lunes, mayo 18, 2020

Charles Manson. Crimen a distancia (Juan-Jacobo Bajarlía)

La figura y la historia de Charles Manson comenzó a resultarme interesante a partir del artículo "Fines del verano contracultural", del crítico Diedrich Diederichsen, publicado en 1999 y recopilado en español en la antología Personas en loop. Ensayo sobre cultura pop (Interzona, 2005).
Ese ensayo merece otro post y si no está en la web, merece también ser digitalizado y difundido. En resumidad cuentas, después de trazar un triángulo genial entre Woodstock, Manson y Theodor Adorno, el alemán plantea que Manson y su "familia" revelaron con sus asesinatos otra cara de la movida contracultural norteamericana de fines de los 60 (tan así fue que una gran parte del hippismo y de la prensa under tuvo que salir a desmarcarse). Esa nueva cara terminó realizando, para Diederichsen, un concepto central de la contracultura: el mal.
Como decía, la lectura de ese texto de Diederichsen me abrió un interés alrededor de Manson, de su significación y de su relevancia. En esa línea, me puse a buscar qué repercusiones tuvo Manson en la Argentina, particularmente en la literatura. No encontré demasiado a decir verdad, pero dos o tres materiales creo que vale la pena recuperar.
Uno de esos es esta nota escrita por Juan-Jacobo Bajarlía y publicada en 1978 en el n.° 3 de la revista Umbral Tiempo Futuro. Se titula "Charles Manson. Crimen a distancia" y hace un recuento de los cruentos asesinatos de la familia Manson y, supongo que por los particulares intereses de Bajarlía, de la influencia de la brujería, el satanismo y las lecturas esotéricas de Manson. Si se les ocurre algún otro material afín, me comentan. Pasen y lean.


 
Charles Manson. Crimen a distancia (Juan-Jacobo Bajarlía)

En la mañana del 9 de agosto de 1969 la policía de Los Ángeles, Estados Unidos, descubría al horror del resentimiento social, las drogas, la brujería, al Diablo y al odio de blancos y negros, cuando sobre la puerta de una casa ubicada en Cielo Drive, leyeron, escrita con sangre, la palabra PIGS (cerdos)...


1. DESCENSO EN EL INFIERNO

Sobre la puerta del número 10050 de Cielo Drive, entre la bahía de Los Ángeles y el Valle de la Muerte, una palabra escrita con sangre decía PIGS (cerdos). Era la mañana del 9 de agosto de 1969. Winifred Chapman, la sirvienta de la actriz Sharon Tale, quedó paralizada. Vio, también, tirado en el césped, un cadáver. Se comunicó con los vecinos. Pocos minutos después la policía estaba en el número 10050 de Cielo Drive.
El teniente Donald Baxter llegó con el forense. Al lado de la puerta había una servilleta empapada de sangre. Con ella, la mano asesina había escrito esa leyenda insultante.
Entraron. Fue un descenso en el infierno. Pero esta vez no era el infierno de Dante. Era otro, mucho peor, en el que se mezclaban el resentimiento social, las drogas, la brujería, el Diablo y el odio de blancos y negros. Las paredes y las puertas interiores también tenían sus leyendas escritas con sangre: Rebelión, Muerte a los cerdos, Confusión. En el living colgaba de una viga del techo el cadáver semidesnudo de Sharon Tate (25 años, rubia, ojos grandes), embarazada de ocho meses y medro. Tenía un seno seccionado y 16 puñaladas. Al lado de la actriz, también semidesnudo, colgaba Jay Sabring, gran peluquero de Hollywood y novio de la actriz antes de que ésta se casara con el cineasta Roman Polansky. Había sido castrado y su cuerpo presentaba 7 puñaladas y un impacto de pistola en al rostro. Le habían tapado la cabeza con un capuchón.
El infierno se proyectaba hacia afuera. Sobre el césped yacían los cadáveres de Abigail Folger (morena, drogadicta, heredera del rey del café californiano) y Voyteck Frykowsky, su amante. Este último, muy aficionado a la marihuana, había muerto de cincuenta y una puñaladas, trece golpes en la cabeza y dos impactos de pistola a quemarropa. Más allá, en un automóvil al lado de la verja, hallaron el cadáver de Steven Earl Parent, un muchacho de 18 años que presentaba 4 impactos en el pecho. Había llegado a Cielo Drive para visitar a William Garretson, el joven guardián de la casa.
Terminada la tarea y ya cortado el cable del teléfono, los asesinos se instalaron en la cocina y comieron. Brindaron por la sangre de los cerdos. Por el triunfo de los negros sobre los blancos. Por el retorno del gran jefe y gurú blanco que iba a tiranizar a los negros. Al sadismo agregaron el sarcasmo. Este infierno era inédito. Ni aun lo había imaginado Swedenborg.
Entretanto, el vástago que Sharon Tate llevaba en el vientre, sobrevivirá 20 minutos a la muerta de la madre.
El teniente Donald Baxter y el forense siguieron horrorizados su tarea. Las evidencias eran imprecisas. Convinieron, sin embargo, en dos premisas: "Hay más de un asesino y los crímenes son rituales”. Ambos supuestos se confirmarían después con algunas variantes. Lo único cierto por ahora, es que la masacre se había perpetrado entre la noche del día 8 y la madrugada del día 9.


