El paradigma de seguridad implica que cada disenso, cada intento más o menos violento de derrocar el orden, se vuelve una nueva oportunidad para gobernarlos, y por lo tanto le es redituable. Esto es evidente en la dialéctica que une estrechamente terrorismo con Estado en un interminable círculo vicioso. Comenzando con la Revolución Francesa, la tradición política de la modernidad ha concebido los cambios radicales en la forma de un proceso revolucionario que actúa como pouvoir constituant (poder constituido), el "poder constituyente" de un nuevo orden institucional. Creo que debemos abandonar este paradigma e intentar pensar algo así como un puissance destituante, un "poder puramente destituyente" que no puede ser capturado en la espiral de la seguridad.
En el blog Lobo suelto, se puede leer esta ponencia de Agamben, "Por una teoría del poder destituyente". La tradujeron Gerardo Muñoz y Pablo Domínguez Galbraith. El texto es interesante, un mash-up de hipótesis tomadas de Desnudez y de Estado de excepción. ¿Desde dónde pensar la política que viene?
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