domingo, febrero 23, 2014

Lovecraft, entre la Obra y el Mito

De hecho, ¿es posible establecer, con tanta claridad, los límites de la Obra de Lovecraft si no es al precio de una más o menos arbitraria decisión filológica sólo fundada en un criterio moderno de autenticidad que, por lo demás, le era ajeno al propio Lovecraft? ¿Qué decir, en efecto, de los textos que, de un modo u otro, continúan, glosan o parodian la obra de Lovecraft? A partir de los fragmentos dejados por el escritor de Providence, su discípulo Derleth ha podido construir relatos enteros. Otros han continuado el desarrollo de los temas y los personajes propios de sus escritos, de lo que se ha dado en llamar su mitología. Otros más han dado a la imprenta toda una literatura apócrifa. ¿Qué hacer con toda esa masa textual? La filología lovecraftiana, en su aplastante mayoría, ha sido modernamente clásica y, por lo tanto, esencialmente antilovecraftiana: ha buscado eliminar el criterio de escritura y transmisibilidad propias de la mitología lovecraftiana y de su metodología misma de puesta por escrito para avanzar sobre la idea de "autenticidad autoral".
El fandom de Lovecraft ha sido mucho más sabio y mucho más históricamente fiel al gesto del maestro: ha tomado toda la masa escrita en bloque como un solo conjunto: la Obra y su glosa, los Scripta y sus apócrifos, conscientes de que el mayor logro y la mayor insolencia de Lovecraft contra el moderno sistema de la literatura había sido el crear una mitología que destituyera por completo el sentido de la función autor. Lovecraft era un Lover de lo crafty, un insidioso habitante de la oscura Providence cuyo fin último no era producir una Obra (él mismo era consciente de su fracaso en este sentido; por lo tanto el "éxito" póstumo no es el suyo sino el de quienes construyeron la Obra). Al contrario, el intento desquiciado y por ello mismo genial de Lovecraft fue reavivar el Mito en pleno siglo XX. Entiéndase bien, la prestación específica de Lovecraft fue, entonces, no tanto la constitución de una mitología particular (por lo demás aleatoria) sino más bien, y fundamentalmente, el provocar que, de una vez, despertasen, en plena era tecnológica, las fuerzas avasallantes encerradas en aquello que llamamos mitología y que definen las posibilidades y los límites del Homo sapiens.
Ludueña Romandini, Fabián (2013): h. p. lovecraft. la disyunción en el ser, Buenos Aires, hecho atómico ediciones, pp. 16-17.

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