miércoles, noviembre 25, 2020

Carlos Rivarola y el lado C de la literatura argentina

¿Quién fue Carlos Rivarola? La historia y la escritura de este poeta y ensayista argentino de los años 60 y 70 siquiera forma parte de una nota al pie en la literatura argentina. Ni los libros ni Google ayudan en esta exploración detectivesca.

Y sin embargo, Federico Barea y Nahuel Risso reconstruyen esta aventura literaria recogiendo rastros, papeles, imágenes y devuelve toda la potencia poética de Rivarola. Si existe un lado B de la literatura argentina, probablemente Carlos Rivarola ocupe un lugar todavía más solapado, más oscuro: un lado C. 

Como anticipo de un libro que recopila parte de su obra y que será publicado de forma conjunta por Instituto Luchelli Bonadeo y Ediciones Urania, Federico Barea escribe este texto para exhumar un hecho maldito de la poesía argentina que lleva años y años en el olvido.

 

lo indecible. Carlos Rivarola y el lado C de la literatura argentina (Federico Barea)


cuando un hombre empieza a trabajar en sí mismo, todo le habla 

Néstor Sánchez 

La poesía carnada, abracadabras de la imaginación (1970) es el título de uno de los ensayos inéditos que dejó Carlos Rivarola. Abre con la afirmación: “Sólo la imaginación sabe hasta que profundidad estamos enfermos. Curarse, sería asesinar lo que todavía existe”. El texto oscila entre la prosa filosófica y la poesía. 

Rivarola enseña las costuras con que racionaliza el ocultismo y, aunque sabe del costo de sostenerle la mirada a la bestia descarnada, escribe en el poemario inédito El Ángel carnicero (1972): 

    Destruye a los que pretenden tener el control 

    de tu pulso mental, 

    a los que quieren tomarte la presión 

    para medir los grados centígrados

    de tu pasión 

    y recetarte un calmante de olvido. 

    Destruye al que tiene tan buenas intenciones 

    sobre tu regeneración moral, 

    que sería capaz de internarte para que te curen, 

    de venderte en subasta matrimonial. 

    Destruye a los que alientan 

    alguna esperanza sobre tu futuro. 

Ya no corren por las galerías del desencanto textos de este tenor. La Argentina de hoy admite una literatura de tesis y confirmación, es decir, “escritores profesionales”. Y, en los mejores márgenes, fanzines y estéticas anarco-punks que no resuenan más allá del llanto de un niño en un teatro de sombras a quien las lágrimas no le permiten leer. 

 

Rivarola leía con la carne. No buscaba estructuras, recursos, giros dramáticos: vibraba en consonancia con su entorno para encarnar lo indecible. Vivió con la muerte pisándole los talones hasta que esta lo alcanzó una noche de diciembre en 1975. Tenía 28 años. Dejaba una pila de manuscritos de una sofisticación inusitada para su época. 

La filosofía a través de la retórica se esmera en enseñarnos acerca del mundo tal como es pero es la poesía la que termina por enseñarnos las cosas como son. La poesía trasmuta al lector, lo deja ante una realidad transfigurada y le permite un acercamiento renovado hacia las cosas. Si mente y espíritu son divinos, a través de la imaginación, que es la memoria del futuro, los humanos pueden aprehender una realidad más elevada. Pero es la poesía carnada, la que se hace carne, la que descuartiza la normalidad, la expresión alquímica culminante del lenguaje en cuerpo y del cuerpo en lenguaje, es la poesía que devasta toda separación. Ni espacio, ni tiempo. El nihilismo de Rivarola es la expresión culminante del cuerpo social argentino. 

Su ardor lo traiciona y colma de poesía sus ensayos aunque sabe que la filosofía quiere expulsar a los poetas como lo hizo Platón en su República. El teatro del espíritu (1973) arranca manifestando: “No solo la verdadera vida está ausente, también los paraísos artificiales están prohibidos, y de la realidad, es vista aquella parte que los que la comprimen permite que se desnude”. En El teatro del espíritu, teatro interno, manifestación de ese Espíritu que describe Hegel —donde se desenvuelve la totalidad del desarrollo cultural del mundo, donde el yo capta la totalidad y se unen lo divino y lo humano— podemos vernos a nosotros mismos desde la perspectiva del todo. La obra de Rivarola al indagar en ese teatro se volvió predictiva dado que el espíritu es incansable imaginación reveladora para quien sabe construirse uno. 

Cuarenta y cinco años de silencio, de proscripción metafísica, pesaron sobre la obra de Carlos Rivarola. También sobre la única revista autoproclamada dadaísta de estas tierras, Ryan-da cuyo nombre se ausenta de todo estudio acerca de las revistas literarias argentinas. Rivarola es un hecho maldito de la poesía nacional. Puede que este libro sea el embrión generador de una nueva experiencia, una que nos fuerce a resignificar estos versos: 

    En tanto, en tanto que soñaban los volcanes; 

    en tanto, en tanto florecer los árboles, 

    en tanto regar las aves sus distancias: 

    quebró su luz el sol para encontrarte ahora. 

 


 

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