sábado, abril 12, 2014

Mapas efímeros: Amante de la esencia (I)

La escritura poemática de Néstor Sánchez traza sus propias obsesiones a lo largo de sus novelas, cuentos y ensayos. En este punto, las obsesiones de su escritura fueron su vida y como lo proponía en "Apuntes en favor de un género algo inexistente": "todo acto dirigido a la creación es en sí mismo un acto de vida que se modifica junto con él y viceversa" y "empieza a vislumbrarse que todo intento es una especie de apunte imperfecto que antes que nada permite vivir y hacer vivir más plenamente, que permite replantear en forma constante todo criterio ético y modificar día a día (o a lo sumo cada semana) lo que se pensaba o intuía respecto de uno mismo y de los otros" (en Ojo de rapiña).
Justamente, para perseguir esos alientos de vida en la escritura de Sánchez, desde La Comarca Libros, Claudio Sánchez nos propone una serie de mapas efímeros, intentos de cartografiar ciertos temas, ciertas obsesiones: el jazz, el turf, el tango, el humor, el ritual de la escritura, etcétera. Léanse como modos de ingreso al lenguaje de Sánchez, a esa escritura que sigue desvelándonos. Va, entonces, la primera entrega del mapa efímero del jazz: Amante de la esencia. La referencia a la obra aparecerá señalada por la tapa que cierra el fragmento. 

Amante de la esencia (I)

…no rescato nunca hechos significativos, no creo que sea tan difícil, eso sí hay muebles que todavía no quiero, libros sin leer, un disco de Charlie Parker que se enloquecería con la jeringa cuando yo aprendía a fumar en las esquinas donde no pude dar nunca nada ni me dieron…


Nos tendría a los tres en cero, sin bananas, más bien a que fueras allá arriba para escuchar cuarenta y ocho horas seguidas la brutalidad verdaderamente triste del jazz. Pero haría falta ser espigado negro, enganchar con el furor de Santos: digamos irritan como irritabas contra el piano del chalet marítimo antes y después del fracaso de la martingala; es cierto lo hacen en el país más falopante del mundo y creo que por eso hacia la noche (la primera) empecé a repetirte en pedo la palabra lección aunque más no fuera o fuese para barrerlos con aire pulmonar, soplador de la maravilla hoy aquí y nada más que aquí sin comprender nada, con el agua hasta las orejas diciéndotelo todo en el humo, viene una ola y llorando con vos en el humo, pobre cito vos. Me parece que te explicaba esa shomería, se me iban sin saber por la boca y al principio no quisiste entenderme o sospechabas en cronómetro oculto o me sentías vendido al enemigo que irrita en esa forma, en un país que pasa a toda hora la berreta pero casi no hay enemigo, otra manera de decir que hay maneras de poder no morirse de emputecida tristeza y vivir para siempre a favor de una muerte que suene a Thelonius…
Maniobras de sport que en lo general no se registran por la manta en la niebla y el aprendiz provinciano: adelantó en el training, dejó de negarse a la ración, ya se lo verá en el cambio de categoría con el Wurlitzer que hizo descender despacio por los fajados con boina desde el camión para mudanzas, llevarlo despacio y la escalerita hasta los tres ambientes bastante alejados de la estación Moreno, quince días de piano sin noción elemental y salida breve a procurarse víveres, alcohol y tabaco negro por medios que tampoco interesan en homenaje al interés de la mayoría. No se necesita tocar siempre una sola nota en un solo instante y por eso vale la influencia Bud Powell en Isla, vale lo que se dijo de romper con lo demasiado visible y Charlie Chan y siete o veinte horas cotidianas improvisando…
Toca aquí el piano de su incuestionable propiedad, toca sin saber lo que hace, se escapa, detiene después de un codo en fa, pone la funda (pasa la mano a lo largo de la funda), agarra el bufoso y sale, trae plata, trae una mujer cada tanto hasta que alguna muy en banda va a quedarse por un largo tiempo con el pianista de los bajos de Villa Urquiza, levanta cada día la tapa, dobla la felpa, próximo a media tarde pueden escucharse los primeros golpes pero en el medio acepta que necesita vincularse y compra o roba entre otras bagatelas un Winco, compra o roba una púa con punta de diamante, semanas en los compartimientos privados de una grabadora y lleva a Moreno lejos de la estación los discos que escucha sin vecindario… durante meses se hace la comida con sus propias manos, realiza contactos y logra secuestrar en la esquina de Cerrito y Viamonte a un pianista de fama mundial obsecuente de Mozart, lo apura, lo echa, llega otro verano y siembra semillas de radicheta desnudo al sol en los fondos de Moreno para recapacitar y ubicarse, se balea con la policía de San Francisco porque había decidido traerse desde el sótano de Ferlinghetti al negro soplador en la sobrecubierta del disco, lo desamordaza, le consigue la droga, le ceba mate en Moreno a punto de convencerlo por señas y vienen dos negras yanquis y logra un orgasmo cabal. Les hace escuchar a Julio de Caro del treinta, a Juan Mario Pacho, a Fiorentino, compone Siberia blues pero a los pocos meses lo considera conformista, saca a patadas al negro, improvisa sobre licantropía y semillón con bananas, ama (o cree amar) a la negra que sin embargo lo abandona por un corredor de bombeadores Siam que llega imprevistamente a la hora en que él duerme y no debe ser despertado por ninguna causa, se va recobrando con lentitud en los tres ambientes de Moreno…


(continuará...)

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