En 1984, Carlos Correas publicaba su novela Los reportajes de Félix Chaneton por la editorial Celtia. Hacia 2000, conseguirla era casi una tarea utópica. Una novela poco leída e inhallable. Encontré un ejemplar usado, de casualidad, y pude tener una experiencia de lectura extraordinaria, como las que suele proponer Correas en su narrativa y ensayística (si es posible distinguir entre ambas).
Por suerte, en plan de recuperación de la narrativa de Correas, hace un par de años, la editorial Interzona publicaba Un trabajo en San Roque (2005), para volver a leer cuentos fundamentales como "La narración de la historia" y otros inéditos que recuperan el tono de Los reportajes... Años más tarde, la editorial Mansalva recuperaba otros textos en Los jóvenes (2012). Sin embargo, quedaba como deuda pendiente la reedición de Los reportajes de Félix Chaneton.
En 2014, treinta años más tarde, Interzona reedita la novela de Correas, con prólogo de Edgardo Scott. No puedo menos que celebrarlo (y sostener el interrogante por el proceso de canonización al que podríamos estar asistiendo). Para ello, subo el prólogo que abría la vieja edición de Celtia, un prólogo apócrifo firmado por un tal Juan Manuel Levinas.
Los tres relatos que siguen fueron encontrados entre los papeles de Félix Chaneton. Corresponden a tres momentos sucesivos de su vida. Aquí aparecen por primera vez. Se trata, pues, de una publicación póstuma.
El título para el conjunto —Los reportajes de Félix Chaneton— me pertenece y creo indicado justificarlo. Como de ordinario entendemos por reportaje el texto elaborado tras una encuesta personal del autor, mitigaremos condescendientemente, según se quiera, esa ordinariez si encuestador y encuestado son uno y el mismo en el hecho estético. No porque la sola belleza no pueda ser ordinaria; no ordinaria es la belleza inventada desde la nada y con la materia. Estos reportajes son autorreportajes a modo de capítulos de una novela autobiográfica. Son las encuestas que se hizo quien debió descubrir que el hombre es hombre al ser cuestión de su ser, pregunta por sí mismo.
Venturoso y desasosegado descubrimiento, conque signifique arrostrar el miedo de pensar y actuar, pero igualmente el encontrarse en peligro en el mundo y en la sociedad. "¿Quién y qué soy?" "¿En qué me estoy convirtiendo?" "¿Qué hacer conmigo mismo?" son algunas de las rutinarias o balbuceantes fórmulas por las que vivimos y nos representamos la interrogación del ser hombre.
Y siendo imposible fundar literariamente lo propio sin fundar lo ajeno, toda autobiografía es una heterobiografía. Para contar una vida hay que volver contable la vida. Y ¿con cuál método? Problema humano: por el hombre vienen el cuento, la confesión y el método a la vida. Pues si yo soy lo que son los otros, confesarme es declararme y declarar a los hombres en mí.
Esta novela autobiográfica es una versión de sí mismo con los otros que ofrece el autor. No diré que es la única versión, pero sí la única literariamente verdadera y, entonces, materialmente falsa. El autor se reclama "creador", porque la obra es la "criatura" humana que es sólo efectiva, sólo vive, si los otros la nutren, amparan y limitan. El tradicional análisis de que un autor no consigue escapar a sus límites ha de ser reemplazado por la comprensión del autor que persigue y halla, felizmente, sus límites en los lectores. Pero debe hallarlos devastando las inercias institucionales de muerte que aún separan a los hombres. Los autorreportajes novelados de Félix Chaneton serán construcción de literatura si son aniquilación de la realidad, dada; por lo que tendremos calidad literaria en la medida en que la literatura sea destructiva: éste es su procedimiento definitorio, pues nada puede haber más inane para la literatura misma que la edificación. Así, es miserable para la literatura, el simple patetizar dichas o desventuras o el simple pormenorizar goces; un erotismo sin inmoralidad es la tontería doméstica; por el contrario, la pornografía, cuando es inventiva y no pobre estereotipo y receta probada, comporta ya más fuerza en su disolvencia: es la inmoralidad en estado, de gracia infantil.
Y puesto que inicialmente no hay literatura más que en nuestra imaginación, habrá que crearla con palabras. Chaneton, veraz fraudulento o apócrifo investigador, resultará de su obra y de sus lectores: aquélla y estos serán los autores de Félix Chaneton autor. Lo escrito por Chaneton ¿fue verdadero?, ¿fue falso? Solamente Chaneton literato será real. Los acontecimientos debieron ser convertidos en apariencias eficaces para que la realidad del autor pudiera ser literaria, la imagen necesaria de su texto novelesco. Y porque amé como pude a Chaneton, aunque él me ignorara, quiero sentir que esa conversión ocurrió, que Chaneton logró, antes de su muerte súbita, poner punto final no sólo a lo que quiso decir, sino a lo que había que decir.
Correas, Carlos (1984): Los reportajes de Félix Chaneton, Buenos Aires, Celtia, pp. 11-13.
PD.: Acá, una entrevista a Carlos Correas de 1990, realizada por Jorge Quiroga y recuperada por un blog genial llamado Palabras amarillas.
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