2. SIGUE EL DESCENSO

Baxter dormitaba con un par de libros sobra la brujería en Los Ángeles (uno de ellos llevaba el título de The White Devil, “El Diablo Blanco”), cuando de pronto comenzó a sonar frenéticamente al teléfono. Atendió con desgano. Pero al instante quedó como petrificado con el auricular casi hundido en la oreja izquierda. (Baxter era zurdo). La voz le transmitió los detalles de otro “crimen ritual” a poca distancia de Cielo Drive.
Las víctimas eran Leno La Bianca, poderoso propietario de una cadena de supermercados, y tu esposa Rosemary. La Bianca había muerto de 26 puñaladas, y el asesino, valiéndose de un tenedor, había trazado en la piel de su estómago la palabra GUERRA. Después lo había tapado con los diarios que daban cuenta del asesinato de Sharon Tate. Rosemary La Bianca, a su vez, tendida en la cocina, con un cuchillo clavado en la garganta, presentaba 46 puñaladas. Sobre las paredes de la casa y en una heladera, la palabra clave: PIGS. La fecha del hecho: 10 de agosto de 1969, durante la noche.
Donald Baxter guardó en el bolsillo el libro sobre El Diablo Blanco y recorrió San Francisco. Se metió en Haight-Ashbury. Visitó las concentraciones hippies, sus bares y comercios, y pidió ayuda a las demás policías. Había que dar con los asesinos. Investigó también en el Strip de Sunset Boulevard y Santa Mónica, y se extendió hasta las villas de Mac Kinney, en Texas. Los sabuesos se perdían en un laberinto desconocido.
En esa labor intervino paralelamente, por su propia cuenta, el padre de Sharon Tate, teniente coronel del Servicio Secreto. Se dejó crecer la barba, renunció a su cargo (tenía 46 años) y se disfrazó de hippy. Después se introdujo en el mundo del sexo y las drogas.




