martes, enero 27, 2015

Sobre la lengua filosa de Pedro Lemebel


El 23 de enero de 2015 falleció el poeta y cronista chileno Pedro Lemebel. Recibí la noticia como un baldazo de agua fría y aún hoy me siento apenado por su muerte. Hace algunos años, porque su obra no se podía leer con facilidad en la Argentina y porque tiene textos hermosos, comprometidos y ácidos, armé y mantuve el blog lemebel.blogspot.com Todavía sigue en pie y en este pueden leerse completos sus tres primeros libros y una parte del cuarto: La esquina es mi corazón (1995), Loco afán (1996), De perlas y cicatricas (1998), Zanjón de la Aguada (2003). Luego de estos, publicó varios más: su novela Tengo miedo, torero (2001); sus libros de crónicas Adiós, mariquita linda (2004), Serenata cafiola (2008), Háblame de amores (2012); y una antología, Poco hombre (2013).
Por mi parte, dejé de leerlo despues de Adiós, mariquita linda y también dejé de mantener el blog, que quedó allí como un sitio vacío en donde volver a encontrarse con el eco de Lemebel. Nada personal, simplemente sus primeros libros habían traído la novedad de su prosa neobarroca, de su ritmo lujurioso y de sus ideas e imágenes provocadoras y sus últimos libros eran la repetición de esa novedad. 
Hace poco, por razones profesionales, volví a leer Loco afán: crónicas de sidario, tal vez mi libro  favorito de la obra de Lemebel. El epígrafe anticipa el tono del conjunto de crónicas: "La plaga nos llegó como una nueva forma de colonización, por el contagio. / Reemplazó nuestras plumas por jeringas, y el sol por la gota congelada de la luna en el sidario". Ese fraseo, esas imágenes, esa voz fue lo que Pedro le brindó, como un don, a la literatura latinoamericana. Una voz para recuperar el ornato pero también para denunciar.
Vaya, pues, como despedida, esta elocuente anécdota de Roberto Bolaño de su encuentro con Lemebel, donde leemos a Pedro realmente preocupado por cómo Bolaño había perdido su acento, justo Pedro aquel que hizo de su voz y de su lengua, las armas más filosas:

"Lo primero que me preguntó Lemebel fue qué edad tenía cuando me fui de Chile. Veinte años, le dije. ¿Y entonces cómo pudiste perder el acento chileno?, dijo él. No lo sé, pero lo perdí. Es imposible que lo perdieras, dijo él, a los veinte ya no se puede perder nada. Se pueden perder muchas cosas, dije yo. Pero no el acento, dijo él. Bueno, yo lo perdí, dije yo. Es imposible, dijo él. Allí hubiera podido acabar todo, el diálogo parecía un callejón sin salida. Pero Lemebel es el más grande poeta de mi generación y yo admiraba, ya desde España, la estela gloriosa y provocativa de Las Yeguas del Apocalipsis. Así que avancé por esa calle y nos fuimos a comer a un restaurante peruano y hablé con las demás personas con las que íbamos. Soledad Bianchi, Lina Meruane, Alejandra Costamagna, el poeta Sergio Parra, y mientras tanto Lemebel entró en un estado más bien melancólico y permaneció callado durante el resto de la noche, lo que fue una pena. Nadie habla un español más chileno que Lemebel. Nadie le saca más emociones a su español que Lemebel. Lemebel no necesita escribir poesía para ser el mejor poeta de mi generación. Nadie llega más hondo que Lemebel. Y encima, por si fuera poco, Lemebel es valiente, es decir, sabe abrir los ojos en la oscuridad, en esos territorios en los que nadie se atreve a entrar. ¿Qué cómo supe todo esto? Fácil. Leyendo sus libros. Y tras leerlos, con emoción, con risas, con escalofríos, lo llamé por teléfono y hablamos durante mucho rato, una larga conversación de aullidos de oro, en donde reconocí en Lemebel el espíritu indomable del poeta mexicano Mario Santiago, muerto, y las imágenes relampagueantes de La Araucana, muerta, arrinconada, pero que Lemebel hacía vivir otra vez, y entonces supe que ese escritor marica, mi héroe, podía estar en el bando de los perdedores pero que victoria, la triste victoria que ofrece la Literatura (escrita así, con mayúsculas), sin duda era suya. Cuando todos los que lo han ninguneado estén perdidos en el albañal o en la nada, Pedro Lemebel será aún una estrella". (Bolaño, Roberto: "Fragmentos de un regreso al país natal", "7. Conversaciones con Pedro Lemebel")

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