra cabeza.
—No puede haber dos cabezas en un cuerpo, contestó un médico. Es una boca contra natura que hacemos a la gente elegante. también hacemos ano contra natura, para jóvenes sanos de buena sociedad.
—¿Cómo puede ser? ¡Es monstruoso!
—Para que usen el otro en funciones "estéticas".
Dabove, Santiago (1976): La muerte y su traje, Buenos Aires, Calicanto, p. 165.
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