3. LA “FAMILIA MANSON”

Cuatro meses después. Susan Atkins, una joven que pertenecía a una extraña secta del desierto, detenida en averiguación de antecedentes por un robo, relató, en estado semihipnótico causado por las drogas, el crimen del número 10060 de Cielo Drive. La compañera de celda, una prostituta de San Francisco, lo comunicó a sus carceleros. Susan Atkins fue interrogada intensamente hasta confesar su participación en los asesinatos junto con Leslie van Houten, Patricia Kerwinkel, Linda Kazabian y Charles Watson. También mencionó a un tal Charles Manson. “Charlie —dijo Susan Atkins— nos miraba y perdíamos la voluntad”. Era el jefe de la “familia Manson” a la cual pertenecían los nombrados.
El teniente Baxter fue anudando los detalles. Ordenó la detención de todos. Nueve en total. Linda Kazabian confesó que estuvo presente la noche del crimen, pero no participó en ninguno de los hechos. Dijo que Charles Manson las hipnotizaba y los miembros de la "familia” hacían lo que él se proponía. Eso fue lo que sucedió en la residencia de Sharon Tate. Linda Kazabian miraba como arrastrada por una fuerza que actuaba a distancia. Susan Atkins, Patricia Kerwinkel y Leslie van Houten, en cambio, “realizaban hechos” mecánicamente, mientras gritaban y danzaban. Manson, ausente, sin intervenir materialmente en los asesinatos, había instigado la masacre de Cielo Drive.
Enterado el fiscal de la declaración de Linda Kazabian, le prometió la inmunidad procesal a cambio de la acusación. Ella aceptó y oportunamente fue liberada. Pero si proceso no fue cosa fácil. Susan Atkins, en un careo con Charles Manson, no resistió su mirada y se retractó. Ya era tarde sin embargo. Las pruebas de cargo reunidas en la instrucción sumarial lo condenaban como ejecutor a distancia de los crímenes de Cielo Drive. Los asesinos directos habían sido sus instrumentos mentales.
¿Pero quién era Charles Manson? Donald Baxter rastreó sus antecedentes. Meditó en él.
Manson tiene 25 años. Vivió miserablemente. Su madre, según Georges Demaix, fue habitante de “hoteles siniestros donde ella residía con amantes sucesivos”. El mismo Manson lo denostará al evocar su infancia de niño abandonado o a cargo de sus abuelos cuando ella es encarcelada por robo. Pero Manson, a los 25 años de edad sólo estuvo 12 en libertad. Los otros 13 los pasó en prisiones o reformatorios. Se casó muy joven. Tuvo un hijo. Su esposa murió cuando él purgaba una nueva condena. El hijo, por otros medios, también desapareció.
Manson está en la cárcel cuando un día se entera que los Black Panthers de Los Ángeles llaman Pigs a los blancos. “¡Cerdos!”, lo repite y lo adopta porque él odia a los blancos, cuyo sistema identifica con sus frustraciones. Con su larga derrota. Sin embargo, para combatir a los “cerdos blancos” era imprescindible un arma. La buscó y la halló, un día en la biblioteca de la misma cárcel. Allí descubrió unos libros que le hablaban del ocultismo, de magia negra, de hipnotismo. Fue la gran sabiduría. La llave do la “liberación”.
Entonces comenzó a practicar. Miraba intensamente un punto fijo, sin pestañear, y se tomaba in mente los minutos transcurridos. Después practicó los “pases magnéticos” con los seres imaginarios de la celda y los “doblegó” a su voluntad con órdenes diversas. Pensó (ya nadie podría evitarlo) que con la hipnosis dominaría el mundo y se vengaría de los cerdos. También pensó que él ayudaría a los negros para matar a los blancos. Para exterminarlos, sin lugar a dudas, pero con trampa. Realizada la “limpieza”, vendría él como jefe indiscutible para someterlos a sus designios. Una hábil y absurda paranoia para un mundo donde sólo comían los opulentos y los demás mendigaban.
Cuando salió de la cárcel se dejó crecer la barba y se lanzó hacia el desierto californiano. En el camino, en un infierno lleno de sexo y drogas, de homosexualismo público, sin atajos, reclutó su “familia”, lo que él no había tenido. Ahí estaban Linda Kazabian, Leslie van Houten, Susan Atkins, Patricia Kerwinkel y Charles Watson, ex universitario y ex jugador de rugby, todo un atleta de 24 años, que merodeaba, mugriento, por las granjas de los “cerdos”. A éste lo convirtió en su secretario ejecutivo. Coleccionó otros derrotados, y en Spawn Movie Ranch los adoctrinó como un gurú poderoso que manejaba la magia a su antojo. Les infundió otras ideas. Les habló del exterminio de los pigs. Los sugestionó. “Cada ser humano —les dijo— es simultáneamente el Diablo y el buen Dios”. (Esto se repetirá después en el proceso).
El maniqueísmo paranoico de Manson tenía una finalidad: asegurar que las acciones eran del hombre, sin sujeción a normas restrictivas, y que el asesinato era una abstracción y no una instancia objetiva.
La “familia” escuchaba promiscuada con sexo y suciedad. La sugestión se introducía en sus débiles cabezas con esquemas que invadían el lugar de la memoria.
Después vino la praxis. Manson, ejerciendo sus poderes hipnóticos, obligó a mendigar desnudas a Linda Kazabian, Susan Atkins y Patricia Kerwinkel. Y ellas, sin inhibiciones, mostraron sus cuerpos en el Boulevard Santa Mónica pidiendo ayuda para el Pater familia. La sugestión de Manson no tenía limites. A veces colocaba un disco para cimentar su filosofía. Era la música de los Beatles, que según él predecía la rebelión y el exterminio de los blancos por los negros.
Donald Baxter cerró su cuaderno de apuntes.




