Hace algunos posts atrás, compartí "Jonás; IV, 12" e invité a la lectura de un breve pero intenso opúsculo titulado Historia de la soledad (1969), escrito por el bibliotecario y filósofo José Edmundo Clemente. En estos días pude leer su libro de cuentos El tercer infierno (1979), que no se destaca tanto como el primero, pero en el cual me detendré para recuperar un relato en próximas ocasiones.
En este caso, prefiero compartir la advertencia que abre Historia de la soledad y el índice que nos presenta la galería de hombres olvidados por la historia, a los que Clemente recupera con nostalgia y lucidez ensayística. Lean y disfruten.
En este caso, prefiero compartir la advertencia que abre Historia de la soledad y el índice que nos presenta la galería de hombres olvidados por la historia, a los que Clemente recupera con nostalgia y lucidez ensayística. Lean y disfruten.
Historia y soledad coinciden en una misma nostalgia, si ellas juntan la melancólica impotencia del tiempo pasado con la tristeza de la perdida ilusión, protagonizada a menudo en la literatura romántica. Lo que no ocurre aquí. Esta es una historia de hombres que no sintieron la soledad como una frustración sino como un destino, en ocasiones provocado. Otra diferencia aparecerá al observar que la historia académica tiende a una cuidada indiferencia profesional. Objetividad. Incluso, que hay historia de hechos anónimos y colectivos. La soledad, en cambio, necesita rostros. Sin rostros no hay soledad, como tampoco habría amor. De ahí que esta historia se concrete a personas determinadas; a grandes olvidados o a falsamente conocidos, esa forma oblicua de la memoria. Con una condición igualmente principal: sus ideas y actos continúan vigentes todavía, son rigurosamente actuales. Poetas, artistas, filósofos, un viajero bíblico, un malogrado apóstol; hombres de la ciencia y de la técnica, fueron recuperados entre los más importantes y los más desconocidos, a fin de acentuar mejor nuestra culpable omisión. Porque esta historia puede ser también la de nuestra propia soledad; la de nuestro propio corazón, no abandonado sino abandonando.
J. E. C.
Estos son los olvidados que José Edmundo Clemente recupera en su hermoso libro:
1. Demódoco de Corcira
2. Toutmés de Egipto
3. Meliso de Samos
4. Jonás; IV, 12
5. Judas de Carioth
6. Diofanto de Alejandría
7. Doménico María de Ferrara
8. Martín Waldseemüller
9. Robert Hooke
10. Hermann Minkovski
11. John Logie Baird
Me gusta pensar que el último perfil esconde en sus iniciales un homenaje de Clemente a quien fuera su jefe en la Biblioteca Nacional: Jorge Luis Borges. Es una hipótesis endeble (por el tema del texto en particular) pero simpática.
Lean Historia de la soledad, de José Edmundo Clemente. Un grato descubrimiento.
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