4. EL PROCESO
 
Cuando comparecieron al juicio, las acusadas tenían una cruz en la frente. Se habían marcado, como solían hacerlo, para distinguirse de los pigs. Se consideraban las víctimas del sistema. Sonreían, miraban con desprecio. Disimulaban su nerviosidad. A veces rebatían al fiscal Bugliosi, y éste, fuera de sí, levantaba la mano. En una de las sesiones el mismo fiscal fue condenado a una multa de 50 dólares por darte una cachetada a la procesada que tenía a su alcance. Las audiencias fueron borrascosas. También se insolentaron los abogados defensores que pagaron su desacato con un día de detención.
En los escaños para el público, no menos de 20 jóvenes se habían impreso la cruz en la frente tajeándose con hojas de afeitar.
El único que no perdió la calma fue Charles Manson. Se mantuvo sereno. Negó los cargos. Sólo estalló cuando el Jurado lo halló culpable de homicidio en primer grado junto con Leslie van Houten, Susan Atkins y Patricia Kerwinkel. El juez Older los condenó a muerte. Entonces el imperturbable Charlie, levantándose del banquillo gritó: “Todos ustedes son culpables, y vos, viejo ejecutor de una justicia que no existe, no vivirás mucho tiempo. Yo quemé mi vida en la cárcel mientras el mundo de ustedes iba en aumento”. Días después, agregará: “No me interesa la muerte porque no existe. Es una ilusión de la mente”.
Después sucedió algo imprevisto. La pena capital fue abolida en California, y los 4 asesinos se salvaron de la cámara de gas. La pena de muerte les fue conmutada por la de prisión perpetua. Un diario de Los Ángeles publicó una caricatura del barbado Charles Manson con esta inscripción: La muerte es una ilusión. Detrás de la barba aparecía el juez Older meditando.




5. LYNETTE FROMME CONTRA FORD

El resto de la “familia”, en 1971, el mismo año de la sentencia, buscó la manera de liberar a su jefe y gran maestro de las ciencias ocultas. Proyectaron asaltar una arme-ría para pertrecharse y tomar sorpresivamente el establecimiento carcelario. La policía los capturó. Pero estos místicos que al mismo tiempo eran oligofrénicos, no se tranquilizaron.
En agosto de 1975 Lynette Fromme y otra mujer (ambas eran miembros de la “familia”), disfrazadas de monjas, concurrieron a la legislatura de Los Ángeles para peticionar la liberación de Manson. Sólo hallaron sonrisitas. Esta Lynette Fromme (26 años, pelirroja, de 1,52 y 47 kilos, de sobrenombre Squeaky, ex reclusa de reformatorios) ya había testimoniado en favor de Charlie durante el proceso. Su fracaso, entonces, la llevó a planear la muerte de Gerald Ford, presidente de los Estados Unidos por renuncia (caso Watergate) de Richard Nixon.
Lo esperó en Sacramento (California) donde se hallaba de visita. Fue el 6 de setiembre de 1975. Se ubicó entre el público que lo ovacionaba, y a 60 centímetros de distancia le apuntó con su pistola. En ese instante Larry Buendorf (37 años, ex jugador de básquet), agente del Servicio Secreto, saltó hacia ella cuando oprimía el percutor. Pero Lynette Fromme no sabía que era necesario colocar una bala en la recámara. No hubo, por lo tanto, detonación. De cualquier manera aunque el arma hubiese sido accionada eficazmente, la trayectoria del proyectil habría sido desviada por Larry Buendorf, quien al saltar le tomó la mano, la desarmó y la inmovilizó junto a un árbol.
Ford se salvó milagrosamente. Después Lynette será condenada a prisión perpetua.
Consumado ya el atentado, se supo que un mes antes la frustrada asesina y Sandra Good, otra “familiar” de Manson, habían llevado una carta a un diario de Sacramento que el director no quiso publicar, en la que se aseguraba que de no liberarse a Charles Manson correría la sangre como en “la casa Tate-la Bianca o My Lai”. (Recordemos la matanza en esta aldea de Vietnam del Sur, a cargo del teniente William Calley).




6. HIPÓTESIS FINAL 

El resentimiento social de Charles Manson, del que ya hemos dicho algo, se alimen-taba a su vez de un oscuro satanismo que Io llevaría a la venganza de sus derrotas. Es posible que los filmes del mismo Roman Polansky, el esposo de Sharon Tate, hayan sido la consecuencia de su paranoia criminal. Si Manson estimaba al Diablo y la brujería, pensamos, junto con otros investigadores, que el instigador de la masacre de Cielo Drive se sintió “emocionado” y ofendido ante los secretos revelados por Polansky en el filme Rose Mary’s Baby (El bebé de Rosemary), basado en La semilla del Diablo, novela de Ira Levin.
Cuando el filme —dice Georges Demaix— fue exhibido, “unas veinte o treinta sectas ocultas de San Francisco a Filadelfia y de Chicago a Nueva York se interrogaron sobre las razones que había tenido el director para pasarse de lo estricto, ya que al mundo de la hechicería no le agrada que se rebasen ciertos límites”. Polansky, persiguiendo la verdad, tuvo como consejero técnico a Anton Lavey, experto en satanismo, quien intervino también en Brujería, magia y misa negra, filmada por Luigi Scattini.
La idea central de Rose Mary’s Baby estaba referida a una mujer que era llevada hábilmente por el marido hacia el lecho del Demonio. No faltaba el sabbat y abundaban, para los entendidos, los detalles del demonismo y la brujería. Los maleficios estaban a la vista. La joya obsequiada por la mujer del hijo de Mercato, llevada al cuello, producía malestares. La corbata, sometida al hechizo, provocaba la ceguera de su dueño. El guante, manipulado con fórmulas de brujería, producía el odio y la muerte. La mistura, en cambio, desataba las alucinaciones. Demaix enumera todo esto y expresa: “Por último, viene la cruz invertida sobre la cuna del recién nacido, cubierta con un velo negro”. No se omitía ningún secreto. Los brujos de California, entre ellos Charles Manson, se mordieron las uñas.
¿Pudo influir todo esto en los feroces asesinatos que hemos descripto? La venganza de Charles Manson fue un hecho imprevisible. Su resentimiento social, en cambio, debía desembocar en el odio hacia el hombre. Y en este odio todo se convertía en un pretexto con miras a la muerte.




Fuente: Umbral Tiempo Futuro, n.° 3, 1978. Tomado de Selección de relatos fantásticos, tomo 4, colección Umbral Tiempo Futuro, Buenos Aires, 1983, pp. 06-17.

1 comentario:

  1. Es muy documentado lo escrito por Barjalia, toda la historia alrededor, todo lo posterior, sobre algo increíblemente cruel.
    Saludos.

    ResponderBorrar